Salvadolr
García Llanos
Han pasado
unos cuantos días desde que han instalado cinco telescopios en la franja
litoral del Puerto de la Cruz, tres de ellos en el paseo San Telmo, aquel que
iba a estar diáfano, libre de postes o similares para disfrutar del paseo y
contemplar el mar y eludir los peligros para los menores que se encaraman a
cualquier soporte. Nadie sabe quién los ha instalado (y si se sabe, nadie ha
dicho nada), solo que cuentan con la autorización de la Demarcación de Costas,
que es tanto como decir vaye ejemplo de descoordinación: el gobierno local no
se entera o no es informado de que otra administración concede un permiso en su
ámbito territorial. Ni explicaciones de ese gobierno ni una mísera pregunta de
los grupos de oposición.
Es difícil
discernir sobre qué es lo más grave de una situación cuando menos curiosa.
Porque, teóricamente, negocio hay: funcionan los telescopios con monedas de uno
y dos euros. Igual la iniciativa -se supone que privada-, con la bendición
administrativa de Costas, quería probar, a ver si la cosa resultaba, y entonces
no la publicitaron, porque ya saben que el estilo compadre es efectivo y
termina consolidándose, con sus provisionalidades y tal y tal, hasta que
alguien decide poner punto final.
Se hace la
imaginativa descripción a título deductivo porque, lo dicho, no hay
explicaciones por ahora.
Lo cierto es
que los telescopios están ahí, en San Telmo y Martiánez. Recuerdan los de otra
época, puede que aún en el franquismo, cuando fueron instalados en el mirador
de La Paz para contemplar parte de aquella pequeña gran urbe en la que
competían los valores de la tradición con la modernidad y los atractivos del
desarrollo turístico. Entonces (eso fue lo circuló), los propietarios y
directores de establecimientos hoteleros protestaron porque las lentes de los
telescopios iban dirigidas a balcones y habitaciones, invadían la intimidad y
varios clientes se percataron y protestaron. Terminaron retirando los
telescopios, claro. A saber si ahora, sin la rigidez de otrora, podría
reeditarse la situación.
El caso es que
han pasado unos cuantos días y los artilugios siguen ahí, admitiendo monedas de
uno y dos euros. Y hasta con una instrucción rotulada: “No enforcar al sol”,
teóricamente con su errata tipográfica y todo, porque el vocablo, ya en desuso,
sinifica 'ahorcar'. No creemos que la intención de los promotores -y los
autorizantes, por acción u omisión- fuera la de aniquilar al astro rey, si nos
permiten la licencia.
Es probable
que, acto seguido, alguien pregunte y se reiniciará la cadena del proceso hasta
verificar que nadie fue.
Al estilo
compadre. Así nos va.
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