Evaristo Fuentes Melián
Se acabaron las ideologías. Domina la tecnocracia, el desarrollo económico por medio de la tecnología. Ya no manda Franco; ya don Bartolomé March no hace hoteles de lujo; ya el señor Tavío no es el cacique del Sur de Tenerife. No. Ahora siguen mandando sus hijos y sus nietos y unos pocos analfabetos emergentes, nuevos burgueses, nuevos ricos, que se han sumado e incorporado a la cúpula empresarial minoritaria. Pero están camuflados, enmascarados, tras unas siglas comerciales preferentemente anónimas, de la más diversa índole y nomenclatura. Unos nuevos y otros viejos ricachones se apuntalan, se permiten, se soportan mutuamente para manejar el cotarro. Son los dueños de los centros sanitarios en alquiler, de los amplios aparcamientos soterrados de las urbes, los concesionarios de las gasolinas y gasolineras, los dueños de los edificios alquilados a los gobiernos, los administradores de los bienes públicos de primera necesidad… Y tienden a ‘anonimizarse’ (permanecer anónimos), porque les conviene, por su seguridad personal y por la seguridad de sus múltiples empresas. El dinero y los bienes que les sobran por exceso, desaparecen en paraísos fiscales.
Dicen economistas canarios, profesores universitarios de mi total
confianza, que un tercio del dinero en el planeta Tierra anda sin control, en
estos paraísos fiscales; Hacienda y el Fisco, pues, se ven imposibilitados de
controlarlos e imponerles sus impuestos
respectivos, valga la redundancia. Nadie pide un comunismo rasante y a
rajatabla, eso es una utopía inalcanzable.
Sin embargo, sería bueno, para la salud mental y material de todos los
que ven controlados sus míseros sueldos, que los señores del mucho dinero y
gruesos patrimonios, los declararan también al completo, y que abonaran el
porcentaje correspondiente en impuestos.
Se acabaron las ideologías, los partidos políticos cada vez pintan
menos. La quimérica solidaridad sesentayochista (concretamente de mayo del 68)
es eso, una quimera, una pollabobada inconsecuente de ideólogos orates. Los medios
de comunicación quedarán (ya han quedado) comprados por el Poder, o enmudecidos
sin la ayuda gubernamental para su subsistencia.
Todo proyecto de bien general para el pueblo llano, se llena de
irregularidades desde el primer momento. Se proyectan sistemas de energías
solares y eólicas renovables, muelles, puertos magnificentes, montañas
‘tindayeras’ escultóricas horadadas… Y antes de que la idea ponga sus pies
pragmáticos en el suelo, ya te salen una comisión y cuatro lobos, tres
cobradores intermediarios de los terrenos afectados, y una y mil promesas de
“te doy el 20% de la subasta”… En fin, que la obra si llega a ¿buen fin? está
rodeada de más mierda que el palo de un gallinero.
Espectador
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