José Melchor Hernández Castilla
“Por Real Orden del 15 de agosto de 1777 la Corona comisionó a Matías Gálvez para la formación del nuevo Batallón de Luisiana, cuyos puestos debían ser cubiertos por canarios. Otra vez, el rey volvía a acudir al Archipiélago para la recluta de individuos con una finalidad expresa de embarco allende los mares… Según dicha Instrucción, el recluta debía estar comprendido entre los 17 y 36 años, con una estatura media de 5 pies y 6 líneas. Además, “robusto, sin imperfección notable y sin accidentes, sin vicio indecoroso, ni extracción infame: mulato, gitano, verdugo, carnicero de oficio o castigado por la justicia”… El propio Gálvez se encargó de nombrar a los oficiales comisionados de la recluta. Bajo la dirección general de Amat, en la isla de Tenerife fueron nombrados cinco: en La Laguna, Antonio José de Eduardo, sargento mayor; en Güímar, Bernardo de Torres, capitán de Milicias; en Orotava, Marcos Urtusáustegui, ayudante del Regimiento de Milicias de Güímar; en Icod y Garachico, José Barreiro, ayudante como el anterior; en Adeje, Francisco del Castillo Santelices. Para toda la isla de Gran Canaria fue comisionado el capitán de la Compañía fija de Infantería, José Tomás de Armiaga. En la isla de Fuerteventura, el teniente Francisco Bonet. En Lanzarote, José Clavijo, ayudante de milicias y en la isla de Hierro, el capitán Felipe Antonio Bueno... Las actividades se iniciaron a primeros de abril de 1778, quedando finalizadas el 31 de mayo del año siguiente. Bastaron, pues, 13 meses para que el Batallón de Luisiana completara su cupo de 700 soldados que con sus familias respectivas alcanzó la cifra de 2.373 personas… La isla de Tenerife -incluye Santa Cruz, Icod y Orotava- aportó el mayor contingente de población. Sobre un total de 2.117 personas, estos tres focos reclutaron 1.296… Por su parte, la isla de Gran Canaria alcanzó 863 personas. Lanzarote participó solo con 18 individuos. Dentro del foco tinerfeño, Santa Cruz constituye el 34,5 %, 745 personas; Icod el 16,2 %, 352 personas; y Orotava el 9,2 %, 199 personas... Desde 10 de julio de 1778 al 5 de junio de 1779, salieron de las islas Canarias 6 barcos: Santísimo Sacramento -264 personas con 125 reclutas-; Victoria -292 personas con 88 reclutas-; San Ignacio de Loyola -423 personas con 115 reclutas-; San Juan Nepomuceno -202 personas con 53 reclutas-; Santa Faz -406 personas con 102 reclutas-; Sagrado Corazón de Jesús -423 personas con 117 reclutas-. En total 2.010 personas con 600 reclutas… En julio de 1779, habían llegado a Luisiana 1.582 canarios. De ellos, 329 eran casados y 153 solteros. El resto (1.100) eran mujeres y niños. Allí, a cada soldado le era asignado un socorro diario de 1 real y medio de plata. Esta cantidad podía ser suficiente para el recluta soltero. Sin embargo, para el casado resultaba, a todas luces, escasa; máxime cuando había de mantener a una familia, que como hemos visto, fácilmente llegaba a los 5 ó 6 miembros. Esta situación fue ya observada por el gobernador de Luisiana cuando sugirió que todos los casados dejasen de ser soldados y se convirtieran en pobladores. De esta forma, se evitaban las separaciones largas de los matrimonios y se fomentaba, dentro de lo posible, la agricultura o la ganadería. Posteriormente, esta tendencia colonizadora se acentuó en detrimento de la militar. En 1783, llegaron a Luisiana 65 familias más de las reclutadas en Canarias que habían permanecido en La Habana hasta la fecha. Inmediatamente se les dio a todas un destino para que pusieran las tierras a producir y que con la cosecha del 84 pudieran reducir los gastos que a la Real Hacienda ocasionó su estancia en La Habana y que ascendía a 56.968 pesos… Aquellos 700 soldados, que con sus familias salieron de las islas, fueron empleados en las actividades agrícolas e, incluso, ganaderas cuando aquellas no reportaran beneficios. Otros grupos se dedicaron a la pesca de gambas, y camarones, caza con trampas, entre otros… Muchos asentamientos fueron abandonados por gravosos. Los colonos no resultaron ser tan productivos como se había supuesto. Lo más trágico es que quienes se habían enrolado prometiéndose un futuro feliz en Luisiana fueron los mismos que pidieron salir de allí y ser acogidos en La Habana” (Molina Martín, Miguel, 1980. “La Participación Canaria en la Formación y Reclutamiento del Batalló de Luisiana”. IV Coloquio de Historia Canario-Americano. Cabildo de Gran Canaria Páginas 134-223. Páginas 137, 138, 142, 143, 144, 152, 154, 157, 158). De la Gomera, emigraron 85 familias que constituían un total de 393 personas, en dos años, 1777-78, según el estudio de Germán Hernández Rodríguez (1980), “La aportación de la isla de la Gomera al poblamiento de la Luisiana 1777- 78”, en el IV Coloquio de Historia Canario-Americano. Siguiendo los datos de Manuel Alvar (1998), “El dialecto Canario de Luisiana”, estima la procedencia de los llegados a Luisiana, entre 1778 y 1779 en lo siguiente: de Tenerife, el 45% de las personas, de Gran Canaria menos del 40%, el resto de La Palma, La Gomera, y en menor proporción, Lanzarote.
“Se crearon cuatro comunidades
isleñas. La que ha tenido una más larga existencia y ha perdurado hasta hoy es
San Bernardo, en la orilla este del Misisipi a unas 35 millas al sureste de
Nueva Orleans, donde se instalaron 160 familias, un total de 800 personas. El
nombre de ‘isleño’ designa a los descendientes canarios que viven en la
parroquia de San Bernardo. Según Lestrade, 1999: 4, el nombre de isleño también
resulta apropiado porque el núcleo principal de la comunidad sigue siendo
Delacroix Island, la isla… La última comunidad, Valenzuela, se situó en
el bayou La Fourche, cerca de la actual Donaldsonville, y ha permanecido
hasta hoy, a pesar de los problemas iniciales y de que la población canaria fue
casi absorbida por los acadianos -descendientes de los asentamientos franceses-,
que constituían la mayoría de la población de la zona. Los herederos de los
canarios reciben el nombre de brulis… “Los grupos que se dedicaron a la
pesca -recolección de camarones, ostras y cangrejos- y la caza con trampas –de
ratas almizcleras y de animales de pieles valiosas, y cazadores de caimanes-
fueron los que conservaron mejor sus costumbres ancestrales, mientras que los
que trabajaron en la agricultura fueron pronto asimilados por la cultura
francesa. El aislamiento de las comunidades isleñas, las estrechas relaciones
entre sus habitantes y sus especiales ocupaciones laborales contribuyeron, sin
duda, a la pervivencia de sus señas de identidad tradicionales. En 1838, el
redactor del periódico Weekly Picayune, principal periódico de Nueva
Orleans, escribió: “Su organización social nos recuerda el sistema
patriarcal. Entre ellos mismos hay algunos ancianos cuya palabra tiene la misma
influencia que la de un monarca… Se casan solamente entre ellos y raramente
contraen alianzas fuera de los límites de la parroquia. Hemos visto hasta media
docena de casas, construidas unas al lado de las otras, de forma análoga” (Samper Padilla, José Antonio y Hernández Cabrera, Clara Eugenia, 2008.
“La Luisiana”. Libro Enciclopedia del
español en los Estados Unidos. Anuario del Instituto Cervantes 2008. Páginas
75-79. Páginas 77, 78)
“En 1941,
Walter Prichard publicó su libro Some interesting Glimpses of Louisiana
a Century Ago, donde incluyó un artículo aparecido un siglo antes en el
principal periódico de Nueva Orleans, Weekly Picayune. Un profesor norteamericano, Gilbert C. Din, escribió un ensayo sobre la
comunidad isleña y, en 1982, comentó de esta manera aquel interesante artículo,
sobre la vida de los canarios de San Bernardo que ya estaban en la segunda y
tercera generación de su estancia en la Luisiana. Ese artículo había sido escrito, en el año 1838, por un periodista que
se interesó por la vida de los descendientes de emigrantes canarios que vivían
en San Bernardo, una población situada justo al lado de Nueva Orleans... Describió a los canarios que iban al
«mercado vegetal» de Nueva Orleans para vender sus cosechas de batatas,
ajos, calabazas, cebollas y otras legumbres. Llegaban de San Bernardo en sus
carros tirados por bueyes a media rinche, y pasaban la mañana siguiente vendiendo
sus vegetales. Después visitaban una tienda de comestibles donde el dueño, otro
español, les daba el desayuno y ellos compraban lo necesario. Todos hablaban
español. Su modo de vestir y sus costumbres eran distintos del resto de la
población. Calculaba el redactor de la noticia, que en 1803, al tiempo de
adquirir la Luisiana los Estados Unidos, el número de canarios de San Bernardo
pasaba de 800… Para enterarse mejor de la vida de los españoles, el redactor hizo un
viaje a San Bernardo. Muchos de los canarios continuaban siendo pequeños
agricultores, aunque algunos se ganaban la vida cazando y pescando para
suministrar al mercado de Nueva Orleans. Eran gente sencilla, con una cortesía
natural y una conducta franca. Respetaban a los ancianos y, según el redactor -pero
en realidad faltando a la verdad-, se casaban entre sí solamente. Les encantaba
ir de paseo y visitar a sus vecinos. El camino de Terre-aux-Boeufs estaba lleno
los domingos de sus cabriolés, que eran nada más que un simple carro. La
iglesia de San Bernardo era bonita, sencilla por fuera y con muchos ornamentos
por dentro. Detrás de la iglesia de San Bernardo, localizada, hoy en día, en el
mismo lugar, se encontraba el cementerio público. Los «isleños», continuó el
redactor, eran una gente feliz pero sin grandes luces. Sin embargo, poseían una
virtud social noble: ninguno gozaba un placer sin compartirlo con sus vecinos.
Finalmente, era de la opinión el periodista que dentro de poco tiempo una marea
de progreso, innovaciones y americanismos iba a vencer el establecimiento y
dejarlo sin rasgo de su herencia española” (Mora Morales, Manuel, 2019. “Así
eran los emigrantes canarios en Estados Unidos, a principios del siglo XIX”.
Redacción eltambor.es. https://www.eltambor.es/asi-eran-los-emigrantes-canarios-en-estados-unidos-a-principios-del-siglo-xix/).
Son palabras, también recogidas por MacCurdy, 1975: 477-478, quien confiesa que esta situación apenas había cambiado en los años cuarenta del siglo XX, cuando él pasaba cierto tiempo en la comunidad isleña”... “La Segunda Guerra Mundial, con el alistamiento de los jóvenes isleños, originó un sentimiento patriótico entre los habitantes de San Bernardo y los sacó de su aislamiento, porque esos soldados tomaron conciencia de su pertenencia a una gran nación. A finales de los años setenta del pasado siglo, con el auge de los movimientos de conciencia cultural en los Estados Unidos, la comunidad empezó a reconocer su identidad y muchos isleños redescubrieron sus orígenes canarios. A partir de los ochenta, ya hay contactos oficiales regulares con el gobierno autónomo de Canarias. La creación de Los Isleños Heritage and Cultural Society (1976), el Isleño Museum y la programación de unos cursos informales de verano reflejan el esfuerzo de los descendientes de canarios por mantener su dialecto y sus tradiciones -Coles, 1993, da información detallada de las actividades desarrolladas por estas instituciones-. También, se creó la Canary Islands Descendants Association of San Bernardo, CIDA, que cuenta con un museo en la llamada Casa Lopez.Vid., entre otros, Lestrade, 1999: 7-9, y Fariñas (2006). Se cuenta con un número importante de cintas magnetofónicas con grabaciones de isleños y de películas en las que se entrevista a los miembros más viejos de la comunidad”… “El mantenimiento del español, con las características propias de la modalidad canaria, se ha explicado por las condiciones de aislamiento en que vivió durante casi dos siglos la comunidad de isleños. Es más que probable la llegada de otros canarios, porque la ya conocida tendencia histórica de este pueblo a la emigración se vería favorecida en este caso concreto por las noticias y las invitaciones que les llegarían de los isleños ya aclimatados en Luisiana. Por otro lado, hay datos objetivos que confirman la llegada de nuevos emigrantes: Guillotte, 1982: 27, señala que en la comunidad de los isleños en 1850, había 63 habitantes que habían nacido en España peninsular, 7 en Canarias, 7 en Cuba y 7 en México… “La llegada de otros españoles continuó en el siglo XX; muchos eran marinos que entraban en contacto en Nueva Orleans con los descendientes de canarios y que, en algunos casos, acababan casándose con isleñas. En un proceso de koinización (nueva variedad nacido de distintos dialectos, en los que puede predominar uno de ellos) tan frecuente en el Nuevo Continente, estos españoles de distinta procedencia terminaban adaptando su norma lingüística a la predominante en la comunidad. La llegada de los inmigrantes hispanos suponía, sin duda, un refuerzo de las tradiciones de la comunidad: “La cultura hispánica de la parroquia de St. Bernard puede entonces caracterizarse, no tanto por su aislamiento conservador, dependiente tan solo de sus lejanos orígenes canarios, sino más bien por su tradición dinámica y ecléctica, que se enriqueció con continuos y abundantes préstamos, tomados de otras fuentes hispánicas, para crear su propia e inconfundible herencia isleña” -Armistead, 2007: 229- (Samper Padilla, José Antonio y Hernández Cabrera, Clara Eugenia, 2008. “La Luisiana”. Libro Enciclopedia del español en los Estados Unidos. Anuario del Instituto Cervantes 2008. Páginas 75-79. Páginas 78, 79)
En 1803, Luisiana pasó a ser pertenencia de los Estados Unidos, apareció
el inglés como fantasma que vendría en busca de nuevas adquisiciones. El
español que se poseía era el único recurso para vitalizar los daños que el
tiempo iba produciendo. Entonces, la analogía fue un buen recurso terapéutico
para las dolencias, pero no siempre pudo salvar los elementos lastimados; en
otros casos, se recurrió a describir aquello que se pretendía. Y la lengua
adquirió unos rasgos harto notorios” (Alvar, Manuel, 1998. El dialecto canario
de Luisiana. Gobierno de Canarias. Página 98).
“En total, son unos 170 términos (sobre 547) los que, a mi modo de ver,
pertenecen al dialecto canario llevado a Luisiana. Los datos que manejo son
reducidos, es evidente, pero objetivos, evidente, también. Creo, pues, que del
Cuestionario del ALEICan –Atlas lingüístico y etnográfico de las islas
canarias, 1975-78 de Manuel Alvar, Cabildo de Gran Canaria- hemos extraídos
cuantos informes se nos han facilitado: 310 términos panhispánicos (de habla
española) y 82 regionales. El resto poco va a contar. Pero lo que estas listas
nos muestra es una historia lingüística que no parece admitir ninguna duda.
Pero hay más: hemos visto cómo la lengua importada ha sufrido un triple proceso
de adaptación, adopción y creación, sin falsear su propia historia…
Léxico común en Luisiana y Canarias:
1) Términos españoles, aunque no pertenecientes a la
lengua común, que migran en el siglo XVIII: cuero –piel-, quemar –escocer-,
colorao –pelirrojo-, gañote –garganta-, quebrá –hernia-, encocriyao –agachado-,
patá –coz-, hediendo –el aliento-, sarpulyo –sarpullido-, pote –puchero-, y 46
palabras más.
2) Elementos
transplantados de Canarias y que fueron adaptados: quehada –mandíbula-, sípela
–erisipela-, el sartén, sopar –ensopar-, vuelta cahnero –voltereta-, san juan
–junio-, santiago –julio-, fango –barro-, fanguero –barrizal-, lo legumbre, el
ubre, palomita –mariposa-, arraclán –alacrán-.
3)
Lusismos (de procedencia portuguesa): totiso, gago
–tartamudo-, taramela –taravilla-, fechadura –cerradura-, fechá –cerrar-,
debaso –holgazán-, gamo –gajo de la naranja-, coruho –lechuza-, todos de uso
habitual en Canarias.
4) Guanchismos, hartos significativos: gofio –cereal
típico de Canarias-, beletrén –calostro en Tenerife-, guirre –ave carroñera-...
Y supuestos guanchismos, aunque no lo parecen, como tansuelo –orsuelo-, taroso
–caroso-.
5) Determinadas palabras que, según el ALEICAN, nos
indica la procedencia de determinadas palabras de los emigrantes del siglo
XVIII a Luisiana. Hay términos de las islas occidentales: lagaña, hugo –zumo-,
machorra. Hay otros específicamente palmeros: pescuezo –nuca-, miná –binar-,
frijol, chivo –macho cabrío-; y palmero y de otra isla: como Tenerife, borbuha,
Tenerife y La Gomera, cabra frente a baifo; y grancanarios, burrito –asno
lechal-“. Los términos de la isla de La Palma, en relación con las otras islas
canarias, coinciden con más frecuencia con el canario de Luisiana (Alvar,
Manuel, 1998. El dialecto canario de Luisiana. Gobierno de Canarias. Páginas
99-101).
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