EL PUERTO, SIEMPRE EL PUERTO
Salvador García Llano
Salvador García Llano
En la Peñita, expresión común coloquial con la que se identifica a la
iglesia y a la parroquia del mismo nombre, andan de conmemoración. 70 años se
han cumplido de la declaración como parroquia de aquella pequeña ermita
emplazada en el mismo corazón de uno de los sectores más llamativos y poblados
de la ciudad. Probablemente, nadie mejor que el investigador e historiador
portuense, Eduardo Zalba González, para glosar la efeméride. Lastimosamente,
nos perdimos su intervención, que seguro estuvo pletórica de datos y
referencias a la historia de este templo en el que hay registrados miles de
matrimonios y bautismos.
Pero La Peñita ha sido
también un centro polivalente de dinamización social desde que finalizó su
reedificación, allá por los años 70 del pasado siglo, obra en la que volcó
notables energías el padre Francisco, uno de los párrocos. En la planta
inferior de la iglesia, con acceso desde la calle del mismo nombre, quedó un
amplio salón parroquial que ha sido utilizado para distintos menesteres, entre
ellos el de tanatorio. Allí también hubo oficios mientras remataban los
trabajos de la nueva iglesia. Y ensayaron grupos corales. E hicieron los
preparativos de las alfombras del Corpus. Y hasta es probable que se haya hecho
algún festival lírico-musical incluido en las fiestas del mes de septiembre. En
La Peñita, además, leyó su pieza algún pregonero de la Semana Santa portuense.
Para los portuenses
siempre fue un lugar entrañable, no menos solemne, desde luego, que la Peña de
Francia de donde, por tamaño, parecía derivar su nombre. La imagen de la Virgen
viene saliendo en procesión por las calles del barrio, cada año, cuando el
verano declina. Otro párroco, el padre Lucas, de grato recuerdo, se empeñó en
que todas las celebraciones, tanto en el templo como en el exterior, tuvieran
rigor y seriedad. Le concedía, por cierto, alto valor, a la hermandad del
Calvario que sale, puntualmente, con su llamativa vestimenta y con un nutrido
grupo de nazarenos o capuchinos, en cada Semana Santa.
Los jóvenes se han ido
sucediendo en el mantenimiento del coro y en la confección de las alfombras de
flores y materiales naturales, un domingo después, por cierto, de las que aún
se hacen en la jurisdicción de la Peña, si se nos permite la licencia. A
propósito, la coral Reyes Bartlet, que ofrecerá un concierto extraordinario
para la ocasión, está vinculada históricamente a este emplazamiento religioso
del Puerto de la Cruz, donde días pasados fue bendecida una placa en memoria de
los donantes de la imagen. Su texto dice: “Esta Iglesia se levantó sobre el
solar que ocupó la ermita de Nuestra Señora de la Peña de Fuerteventura
(conocida posteriormente como La Peñita), erigida en el segundo cuarto del
siglo XVIII gracias a la generosidad de Gregorio Martín de Aguiar y su esposa María
de Orta. La comunidad parroquial de Nuestra Señora de La Peñita perpetúa así la
memoria de quienes se desvelaron por los más desfavorecidos de la población.
Puerto de la Cruz, octubre 2013. Annus Fidei”.
Pues ya son setenta años
los que tiene La Peñita. Aún es recordada la pequeña ermita de la pequeña
campana, pintada y fotografiada por artistas y numerosos portuenses. A ella se
accedía desde la calle San Felipe, cuando todavía ésta era empedrada. Después
vino la gran transformación, una obra hecha con sacrificios a la que los
vecinos aportaron cuanto pudieron. Entrando, a la derecha, hay una lápida que
recuerda la fecha de la bendición o consagración y el trabajo indesmayable del
padre Francisco.
Setenta años de La
Peñita que se conmemoran con modestia y austeridad, como tiene que ser. Con
actividades religiosas y culturales. Pero, sobre todo, con un espíritu
colectivo que es digno de respeto en los tiempos que corren.
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