Isidoro
Sánchez García
Nada más
llegar la selección española de fútbol a la ciudad rusa de San Petersburgo para
que comenzase a nevar. Era el mensaje climático de España a Rusia y así
empezaba el martes 14 de noviembre de 2017.
La primera vez
que asistí a un partido entre España y Rusia fue en Madrid el 21 de junio de
1964, cuando el gol de Marcelino para hacer el 2-1 definitivo en el estadio
Chamartín. Para la segunda ocasión tuve que viajar a Moscú, con pasaporte
extraoficial, a finales de mayo de 1971 y observar el día 30 de mayo, en el
estadio Lenin, el 2-1 que nos endosó la URSS a la España de Iribar y Amancio,
con gol de Reixach. La tercera ocasión fue en el estadio Sánchez Pizjuan de
Sevilla el 27 de octubre de 1971. El resultado fue de empate a cero y el
defensa central canario Tonono jugó un partidazo.
El estadio
Krestovki o Zenit, conocido también como el Gasprom-Arena, fue testigo en la
noche otoñal del 14 de noviembre de 2017 de otro match entre Rusia y España,
que vi por televisión aunque el encuentro era amistoso. No obstante resultó ser
un laboratorio del Mundial del 2018 a celebrar entre 14 de junio y 14 de julio,
fechas muy familiares para los franceses, los venezolanos y los canarios por el
recuerdo de las efemérides del asalto a la Bastilla, de don Francisco de
Miranda y de don Agustín de Betancourt, respectivamente. Lo fue no solo por el
resultado, 3 a 3, sino por el partido en sí, con dos penalties incluidos,
favorables al equipo de Lopetegui que Ramos se encargó de ejecutar, y por la
lesión del cancerbero ruso en el último minuto que pudo ser muy grave.
En otro orden
de cosas el canal 5 de la Televisión
española perdió la oportunidad de dar a conocer (vender) la ciudad rusa como
modelo turístico - urbanístico. Por su ubicación junto al mar Báltico, por los valores universales de su centro
histórico, por ser una ventana abierta a Europa, por la riqueza de sus canales
y puentes, por sus edificios arquitectónicos espectaculares tanto civiles como
religiosos, y por el museo del Ermitage. Es que San Petersburgo es mucho. Desde
Pedro I en 1707 hasta Putin en la actualidad, pasando por la zarina Catalina la
Grande y los zares Alejandro y Nicolás, por las figuras de Pushkin, poeta, y
Agustín de Betancourt, ingeniero canario, y por el revolucionario Lenín,
incluyendo la Perestroyka de 1991 liderada por Gorbachov. De ahí los diferentes nombres que la han
caracterizado en distintas etapas: San Petersburgo, la ciudad de San Pedro, al
principio; Petrogrado, desde 1914 hasta 1924; Leningrado, desde 1924, cuando la
muerte de Lenin, hasta 1991, año de la Perestroyka, en que vuelve a tomar el
nombre inicial.
San
Petersburgo fue capital de Rusia en algunos momentos (1712-1918), es la segunda
ciudad tras Moscú y una de las más grande de Europa. Cuenta con más de 5
millones de habitantes y es sede de la Corte Constitucional de Rusia. Nos
espera en 2018, Año Europeo del Patrimonio Cultural, para compartir con el
Puerto de la Cruz (Tenerife), el 1 de febrero, el 260 aniversario del natalicio
del ingeniero canario y universal don Agustín de Betancourt y Molina, fundador
de la Escuela de Ingenieros de Vías y Comunicaciones de San Petersburgo, en los
años que vivió entre 1808 y 1824; así como para disputar, sin referee
italiano, el Mundial de fútbol en el verano de las “noches blancas”.
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