José Melchor Hernández Castilla
El dialecto canario o habla canaria es la modalidad del español propia de las Islas Canarias. El dialecto canario influyó en el español de Cuba, Puerto Rico, Venezuela y República Dominicana en la emigración canaria en la época colonial española. La fundación de lugares como Montevideo -actual Uruguay-, San Antonio de Texas y Luisiana -actual Estados Unidos- por parte de canarios ha dejado su huella lingüística en estos lugares. La emigración a América continuó a finales del siglo XIX y el XX en Cuba, y posteriormente a Venezuela, hasta prácticamente los años 70 (Wikipedia.org).
“La lexicografía nos demuestra que algunas palabras del archipiélago, 127 más exactamente, subsisten en el habla uruguaya. No todas subsisten desde 1726, algunas llegaron en tiempos de Uruguay -1830-, pero las más son un testimonio viviente de la canarización de Montevideo”. Algunos de estos términos son provenientes de las islas, lo que llamamos “canarismos”, pero otras -la mayoría- son palabras que si bien no pertenecen al habla canaria, llegaron a Montevideo a través de éstos. Los autores así lo consignan. Más que nada son términos náuticos de origen portugués o español peninsular, o son palabras utilizadas en común con toda España y que no se sabe con certeza su historia. Las palabras no mienten porque no tienen necesidad. La gente todavía teme a las ‘aguavivas’, coloca el agua en ‘baldes’, se quema con ‘charamuscas’, come ‘duraznos’, al igual que ‘gofio’, y cuando alguien no parece del todo inteligente, le llama ‘zonzo’. “Solían ir a los raboneros en verano a retozar y darse un baño en la playa sin temor a las aguas-vivas”. Esta crónica de Isidoro de María es fechada en 1750, por el mismo autor; no es raro entonces pensar que esta palabra haya llegado en 1726 ó 1729. Aunque, Laguarda Trías (Voces de Canarias en el habla montevideana, 1982) plantea que es reciente su uso dado que la primera noticia que tiene del vocablo es de 1866 -Viera y Clavijo-, nadie puede saber a ciencia cierta cuándo se acuñó. Pensemos que De María escribió esta crónica antes de 1887, año en que salió la primera impresión; no es raro pensar que no conocía quizás esta publicación de 1866. Otro de los términos es balde: “Vieran ustedes la avalancha a ellos -a los carros aguadores- de chicos y grandes, con sus baldes”; también en crónicas de Isidoro de María. Balde, como cubo de madera para el agua y es así como se utiliza hoy día. Éste, según Laguarda Trías, es un término que procede de Portugal y ya en el siglo XVI se encuentra en el habla de los marineros. Desde ahí, pasó hacia las Islas Canarias -hay documentos que lo consignan-, y, luego, a Montevideo. Charamusca, así como “leña menuda que se hace fuego en el campo”, es una voz que se encuentra en Canarias, pero como muchas más, viene del léxico náutico español. Pero en las Canarias es muy utilizado, y aquí, en Uruguay, lo consigna De María en una crónica de 1805: “Hacían su fueguito con charamuscas para calentar el agua en la calderita de fierro para el mate” - Montevideo antiguo, tomo II, pág. 94-. Gofio debe ser, de las palabras canarias, la más conocida por los uruguayos. El gofio como “harina gruesa de maíz, trigo o cebada tostada” (DRAE) es un alimento muy consumido en Uruguay. Esta es una de las únicas palabras guanches -nativos de las Islas Canarias- que subsisten en las islas. No es raro que sea tan utilizada en la colonia poblacional más importante de aquellas islas: Montevideo. “El criollito, mojonero / que come gofio a puñaos”, nos relata el Viejo Pancho -Alonso y Trelles-. Es ésta, una de las tantas veces que el término aparece en Uruguay. Antes de que llegaran los primeros canarios, para denominar a la harina tostada se utilizaba la voz quechua chuchuca o chuchoca. Es más que claro que este modismo que hasta hoy subsiste, como el alimento que determina, llegó con los canarios entre 1726 y 1729. Larrañaga, en su viaje hacia Paysandú para reunirse con el jefe de los orientales en 1815, levantó un diario que ha quedado para la posteridad. Observaciones y más observaciones son las que quedaron de un viaje largo y cansador. “De la misma bosta o estiércol usan para el fuego y para reboque [sic] o enlucido de los ranchos”. El término ‘bosta’ es muy utilizado en el campo uruguayo hasta nuestros tiempos. Así como “excremento del ganado vacuno y equino”, el término, si bien tiene una raíz gallego-portuguesa, que a su vez tiene su arranque en el latín tardío –bostar-, es muy utilizado en Canarias. Además, consignan los especialistas, fue introducido a América desde las Canarias, dado que se puede rastrear en los países con esa influencia. Entre las palabras que son casi un legado canario a Montevideo, y que todavía se utilizan sólo aquí, encontramos el vocablo ‘pileta’ como instalación para lavar la ropa. En Montevideo, su uso lo consigna el cronista De María: “La primera demente o idiota que se recogió en el hospital fue una desgraciada traída de Canelones, que le llamaban la Mata-toros, pero tan inofensiva que andaba suelta, ocupada en el lavado de ropas de hospital en la pileta del mismo”. Esta voz se utiliza hasta el presente, al igual que el artefacto llamado pileta en el que nuestras madres lavaron tantas toneladas de ropa. Terminando este viaje por las palabras -aunque quedan términos como velorio, viejo/a, como padre o madre, uñero, zonzo y muchas otras-, diremos que la mayoría de estas palabras no son de origen canario, sino que llegaron aquí presumiblemente a través de las islas; y a pesar de una gran serie de movimientos poblacionales que se dieron hacia Uruguay en 200 años, de todos los países de Europa. A muy grandes rasgos: las Invasiones Inglesas, en 1830, durante la Guerra Grande -ejércitos franceses, ingleses e italianos-, alrededor de 1880-1890, durante la Primera Guerra Mundial -1914-1918-, en la Guerra Civil española -1936-, durante la Segunda Guerra Mundial -1939-45-. Estas fueron las grandes migraciones que recibieron Montevideo y Uruguay. A pesar de todo esto, subsistió algo de aquellos fundadores, algo que debemos desempolvar, capa tras capa descubrir nuestro pasado y entender nuestro presente. De a poco y despacio, descubrir raíces. Dime cómo hablas y te diré de dónde vienes, dime Montevideo y te diré canarios” (Dime cómo hablas y te diré de dónde vienes, 1-9-2020. Link Cara y Caretas. https://www.entornointeligente.com/dime-cmo-hablas-y-te-dir-de-dnde-vienes/).
“El 1° de febrero de 1725, el Consejo de Indias sometió a la aprobación de Felipe V el envío de 25 familias de Canarias e igual número de Galicia. Lorenzo Fernández de Villavicencio, marqués de Valhermoso, que a la sazón era gobernador de Canarias, con la cooperación del juez de Indias Bartolomé de Casabuena y Mesa, tomó inmediatamente las medidas de ejecución. En septiembre de 1725, todo estaba listo para el embarque, pero hubo de aplazarse éste por un año, en razón de las dificultades internacionales ocurridas con Inglaterra, con lo que salieron sólo familias de Canarias, y se anuló la expedición de Galicia. El núcleo colonizador se constituyó rápidamente por medio de avisos fijados en Santa Cruz de Tenerife, La Orotava y Tacoronte. El 16 de agosto de 1726, se embarcaron 25 familias -100 personas-, desde el puerto de Santa Cruz de Tenerife en el barco Nuestra Señora de la Encina. Llegaron a Montevideo el 19 de noviembre de 1726 (Fernández, David, 1964. “Los canarios en Uruguay”. En Revista de historia canaria. La Laguna: Universidad de La Laguna. Tomo 29, 1964. Páginas 56 y 57).
El grupo de inmigrantes canarios que constituyó la primera expedición lo formaban una clase laboriosa y pacífica. Estos son los padres de familia de la primera expedición canaria para la fundación de Montevideo:
1) Tomás de Aquino, vecino de Santa Cruz de Tenerife, maestro zapatero.
2) Domingo Alberto de Casares, vecino de La Laguna (Tenerife).
3) José Fernández Medina, natural de Puntallana (La Palma), que por ser el único natural de esta isla se le conoce con el apodo de «El Palmero». Capitán de la compañía de caballos corazas (coraceros) y el primer alcalde de segundo voto de la ciudad (1730); alcalde de primer voto en 1732, 1738 y 1743; alférez real en 1745; procurador general en 1746, y depositario general en 1749 y 1751.
4) Ángel García, vecino de La Laguna (Tenerife).
5) Antonio García de Ávila, alguacil mayor en 1751; depositario general en 1756 y 1759, y alcalde de segundo voto en 1764.
6) Tomás González Padrón, vecino de Santa Cruz de Tenerife, alcalde de primer voto en 1731; alcalde provincial en 1738 y 1739; procurador general en 1744, y tres años después sustituyó en estas funciones al titular fallecido. En 1749, volvió a ser alcalde de primer voto por inhabilitación del titular.
7) Francisco Martín, vecino de Santa Cruz de Tenerife, fiel ejecutor en 1733.
8) Juan Martín, vecino de Santa Cruz de Tenerife, capataz de las carreteras del rey; depositario en 1733. Antecesor de Mitre (1774-1845).
9) Silvestre Pérez Bravo, vecino de El Sauzal (Tenerife).
10) Isidoro Pérez de Rojas y Cabrera, vecino de Santa Cruz de Tenerife, nombrado el primer fiel ejecutor de la ciudad (1730). Se dio el caso excepcional de presentar su renuncia, siendo aceptada por Zabala. Procurador general en 1732, 1740 y 1754; depositario general en 1736 y 1737, y alcalde de primer voto en 1742 y 1743, siendo esta última elección anulada por el gobernador.
11) Felipe Pérez de Sosa, vecino de El Sauzal (Tenerife), fiel ejecutor en 1732, 1734 y 1741; alcalde de segundo voto en 1735; alférez real en 1736 y 1746, y depositario general en 1752 y 1755. Antecesor de Pérez Castellano (1743-1815).
12) Tomás Tejera, vecino de La Laguna (Tenerife), alcalde provincial en 1732; alcalde de segundo voto en 1734; alférez real en 1737, depositario general en 1748 y procurador general en 1750.
13) Manuel Tejera, hijo del anterior, natural de La Laguna (Tenerife), alcalde de la Santa Hermandad en 1748.
14) Juan de Vera Suárez, vecino de Santa Cruz de Tenerife, depositario general en 1731.
15) Jacinto de Zerpa, vecino de Santa Cruz de Tenerife, alguacil mayor en 1733 y fiel ejecutor en 1738 y 1739.
La labor iniciada por la primera expedición canaria fue seguida por la segunda, que arribó a Montevideo el 27 de marzo de 1729 a bordo del «San Martín»; la componían 30 familias de 5 personas cada una, es decir un total de 150 pasajeros (Fernández, David, 1964. “Los canarios en Uruguay”. En Revista de historia canaria. La Laguna: Universidad de La Laguna. Tomo 29, 1964. Páginas 57 y 58).
Después de las dos expediciones fundacionales de Montevideo continúan llegando inmigraciones canarias al Uruguay; así, vemos que poco tiempo después de la fundación de Canelones, capital del actual departamento del mismo nombre -1776-, con quince familias asturianas y gallegas, se incorporaron varias familias procedentes de Canarias, que no sólo van a consolidar dicha fundación, sino que en migraciones sucesivas van a ir extendiéndose por todos los lugares del departamento hasta tal punto que va a dársele el nombre de canarios a todos los habitantes de este departamento. En 1788, se fundó la actual ciudad de Pando –Canelones-, con lo que se contó con las familias procedentes de Canarias y Asturias, que fueron las primeras en afincarse en el pueblo, dedicándose al agro en los terrenos limítrofes a la incipiente población. De igual modo participaron en la población de Tala, Santa Lucía, etc. (Fernández, David, 1964. “Los canarios en Uruguay”. En Revista de historia canaria. La Laguna: Universidad de La Laguna. Tomo 29, 1964. Página 61).
Al comenzar el siglo XIX sigue llegando a los puertos uruguayos inmigración canaria. El 10 de enero de 1813 arriban a Montevideo, a bordo del bergantín «Silveira», 377 canarios con el propósito de aumentar la población en este país. Este contingente se vio acrecido en febrero siguiente con otros 300 inmigrantes que, como los anteriores, proceda de la isla de Lanzarote (Fernández, David, 1964. “Los canarios en Uruguay”. En Revista de historia canaria. La Laguna: Universidad de La Laguna. Tomo 29, 1964. Páginas 61, 62).
Ya en tiempos de la administración de Rivera (1830), el canario don Francisco Aguilar y Leal había presentado al gobierno el proyecto de fomentar la inmigración de agricultores de Canarias; consultado si tal inmigración sería bien recibida por las autoridades nacionales, y en caso afirmativo si podía contar con alguna ayuda pecuniaria, el gobierno contestó que carecía de fondos, pero que los colonos podían contar con la más decidida protección de su parte. La falta de recursos que imposibilitaba el aporte oficial no fue óbice para que a mediados de 1833 fondeara en Maldonado, bajo «bandera de parlamento>, una goleta española con 180 inmigrantes canarios; todavía no habían sido reanudadas las relaciones con la Madre Patria… Más de 700 inmigrantes se sumaron al cabo de ese año… (Fernández, David, 1964. “Los canarios en Uruguay”. En Revista de historia canaria. La Laguna: Universidad de La Laguna. Tomo 29, 1964. Página 62).
En 1834, el cónsul francés en Montevideo, en informe al gobierno de su país, dice que la población de la de la campiña uruguaya se ha acrecentado considerablemente desde hace algunos años haciendo destacar como causa primordial la inmigración de los habitantes de Canarias que en crecido número han arribado al país. Al amparo del primer acuerdo de inmigración con las autoridades españolas, concertado en Bayona en 1835, el movimiento inmigratorio cobró rápido vuelo, llegando varios contingentes de canarios, al igual que vascos y navarros (Fernández, David, 1964. “Los canarios en Uruguay”. En Revista de historia canaria. La Laguna: Universidad de La Laguna. Tomo 29, 1964. Páginas 62 y 63).
Entre 1833 y 1841, se registró gran afluencia de inmigrantes, calculándose su número alrededor de 22.000, principalmente canarios. Se ha Señalado que entre 1835 y 1842 llegaron 8.200 canarios." Esta corriente migratoria, interrumpida durante la Guerra Grande, prosiguió luego con creciente intensidad. La llegada de esta inmigración, en su gran parte agricultores, tiene extraordinaria importancia en el desarrollo de la agricultura uruguaya.
El genial pintor Juan María Blanes ha inmortalizado en una acuarela del álbum de la señora Bardesio: La playa del Buceo esperando la llegada de un barco de España con inmigrantes canarios. Era el tiempo en que los hermanos Negrón, ayudantes del Dr. Juan María Pérez, introducían canarios, a quienes les pagaba el pasaje, que le era reembolsado más tarde. Desembarcaban las familias enteras en el Buceo y se sentaban en el muelle primitivo sobre cajas de madera que hacían de baúles a esperar las carretas de bueyes que las llevarían hasta Maroñas. Llegados allí se les distribuía rápidamente al punto fijado de antemano: pueblos y chacras de Canelones, Montevideo y San José. De estos contingentes el primero llegó en 1836, integrado por 400 familias canarias. Muchos canarios de éstos se hicieron soldados y quedaron junto a Orive, tal es el caso de Andrés Cabrera (1809-1865), marino lanzaroteño que se radicó en Montevideo en 1829, ejerciendo con frecuencia el contrabando; su triste celebridad se debe al hecho de haber asesinado al doctor Florencio Várela, redactor de «El Comercio del Plata» y tío de José Pedro Várela, el 20 de marzo de 1848, por mandato del presidente Orive.
(Fernández, David, 1964. “Los canarios en Uruguay”. En Revista de historia canaria. La Laguna: Universidad de La Laguna. Tomo 29, 1964. Página 63).
En 1868, la Capitanía de Puerto de Montevideo consigna la llegada de 2.534 inmigrantes entre españoles y canarios. Grande ha sido la contribución que los naturales de las Islas Canarias han dado a la formación de la nación uruguaya. En el lenguaje, en la tradición y en las costumbres es innegable y bien patente la influencia isleña. Ello se entiende perfectamente sabiendo que la República Oriental del Uruguay debe su origen a Montevideo, fundado por familias inmigradas de Canarias, y que esta tradición migratoria no fue interrumpida en la colonia, ni siquiera en los comienzos republicanos, así como tampoco en la etapa independentista. Si Menéndez Pidal ha dicho que Canarias influye más en la lengua hispanoamericana que otra región cualquiera española, esta influencia ha de ser necesariamente mayor en el Uruguay, por las razones anotadas, donde nos encontramos a cada paso voces que muy bien pueden ser canarismos, aunque en este sentido no queremos hacer aseveraciones, ya que los lingüístas no han hecho estudios profundos de la aportación canaria al lenguaje uruguayo; sin embargo es obligado citar la voz gofio, típicamente guanche -primitivos habitantes de Tenerife-, que tanto se ha generalizado en el Uruguay, al extenderse el consumo del producto, que ha entrado hasta en la repostería nacional con la «torta de gofio» (Fernández, David, 1964. “Los canarios en Uruguay”. En Revista de historia canaria. La Laguna: Universidad de La Laguna. Tomo 29, 1964. Página 64).
Entre otras influencias canarias en el Uruguay se han señalado también la de la “isa canaria” en el pericón, el “arrorró canario” en los cantos de cuna uruguayos, del “envite canario” en el truco, y muchos más que podrían dar motivo de estudio a los amantes del folklore (Fernández, David, 1964. “Los canarios en Uruguay”. En Revista de historia canaria. La Laguna: Universidad de La Laguna. Tomo 29, 1964. Página 65).
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