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sábado, 19 de septiembre de 2020

PERIODISTAS CON LA CULTURA ENTRE LAS PIERNAS

Lorenzo de Ara

De esos periodistas del norte de Tenerife que aseguran estar muy cercanos a la cultura, y que consumen libros y pasan horas y más horas leyendo todo lo que encuentran y compran, aunque a lo mejor también, por ser tan cultos y pringosamente pijoprogres reciben regalos para que el autor de la obrita abrace una “crítica” sapiencial con vaselina y mantequilla que penetra en la cabeza con la misma facilidad que el bate de béisbol deja grogui al Sansón de las letras; de esos que llevan toda una vida, o media vida, con barba o sin barba, con el particularismo del vikingo conquistador, con la tinta negra del calamar al servicio de tapar la verdad de la patética existencia del que siempre ha sido un pobre hombre al servicio del dinero, esclavo de siglas políticas y maestro entre las miñocas que se arrastran; de esos periodistas tan cultos, tan a gustito entre los clásicos, los jóvenes autores y los creadores (jajaja); ellos y ellas, agrupados en el territorio Lovecraft como simples fantasmas (FANTASMAS), engendrados por la miseria de una profesión que hiede a lupanar de la Florencia de los Médici, a pedo mañanero de Paulo Coelho, de todos ellos, repito, en el norte de Tenerife, no hay uno, siquiera medio, que en verdad no pertenezca al atormentado rebaño que retorna a la porqueriza del periodismo de aguachirle. 

Si ustedes conocieran como servidor conoce el percal del periodismo en el norte de Tenerife. Y si ustedes olfatearan de cerca a la gente mema y pancista de este periodismo engreído pero babeante, cretinizado y ejemplo de patulea. Ah, lector; ellos no representan la cúspide la cultura en nuestro norte. No son lectores, son, por arte de birlibirloque, chorlitos de una profesión genuflexa. Siempre lo ha sido en este norte. Aparentan, como algunos personajes de las pelis de Woody Allen, estar enfrascados en la lectura o la admiración de un cuadro, inmersos en una guerra por la defensa de nuestra historia, nuestro medio ambiente, creando grupitos anti plaga coronavírica, pues quién de los mortales se atrevería a meterse en una conversación en la que los Christopher Nolan del periodismo del norte son los protagonistas. 

Bueno, créanme, va en serio.

En ellos ni hay libros, ni hay cultura, ni está la decencia necesaria para admitir que sencillamente son parte del Tribunal de Orden Público del periodismo.

Son liliputienses que quieren alcanzar la aceptación y el éxito profesional en los despachos de las alcaldías y en el desierto cultural del norte. Si usted deja una gran caca en el desierto de Atacama, alguien podrá decir que ha sido una obra de arte dejada ahí por un artista altruista. Así es el periodismo culto en el norte de Tenerife. 

¿Lectores esos periodistas? 

Ni siquiera alcanzan la primera rama del árbol de “El barón rampante.”

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