José Melchor Hernández Castilla
En los largos viajes familiares, desde el norte de Tenerife al sur de la isla, se pasaba irremediablemente por la llamada autopista norte (TF-5). Y a la altura de San Cristóbal de La Laguna se erigía el monumento del Padre Anchieta. Mi madre, que no era dada a bromas ni a chistes, decía, al paso de la enorme figura, que el Padre Anchieta movía la cabeza; algo que comprobábamos científicamente cuando volvíamos de vuelta del sur y pasábamos de nuevo por la ciudad lagunera. Efectivamente, la cabeza del Padre Anchieta se movía. Era un suceso milagroso que en mi condición de párvulo creía fielmente. Con el tiempo, y las risas de mis hermanas, empecé a entender la lógica del suceso milagroso…
“El 28 de octubre de 1960, con el monumento todavía a bordo del trasatlántico
Cabo de San Vicente, que lo había traído de Brasil, su autor el gran artista
brasileño Bruno Giorgi -Mococa, São Paulo, 1905-Rio de Janeiro, 1993- recorrió
nuestra ciudad con el alcalde Benítez de Lugo y eligió, para situarlo, un
amplio óvalo de césped en la confluencia de la autopista del norte con la
avenida de la Trinidad… El profesor titular de Escultura de la ULL doctor Tomás
Oropesa Hernández, especialista muy cualificado en la materia, denunciaba en
2014 -El Anchieta de Bruno Giorgi, revista Anchiétea, nº 2, pp. 155/165-
"los altos índices de polución" que están "incrementando el
proceso de deterioro de la estatua", porque "la corrosión de los
metales es uno de los grandes problemas que provoca la contaminación", y
el intenso tráfico rodado genera "una alta exposición a diferentes agentes
químicos y medioambientales que dañan y alteran la composición del bronce, así
como la pátina que cubre la superficie del metal"… Salvo el primer
emplazamiento, el monumento nunca tuvo, desafortunadamente, el que demandan sus
excepcionales calidades plásticas y alta significación. La ubicación actual, en
un nudo de tráfico muy intenso y contaminante, además de dañarlo dificulta que
se aprecie su belleza y extraordinaria categoría artística, uno de los fines primordiales
de toda escultura urbana, ni es el espacio cimero para exaltar su grandeza, la
de un tinerfeño insigne y su asombrosa obra evangelizadora, literaria y
humanística, la de primer poeta y primer dramaturgo que nació en Canarias,
padre asimismo de la literatura brasileña y autor de realizaciones
trascendentales en campos como la botánica, la lexicología o los derechos
humanos y como cofundador de grandes urbes -São Paulo y Rio de Janeiro-
(Izquierdo, Eliseo, 11-08-2019 . “Salvemos el monumento a Anchieta”. Periódico
EL DIA en Opinión).
El vasco Juan de Anchieta, padre de José de Anchieta, se estableció en
San Cristóbal de La Laguna en 1529. Era escribano de la residencia contra el
segundo adelantado de Canarias, don Pedro Fernández de Lugo, realizada por el
juez licenciado Pedro Fernández de Reina.
El mismo tuvo nueve hijos con Mencía Díaz de Clavijo, entre 1531 y 1548
(Rumeu de Armas, Antonio, 2007. “El linaje de Anchieta en la isla de Tenerife”.
AEA, nº 53. Página Página 434).
José de Anchieta es bautizado en la Iglesia de Los Remedios el 7 de
abril de 1734 por Juan Gutiérrez, el vicario de Tenerife, la máxima autoridad
eclesiástica de la isla:
“Jusepe.hijo de Joan de Ancheta y de su muger fue bautisudo en VII del
mes de abril por Joan Gutierres, vicario. fueron sus padrinos Doménigo Riso y
don Alonso”.
Los padrinos fueron Doménigo Rizo Grimaldi, mercader genovés, afincado en Tenerife; y el hijo de don Pedro Fernández de Lugo, segundo adelantado, don Alonso Luis Fernández de Lugo, que gobernará en Tenerife y La Palma y en Santa Marta –Colombia- (González Luis, Francisco, 1988. Nuevas informaciones en relación con el beato José de Achieta, S. J. en las actas capitulares. AEA, nº 34. Páginas 579, 583, 584).
José de Anchieta con 7 ó 8 años era enviado desde niño a estudiar a
Portugal. A los 17 años, ya era jesuita. Había estudiado en Coimbra retórica y
parte de la filosofía. A los 19 años, sin haber terminado sus estudios, llegó a
Brasil. Con 20 años, se le envió con unos compañeros a Piratininga para fundar
un colegio. Fue nombrado maestrescuela, prefecto de estudios, y profesor de
Humanidades. Explicaba la secunda clase de latín a los indígenas; mientras
tanto, el aprendía el tupí, idioma de los mismos. A partir de ahí, comienza su
carrera de escritor… De José de Anchieta se han conservado unas treinta cartas
de aviso a sus superiores; las más numerosas, y las que traen noticias más
curiosas sobre el país, son las escritas entre 1554 y 1564 desde Piratininga,
que es la actual ciudad de Sao Paulo… En su carta de mayo de 1560, un universo
nuevo, que se descubre en su compañía, poblado por loros que se pueden comer,
por tatúes de “deliciosos sabor”, por osos hormigueros cuya carne es mejor que
la de vaca, por perezosos que hacen a uno perder mucho tiempo en mirarlos, por
ser tan lentos que no sabe cuánto tiempo invierten en levantar la mano. Las
llamas le parecen al jesuita explorador una “ovejas salvajes, grandes como
vacas”; uno de sus compañeros ha comido de su carne y le pareció, dice, que “en
nada difiere de la carne de cerdo estofado”… Los jesuitas pasaban hambre… Los
indios comían carne humana, por necesidad, porque no tenían mucho que comer.
Así, José de Anchieta, hablaba de unos gusanos blancos, que solía comer con
gusto… de piedras elásticas; erizos cuyas púas entran solas en la piel de aquel
que los toca; cobras que se atragantan con su presa y se pudren, pero vuelven a
reformar su piel… Existe, en aquellas regiones, una variedad infinita de
hormigas, de numerosas especies y nombres diferentes; y añade “de lo cual diré
de paso que es muy usual en la lengua de Brasil dar nombres diferentes a las
especies, mientras a los géneros rara veces se les conoce por una denominación
propia. Así, no existe un nombre genérico para las hormigas, el cangrejo, la rata
y muchos otros animales; sin embargo, las variedades, que son casi infinitas,
tienen cada una su nombre propio, de modo que es de admirar tan grande riqueza
y variedad de palabras” (Cioranescu, Alejandro, 1987. “José de Anchieta,
Escritor”. Instituto de Estudios Canarios. Páginas 8, 9, 10, 11).
Su biográfo Simón de Vasconcelos dice de Anchieta: “transformaba en
cantares piadosos con mucha gracia y delicadeza los cantos profanos que se
usaban entonces, con provecho de las almas; porque, dejándose de lado las
lascivas, no se oía otra cosa por los caminos que cantares a lo divino”. José
de Anchieta es el primer poeta canario. Así, alrededor del 45% de las
composiciones poéticas de Anchieta están escritas en español; el 18% en
portugués; el 26% en tupí, el 4% en latín y el 7% en los tres idiomas modernos…
Azpilcueta Navarro, otro jesuita, pariente de Anchieta, fue el primero en
pronunciar sermones en la lengua de los indígenas; pero Anchieta fue el primero
en escribir poesía en lengua tupí…
Por otra parte, en su prosa funcional, Anchieta escribió un manual de
lengua tupí, variante del guaraní, compuesto por una gramática y un
vocabulario, que se publicó en Lisboa, dos años antes de su fallecimiento,
1595; tuvo 9 ediciones; a mediados del siglo XVII su uso era corriente en
algunos colegios de jesuitas de Brasil para los futuros misioneros (Cioranescu,
Alejandro, 1987. “José de Anchieta, Escritor”. Instituto de Estudios Canarios.
Páginas 9, 12, 13, 14).
El Padre Manuel de Nobrega, provincial de los jesuitas, y buen amigo de Anchieta, le pidió que hiciese algún acto para dar fin los espectáculos “poco decentes”, que se representaban en los templos. Así, fue como Anchieta aprovechó el teatro para la educación de las masas, conociendo la devoción de los indios para el baile y el canto… La obra dramática más compleja es el Auto de San Lorenzo, representado en Niteroi en 1583. Así, se produce el supuesto milagro, de la detención de la lluvia, para que pudiese desarrollar el disfrute de la misma por parte del público asistente…. Esta obra, se realizaba en el contexto, de colonos portugueses que se mezclaban con los indígenas, que no habían desechado del todo la antropofagia; la existencia de una dudosa moralidad social; y la colaboración resurgente del indio con el enemigo francés en la zona de la bahía de Guanabara… El auto cuenta con aproximadamente 1.500 versos, 870 en tupí y 600 en español; en portugués no pasan de 40… El sentido religioso del Auto de San Lorenzo es destacar los dos enemigos que hay que combatir sin descanso: “la presencia de franceses herejes, aliados y cómplices del diablo, y la flaqueza de los indios, demasiado propensos a dar marcha atrás y reincidir en sus errores recientes”: Al principio, Guaixará, rey de los demonios, se queja del abandono en que lo tienen sus fieles súbditos, los indios. Discute con sus acólitos la oportunidad de una nueva ofensiva para recobrar su presa; confían en que será cosa fácil, porque los indios son "pecadores perfectos" y muy propensos a las tentaciones de los sentidos. Pero no han contado bastante con la protección que les brindan ahora San Lorenzo, patrono de la nueva iglesia de Niteroi, y San Sebastián, patrono de Río de Janeiro. Los santos, naturalmente, ganan la batalla y los demonios se consuelan haciendo un banquete de los dos emperadores Decio y Valeriana, que les han sido entregados para castigo por haber martirizado en su tiempo a los dos patronos (Cioranescu, Alejandro, 1987. “José de Anchieta, Escritor”. Instituto de Estudios Canarios. Páginas 14, 15, 16, 17).
José María Iraburu (2003), en su libro “Hechos de los Apóstoles de
América” (páginas 215 y 216), nos relata algunos de los aspectos milagrosos de
José de Anchieta:
“En una ocasión, estando en la ribera del mar con un Her¬mano y otros pescadores, él se retiró a un rincón apartado de la orilla, donde estuvo tres o cuatro horas en oración. En este tiempo fue el mar creciendo, pero supo respetar al beato Anchieta sin salpicarle siquiera con sus aguas, de tal modo que cuando fue el Hermano a buscarle, primero le llamó a gritos, y luego hubo de «meterse entre dos montes de agua por el lado que dejaba el mar abierto, y avisó al Padre que era ya tiempo de recogerse». Cuando luego el Hermano manifestó su asombro, el Padre le dijo, sin darle mayor importancia: «¿No sabéis que el mar y el viento le obedecen?» (577).
También fueron muchas las sanaciones, tanto de portugueses como de
indios, obradas por Dios a través del padre Anchieta. Y el santo misionero de
Dios, que tantas veces produjo en otros la salud, no tenía temor a los venenos
o a las bestias feroces. Yendo una vez con otro de camino, les salió una
víbora, y el compañero espantado quiso huir, pero el padre le retuvo, y como
bromeando con la sierpe, la pisó con su pie, desnudo como siempre, incitándole
a picarle como castigo, pues era un pecador; pero la víbora se estuvo quieta,
hasta que el padre, mandándole no hacer mal a nadie, alzó el pie y la dejó
marchar (558).
Los casos prodigio¬sos de profecía fueron también muy numerosos en San
José de Anchieta. «Las profecías de este siervo de Dios fueron tantas y tan
claras, asegura Nieremberg, que parece no le tenía Dios encubierta cosa como a
su fidelísimo amigo» (585). «Cuanto decía este siervo de Dios era profecía,
diciendo a las madres los sucesos de sus hijos, a las casadas de sus maridos
ausentes, a los mercaderes de sus naves y mercancías, a los religiosos aun de
sus pensamientos. Y fuera nunca acabar si hubiéramos de decir todas las
maravillas y prodigios que obró Dios por este su siervo, a quien escogió la
divina bondad para mostrar por él a aquellas gentes el poder de Omnipotencia»
(591)”.
A un desconocido que pretendía casarse, se lo prohibía, recordándole
que su esposa vivía. A una mujer desconsolada, que daba por muerto a su marido,
le aseguraba que estaba vivo y que regresaría en tales circunstancias.
Visitando una vez, ya viejo, al en¬fermero, encontró a éste escribiendo a su
hermana de Lisboa, y le dijo que no perdiera el tiempo, o que enviara la carta
al cielo, pues ya había muerto. El enfermero le pidió, en¬tonces, que ofreciese
una misa por ella. «Ya lo he hecho, le respondió el padre Anchieta, cuando ella
partió de esta vida» (556)… Y todos creían en sus palabras, pues ya sabían de
otras veces que se cumplían siempre.
Este don lo tuvo desde bastante joven, pues ya de sus años en
Pirati¬ninga hay varias anécdotas, como la siguiente. Un día el padre Adán
Gon¬zález, estando en oración en la azotea, tuvo una visión en la que presintió
que un hijo suyo, el Hermano Bartolomé, que había ingresado también en la
Compañía, había muerto. Cuando al año vino en una nave la noticia, el padre
González le pidió al beato Anchieta que ofreciera una misa por él. Le respondió
éste que ya le había ofrecido cinco misas, precisamente cuando él tuvo aquella
visión de la azotea, pues entonces fue cuando efec¬tivamente murió su hijo
(555).
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