Evaristo
Fuentes Melián
No es que lo
diga yo, es que lo dicen expertos especializados en Política y Economía. La mal
llamada democracia sistémica, a lo largo y ancho del mundo entero, se está
corrompiendo. Y en todo modo de corrupción están implicados personajes
políticos de diverso signo. Las grandes empresas multinacionales, con sus
fraudes y otras prácticas delictivas, están deslegitimando el sistema, lo están
privando de toda credibilidad. Estamos en la adulteración de la nomenclatura de
la política, la corrupción va acompañada del cinismo de sus líderes. En las
convenciones internacionales neoliberales de la Banca Mundial (llámese G-7 ó
G-22 ó Pi-3,1416) piden una drástica transformación del neoliberalismo
conservador. Pero eso es solo verborrea y se queda en vanas promesas.
Este estado de
corrupción generalizada tiene su reflejo en nuestra doméstica política archipelágica.
Dineros públicos que se volatilizan en volcánicos mamoneos, con destino en
ignotos paraísos fiscales. También en el ámbito local, hay casos de
politiquillos de pueblo que, por arte de birlibirloque, inflan desmesuradamente
en pocos años su patrimonio muy particular. El analfabeto práctico, aun sin
dejar el pelo de la dehesa, intenta imitarlo y es más peligroso que el cacique
viejo, que durante siglos fue dueño de haciendas y voluntades, y hasta de la
vida misma de sus súbditos perfectamente sojuzgados.
No me llamen
comunista, por favor, pero debo acudir a uno de los últimos pensamientos de
(agárrense, queridos lectores) don Santiago Carrillo, q.e.p.d., que hace
solamente seis años escribía en la prensa nacional y se preguntaba: ¿es posible
una reforma global del capitalismo? Y daba para ello algunas directrices. Por
ejemplo: el control de los bancos por los gobiernos, o sea, control público
sobre el sistema financiero. Pero hoy por hoy ningún Estado puede aisladamente
controlar a la Banca, pues la interdependencia de la Banca Mundial es mucho más
fuerte. Es necesario, pues, 1.- una Banca de Estado correlacionada
internacionalmente; y 2.- dicha Banca estaría bajo la fiscalización del
Parlamento y dejaría de ser el poder fáctico que se sobrepone y maneja a los
poderes públicos.
Espectador
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