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sábado, 18 de noviembre de 2017

AMOR DESESPERADO POR EL POSICIONAMIENTO POLÍTICO

Víctor Yanes
    
¿En qué momento decidimos no volver a hablarnos, querido adversario? Me gustaría que te lo preguntaras como me lo pregunto yo, en medio de este trance histórico lleno de dudas.

Hemos hablado en abundancia, con palabras grandes y pomposas, del valor innegociable de la pluralidad. Hemos dado una garantía de esperanza a la gente, hablando de que la democracia es la suma de entendimientos, lo sabes tanto como yo. Vendemos esperanza frágil y a la vez encantadora, basada en el deseo, en la inducción al deseo a través de la sugestión, porque tanto tú, querido adversario, como yo, programamos en las mentes y en los corazones de nuestros conciudadanos el anhelo inflamado de unos sueños de prosperidad y de cambio. Ellos ponen generosamente de su parte: nos votan y desean y creen que, por hacerlo, por el simple y ridículo hecho de desear y de votarnos, la realidad que tanto les entristece, cambiará. 

Nosotros, estimado adversario, lo único que tenemos que hacer es hablarles con el tono encantador de la casi completa mentira, ya que nuestra supervivencia política es lo que está en juego. Practicamos el arte de la media verdad, que es el ingenio de los manipuladores que se muestran ante la amplia mayoría del populacho como magos conseguidores. Estamos moralmente muertos, querido adversario. Mantenemos la contienda viva porque nos necesitamos mutuamente para garantizar nuestra supervivencia, pero estamos atrapados en un punzante miedo que nos impide acercarnos a la sala de negociaciones. El posible entendimiento nos provoca un temor profundo a la pérdida, un vértigo indescriptible lleno de sudor frío e intestinos que se aflojan. No estamos dispuestos a perder la confianza de nuestra hinchada, de todos esos votantes a los que tratamos igual que si fueran retrasados mentales o peregrinos de una causa justa que nuestra incompetencia política ha transformado en propaganda. Nuestros votantes, querido adversario, no quieren pensar, hasta los que presuponíamos como destacados pensantes que elaboraban muy bien sus opiniones críticas hacia nosotros, han terminado por abandonar su distinguida voz intelectual para necesitar visceralmente posicionarse. Brillante conquista la de dar muerte a la inteligencia. Siempre hay que ir al hígado con un gancho de derecha, hasta que el pensador más mordaz y brillante, deje de resistirse y expulse a chorros la bilis de su propio odio hacia el enemigo que tanto tú como yo, estimado adversario, hemos creado.


El desesperante anhelo de posicionamiento es la carne joven y atractiva que da vida al populacho, vida primitiva de bestia emocionalmente portentosa y discapacitada. La propaganda es el éxtasis. Sigamos construyendo, querido adversario político, la grandiosidad de nuestro éxito. La gente siempre pone la cara. Ellos nunca fallan a la llamada de la mentira. Brindemos por nuestro odio precocinado, que el sistema sigue vivo y sin fisuras.

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