José Melchor Hernández Castilla
Eugène Pégot-Ogier (1824-1895), permanece 6 meses en Madeira, donde fallece su esposa, posiblemente de tuberculosis, el 29 de marzo de 1868. A principios de abril de 1968, se traslada desde Funchal –Madeira- a Santa Cruz de Tenerife. De este viaje, surge la obra “Les Iles Fortunées ou Archipel des Canaries”, publicado en París y Bruselas en 1869, y en 1871 en Londres, “The Fortunate Isles or The Archipelago of the Canaries”, y en el año 2009, en Ediciones del Cabildo de Gran Canaria, “Las Islas Canarias o Archipiélago de las Canarias: “es bueno que sepa que si por algo nos decidimos a realizar esta obra, fue por olvidar; a ella le debemos el alivio de los más horribles dolores –Eugène Pégot-Ogier, 1869-. Eugène, además, padecía de bronquitis crónica: “en un par de meses desaparecieron los graves síntomas que me venían aquejando, y puedo decir que, en términos generales, llevo tres años –de 1868 a 1871- disfrutando de perfecta salud. Y es que, hasta de mi bronquitis crónica, que por bastante tiempo me había causado tantas molestias, casi no queda rastro” -Eugène Pégot-Ogier- (Vega y Vega, Jorge Juan en Pégot-Ogier, Eugène; 1869, 2009. “Las Islas Afortunadas o Archipiélago de las Canarias”. Tomo I. Ediciones del Cabildo de Gran Canaria. Páginas 9, 19, 20 22, 23, 31).
Eugène Pégot-Ogier recibe una exquisita educación
debido a la situación acomodada y aristocrática de su familia en Tolouse. Fue
discípulo en dicha ciudad de Alfred Moquin-Tandon, uno de los colaboradores de
Berthelot en la “Historia natural de las Islas Canarias”. También, también se
forma en actividad comercial y de negocios en París. Entre 1854 y 1661, era
redactor del periódico económico “Le Crédit financier”. Durante los años 50,
visita Rusia, Turquía, Italia e Inglaterra y otros, en viajes de negocios y
diplomáticos. Eugène conoce a León Tolstoi, recogido en los diarios de juventud
de este último, 1857: “24 de julio. Viaje de Stutgart a Baden Baden. Me he
levantado a las 4 y he ido a coger el tren. Mis vecinos de vagón… el francés,
Ogier, banquero en París en otra época. Fui con él hasta Baden… El francés es
amable… 26 de julio… De vuelta a casa, el francés no me ha dejado dormir hasta
las tres. Ha estado hablándome de sus proyectos políticos, de la poesía y del
amor… 27 de julio. El francés se ha ido hoy”
(Vega y Vega, Jorge Juan en Pégot-Ogier, Eugène; 1869, 2009. Tomo I.
“Las Islas Afortunadas o Archipiélago de las Canarias”. Ediciones del Cabildo
de Gran Canaria. Páginas 15, 16, 17, 18).
El libro “Las Islas Afortunadas o Archipiélago de las Canarias” de Eugène Pégot-Ogier está dedicado al escritor Víctor Hugo, el cual conocerá la obra y la leerá con interés. Para su viaje a Canarias, Eugène mantiene correspondencia con el cónsul y científico francés Sabino Berthelot, y con don Luis Francisco Benítez de Lugo y Benítez de Lugo, VIII marqués de la Florida, 1837-1876, por el cual tiene afinidad por sus ideas (Vega y Vega, Jorge Juan en Pégot-Ogier, Eugène; 1869, 2009. “Las Islas Afortunadas o Archipiélago de las Canarias”. Tomo I. Ediciones del Cabildo de Gran Canaria. Páginas 37, 38, 39)
“Se puede decir que “Las Islas Afortunadas” de
Pégot, si bien pretende ser un compendio enciclopédico sobre las Islas
Canarias, abordadas desde distintos puntos de vista, no se aleja de la decidida
pretensión literaria del autor. Eugène no es un científico en sentido
estricto, como pueden serlo Webb y
Berthelot, ni un literato plenamente dedicado a su oficio, como lo es su
admirado Víctor Hugo. Como hemos visto, se trata de un aristócrata, dotado de
una gran sensibilidad y formación humanística, siendo, también, un hombre de
negocios exiliado, al que parece que fueron las circunstancias políticas, y aún
más las familiares, las que le llevaron a ocuparse de los estudios sobre
Canarias”: “En los dos volúmenes de Las Islas Afortunadas se abordaba en
profundidad la cuestión de una antigua raza atlántica extinguida: los guanches.
Hice un esfuerzo por sacar a la luz los viejos restos de un mundo hundido,
estudiando los relatos de los conquistadores, de los frailes españoles y
portugueses, que los habían exterminado” –Eugène Pégot-Ogier- (Vega y Vega,
Jorge Juan en Pégot-Ogier, Eugène; 1869, 2009. “Las Islas Afortunadas o
Archipiélago de las Canarias”. Tomo I. Ediciones del Cabildo de Gran Canarias.
Páginas 47, 48).
En su viaje de la salud, Eugéne no viaja solo, le
acompañaban un suizo, un alemán y un canadiense, posiblemente viajeros de la
salud como él. De confesión protestante, y de educación de clara influencia
anglosajona, no es simpatizante con el catolicismo español de la islas (Vega y
Vega, Jorge Juan en Pégot-Ogier, Eugène; 1869, 2009. “Las Islas Afortunadas o
Archipiélago de las Canarias”. Tomo I. Ediciones del Cabildo de Gran Canarias.
Páginas 51, 52).
Por otra parte, admira el sentido artístico del canario: “Teníamos razón cuando decíamos que, afortunadamente, los canarios tienen un don natural. Hay que creer que esta raza posee un sentimiento poético innato, pues no es solo el estudio lo que ha logrado formar, en islas españolas, a estos grandes talentos poéticos, a unos escritores que sorprenden y embelesan -II, 176- (Vega y Vega, Jorge Juan en Pégot-Ogier, Eugène; 1869, 2009. “Las Islas Afortunadas o Archipiélago de las Canarias”. Tomo I. Ediciones del Cabildo de Gran Canarias. Página 62).
Eugéne Pégot-Ogier dedica un capítulo a las enfermedades en Canarias:
“En las islas hay poco lisiados o tullidos de nacimiento, pero sí muchos
sordomudos. A los tartamudos no se les aplica el método americano, lo cual es
una carencia imperdonable. Abundan las enfermedades oculares, destacando el
gran número de ciegos… En las clases acomodadas se suelen dar las fluxiones por
hemorroides, así como leves crisis de reumatismos gotosos…. No se conocen en
absoluto las fiebres intermitentes y sólo las sufren los marineros que las
traen del extranjero, ya que en las islas no hay ni vahos palúdicos, ni
estanques, ni aguas muertas… Las inflamaciones de la pleura y todas las
enfermedades graves de este tipo sólo afectan a las clases populares, pues
éstas se dedican a trabajos de mucho esfuerzo al aire libre y no toman las
mínimas precauciones… Los constipados y bronquitis asumen un carácter epidémico
como sucede con la gripe, pero no llegar a ser graves: siempre terminan bien.
Las fiebres tifoideas son menos agudas que en cualquier otro sitio y los casos de locura, mínimos. Una
observación capital: salvo raras excepciones, los niños son poco proclives a
contraer las enfermedades típicas de la infancia, y cuando éstas se
manifiestan, las toleran muchísimo mejor que en cualquier otro sitio. La
difteria resulta rarísima… Pocos o ningún caso de hidrofobia. El médico afirma que
nunca ha tenido casos en el hospital. Las neurosis son mucho menos frecuentes
en Canarias que en Madeira. Ello hay que atribuirlo probablemente al afecto
producido por un aire más sano, seco y tónico. Es cierto que se conocen los
diversos tipos de histeria, pero su importancia resulta poco relevante. Las
clases ricas son prácticamente las únicas afectadas por esta enfermedad, debido
en su mayoría al carácter sedentario de sus vidas. Los embarazos se dan con
gran facilidad… Los herpes, el prurigo y el eccema son afecciones muy
extendidas, si bien hay que reconocer que, en particular de diez años a esta
parte, están disminuyendo… La sarna y otros bichos parásitos proliferan entre
las gentes de los puertos y trabajadores de las capas más bajas, que viven en
la calle o en casas de tierra; ello se debe al más absoluto desprecio que estas
gentes tienen por el aseo. Con algunos cuidados higiénicos se evitaría la plaga
de la miseria. Todos estos males se curarían más y mejor si este bienestar, que
últimamente se viene notando, se viese asistido por la educación. La
ignorancia, el descuido personal y algunos prejuicios son las únicas razones
por las que dichas enfermedades siguen existiendo…” (Pégot-Ogier, Eugène; 1869,
2009. “Las Islas Afortunadas o Archipiélago de las Canarias”. Tomo II Ediciones
del Cabildo de Gran Canaria. Páginas 11, 12).
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