Iván López Casanova
Acierta Olegario González de Cardedal cuando afirma que «a
la trivialización de la muerte sigue la trivialización de la vida». Y también,
Unamuno cuando apuesta por mirar a la muerte de frente, como parte del
horizonte cotidiano: «se aferran a la vida los débiles». Y sostengo que tras la
moda Halloween que trata de quitar rigor a la muerte, se esconde –además de
intereses económicos− el mismo deseo de perdurabilidad: rodeando de bromitas al
morir, nos hacemos la falsa ilusión de deshacer su dura realidad. Aunque se
logra lo contrario.
Cuánta actualidad posee el Diálogo “De la Moda y de la
Muerte” de Giacomo Leopardi, el genial poeta italiano fallecido en 1837 a la
edad de treinta y nueve años. La Moda se presenta a la Muerte como hermana,
«pero tú, desde el principio, te tiraste a las personas y a la vida; yo me
contento, cuando más, con los vestidos, los ajuares, los palacios y otras cosas
parecidas. Así, persuado y refuerzo a todos los hombres elegantes a soportar
cada día mil fatigas y mil molestias y con frecuencia dolores y padecimientos,
a alguno a morir gloriosamente por el amor que me profesan».
A pesar de este argumento, la Muerte no queda muy
convencida, y le sugiere una conversación mientras practican footing, pues «yo
corro mucho, y corriendo me podrás decir lo que necesites», escribe Leopardi
juntando ironía y realismo (ojo, la muerte corre deprisa). «Si no, en gracia al
parentesco, te prometo dejarte todos mis bienes cuando me muera», le dice la
Muerte a la Moda, con sorna.
Entonces la Moda despliega sus argumentos en favor de su
hermandad con la Muerte, y afirma: «He traído al mundo tales ordenanzas y tales
costumbres que la vida misma, así por lo que respecta al cuerpo como al alma,
está más muerta que viva». ¿No deja claro que la moda de Halloween es una
salida falsa, propia de una sociedad tanatofóbica? Al menos, su comentario nos
advierte de la necesidad de ser críticos ante las modas, porque pueden ser
deletéreas.
Por el contrario, la comprensión de la muerte se atisba a través de la indagación
antropológica sobre la experiencia amorosa: entonces el ser humano se entiende
perdurable. Siempre me impresiona la conexión que Julián Marías establece entre
amor y muerte. Así, considerar como dimensión esencial ser «criatura amorosa»,
le lleva a pensar en la «inverosimilitud de la aniquilación de la persona
humana». Además, se interrogaba, por qué tantas personas en la actualidad
mantenían una actitud superficial ante el tema de que la vida termine sin más.
¿No sería por su incapacidad para amar?
Asimismo, Gabriel Marcel nos transmitía su experiencia
interior con sinceridad: «Hay una cosa que he descubierto después de la muerte
de mis padres, y es que lo que llamamos sobrevivir, en realidad es sub-vivir, y
aquellos a quienes no hemos dejado de amar con lo mejor de nosotros mismos se
convierten en una especie de bóveda palpitante, invisible, pero presentida e
incluso rozada, bajo la cual avanzamos cada vez más encorvados, más arrancados
a nosotros mismos hasta el instante en que todo quedará sumido en el amor».
«La muerte tiene miedo / cuando tú y yo decimos / y hacemos
tonterías. // Y si nos abrasamos en el fuego / de las profundidades, / ni te
digo / cómo se pone: // la he visto maldecir y echar espuma / al pie de nuestra
cama», canta el poema de José Mateos titulado “Un poema de amor”.
Cuando se ama a alguien en las pequeñeces y complicidades
diarias, cuando se vive con sinceridad el amor incondicional para toda la vida,
se domina a la Muerte −y a la Moda−. Y entonces, con Gabriel Marcel se
entiende, y se vive, su famosa sentencia: «Amar a alguien es decirle: tú no
morirás jamás».
A la muerte se la vence amando más.
Iván López Casanova, Cirujano General.
Escritor: Pensadoras del siglo XX y El sillón de pensar.
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