Evaristo Fuentes
Melián
Fue un viaje
relámpago. Fuimos de TFN a Madrid. Un taxi nos trasladó a una pensión hostal de
la Plaza Mayor; desde la ventana de un dormitorio se ve una bella panorámica de
la Plaza; y el otro dormitorio tiene una ventana frente mismo al Mesón de la Tortilla.
Una parrafada merece la calidad de la comida y del servicio, que es por término
medio superior si comparamos con algunas cutres tascas y bares tinerfeños.
En Madrid vimos en los teatros del Canal
una obra dramática con la pareja Ricardo Darín y Andrea Pietra, “Escenas de la
vida conyugal”, bajo la dirección de Norma Aleandro. En su trama, va in
crescendo la discordia verbal enrevesada, que al final termina en pelea física,
a golpes, en una pareja mal avenida. Ricardo Darín en el último acto se supera
en su teatralidad, y deja patente de artista de la escena en el arte de Talía.
Magistral.
Pasamos por la casa mansión que habitó el
pintor Joaquín Sorolla (Valencia 1863, Cercedilla 1923). Vivió en el
Mediterráneo y diversas regiones, incluso Paris y Roma, y adquirió un solar en
Madrid donde fabricó su mansión, convertida luego de su muerte en Museo, donde
se exhibe en diversas estancias, salas y jardines su obra pictórica. Entre la
que destacan sus cuadros en la playa, “con un colorido vibrante y un estilo
suelto y vigoroso”.
De Madrid dimos el salto a San Sebastián,
en una especie de taxi a bajo precio, que me recuerda a los coches piratas que
había en Tenerife, que a veces les ‘robaban’ pasajeros a las guaguas encarnadas
tinerfeñas, en los años de mi ya lejana juventud.
La Bella Easo está repleta de empaque y
calidad urbana, es una ciudad modélica en tamaño ideal para vivirla. Fuimos a
dormir a un hostal en la zona alta, en las afueras de la capital donostiarra. Nos dio tiempo de asistir, por 70 euros, en
la parte más alta anfiteatro del Auditorio del Kursaal, a la inauguración de la
67ª edición del Festival de Cine. En la película de inauguración es
protagonista una siempre atractiva Susan Sarandon, también protagonista en la inolvidable
‘Thelma y Louise’ (Ridley Scott,1991), que vimos en el festival de cine del
Puerto de la Cruz, primeros años noventa, festival portuense que algunos
inadaptados masoquistas consiguieron, en un empeño digno de mejor causa, que
desapareciera de esta Ínsula Barataria llamada Tenerife.
En la parte vieja de San Sebastián pasamos
por el bar ‘Morgan’ a saludar a gente que conocemos de veces anteriores, y
fuimos a cenar a base de variadas tapas. Una delicia, la ciudad de San
Sebastián.
También visitamos el extenso paraje dedicado
a parque Chillida Leku, situado en el municipio de Hernani, a doce kilómetros
de San Sebastián; tiene esculturas de Eduardo Chillida esparcidas por el verde
césped de un parque temático de unos cuarenta mil metros cuadrados (a ojo de
buen cubero). Tiene en su centro una casona antigua señorial de maderas nobles,
con engarces y ensambles de impresionante efecto.
En fin, en un cómodo autobús de línea nos
desplazamos a Bilbao. Visitamos el auditorio Guggenheim, que es una maravilla
situada a la orilla del río Nervión, limpio como la patena. Los vascos saben
nadar y guardar la ropa, puesto que en el Nervión no pasa lo que pasa aquí en
nuestras principales playas tinerfeñas, que se llenan de aguas residuales con
cierta frecuencia…
El vuelo Bilbao Tenerife Norte, también fue
bueno, aunque los asientos son tan estrechos que, con mi estatura de 1’90, tuve
que ponerme de pie un buen rato, para descansar mis atribuladas rodillas y
cambiar de posición mi trasero, allí donde la espalda pierde su honesto nombre.
En conclusión: este fue un viaje relámpago,
tan fugaz como gozoso. Por poner un ejemplo grato, me saqué una foto con ‘El
Hombre Invisible’, un payaso que pululaba por la Plaza Mayor; iba tan arropado
y enguantado, que no dejaba ver ni el dedo meñique. Invisible.
Nota final. - no fui a la plaza de España,
pero pasé por Cibeles, Neptuno, la Puerta del Sol, la Castellana, los enormes
rascacielos construidos en lo que hace veinte años era la Ciudad Deportiva del
Real Madrid. Y en la estación de Chamartín me comí unas albóndigas (en canario
popular ‘alhóndigas’) exquisitas.
Espectador
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