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lunes, 14 de abril de 2014

SEMANA SANTA EN EL VALLE

Agustín Armas Hernández.

“Todo pasa”, decía el filósofo griego Herácito.

Si: pasó el tiempo del jolgorio, de la locura, pasó “el carnaval”, para muchos  “tan alegre y divertido”.

Vino luego la cuaresma, que es el momento para la reflexión, meditación, oración y penitencia y también quedó atrás.

En plena Semana Santa nos encontramos. Semana de pasión.



Nos toca hacer balance sobre nuestra actividad y actitud, como cristiano. Nos concentramos en nuestro interior y nos preguntamos: ¿qué hemos hecho durante todo el año ahora pasado? ¿Nos hemos comportado y hemos actuado como Dios manda, teniendo sobre todo en cuenta que somos hombres mortales, que algún   día tendremos que dejar esta tierra, para dar cuentas a nuestro Hacedor, al que aquí nos ha puesto, con unos mandatos a cumplir?

A mí personalmente, la Semana Santa, me alegra, pero, por otro lado  me

Entristece. Me alegra porque me da la oportunidad de ponerme en bien con Dios, mediante la  confesión y comunión.

Pero, también me apena, pensando en la Pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, “Dios hecho carne: venido a este mundo para redimirnos del pecado”. También en lo solos y doloridos que quedaron la Virgen Santísima como sus queridos discípulos.

En estos días de la Semana Santa, miles de personas, venidas de todos los pueblos de la isla, visitan nuestros templos, del valle de La Orotava, participando con nosotros, ya sea, en los actos litúrgicos, o bien acompañando a los pasos procesionales por las calles de costumbre. De entre estas procesiones e imágenes tengo que destacar dos de ellas que por su belleza y recogimiento, siempre me han impresionado. Me llegan al corazón. Se trata del Crucificado y la Virgen de los Dolores, en la madrugada del Viernes Santo en el Puerto de la Cruz, y el Señor de la Columna y la Virgen de la Gloria, el jueves, en San Juan (villa de arriba) La Orotava.

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