Salvador García Llanos
Una llamativa entrega del Reuters
Institute en Digital News Report 2019. En España, un tercio de los usuarios de
información on line evita a veces, o a menudo, consumir noticias (33 %),
mientras que un 60 % lo evita al menos de vez en cuando. Según la misma fuente,
en Estados Unidos la cifra es del 32 %, tres puntos superior a las del año
pasado.
Esto sí que es paradójico e inquietante:
generar productos informativos y hacer periodismo, para que los porcentajes de
lectura sean tan bajos y lo que es peor, las tendencias a eludir el consumo o
la lectura de noticias sigan una tónica ascendente. Los registros del informe
inspiran una de las preguntas que se formula el prestigioso diario inglés The
Guardian: ¿Cómo podemos atraer de nuevo a todas las personas que evitan las
noticias?
Ese el reto. Si los lectores no se
sienten atraídos, si de antemano rechazan acceder a contenidos noticiosos o
informativos, si estos no despiertan interés, ¿qué hacer? Porque recuperar esos
lectores no es sencillo: la impresión que da es que se empieza pasando de los
fichajes en la sección de deportes y se termina repeliendo la crónica
parlamentaria, en el supuesto de que ésta sea aceptada como una de las
referencias informativas diarias de mayor interés. Bueno, hay quien compra el periódico
para ver las esquelas y enterarse de las horas de los sepelios y otros lo hacen
porque les gusta determinado columnista, casi siempre en sintonía con su
criterio ideológico o para conocer su planteamiento ante determinado
contencioso. Se dirá que los prejuicios han existido de siempre en los periódicos,
pero ahora, últimamente, se ven acentuados. Había -y hay- quien va al quiosco,
paga, pide el obsequio y no se lleva el periódico.
Es como si las comunidades de lectores
estuvieran hartos de los trajines deportivos y los rifiirrafes políticos y
prefiriesen otras materias. Pero ¿qué materias? Acertar no es sencillo. Hacer
un periódico más atractivo no es solo cuestión de más garra y menos neutralidad
en los titulares, que también, sino de dimensionar adecuadamente los
contenidos, en sintonía con el interés de los lectores que se puede y debe
alimentar, en efecto, según los géneros, a base de rigor, frutos de verosímiles
investigaciones o de audaces escrituras, respetuosas con los códigos exigibles.
La originalidad sigue siendo determinante.
Atraer, pues, a los que anden cansados, a
los desmotivados, a los desertores (si se nos permite la expresión), a quienes
progresivamente van escogiendo otras fuentes nutrientes de información y se
someten a los procesamientos de producción de cada medio. Nos viene a la
memoria una frase de Carlos Luis Álvarez, Cándido, “la actualidad no existe, se
crea”, para interpretar los esfuerzos que hay que realizar para elaborar un
producto fiable, atrayente, digno de merecer el respeto y el respaldo creciente
de los lectores. Hay que ser conscientes de que es muy difícil rescatar y
restituir el interés de quienes evitan noticias o informaciones y lo toman como
hábito. Terminan alejándose del medio y de la comunicación en general, se
convierten en indolentes o incrédulos consumidores de la información. Su a
criticismo irá en aumento, más preocupante aún que la caída en picado de las
ediciones impresas. Crear actualidad significa tomar la iniciativa, ir por
delante, capacidad para prolongar noticiosamente el asunto que se ha escogido
para su tratamiento, para atraer la atención de quienes van claudicando y ya
les da igual.
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