Lorenzo de Ara
Marco González, uy, perdón, Pedro Sánchez, ya es
el nuevo presidente de España. Sin Biblia. Sin Crucifijo. Un erizo, como bien
escribe mi maestro Pedro G. Cuartango, ha llegado a La Moncloa para quedarse,
porque el PSOE en el poder es más peligroso que una piraña en una pecera. El
PSOE es versado en pactar “voladuras” de gobiernos, pero también lo es, a poco
que el líder sepa jugar la partida, en hacer las estafas necesarias para
hacerse dueño de la finca y de nuestras vidas. Sobre todo, de nuestras vidas.
Prometió Sánchez lo que le escribieron en el
papel. Sabe leer. Dicen los que conocen al nuevo habitante del palacete, que
tiene un buen gancho jugando al baloncesto. Sánchez llegó a jugar en el
Estudiantes, un equipo perdedor, pero con ruidosa y sana afición.
Alborotadores y peligrosos son los compadres que
abrigan a nuestro presidente. Independentistas, golpistas, proetarras,
populistas y radicales de la extrema izquierda bolivariana. Italia y España
vuelven a poner nerviosa a la vieja Europa.
El socialista llega a La Moncloa sin saber lo que
es ganar unas elecciones. Humillado, vapuleado, aplastado, triturado,
despreciado y ninguneado por los españoles, hoy se sabe todopoderoso. Pablo
Iglesias también se sabe ganador, y ERC, y el PDECAT, y BILDU (Otegi). Lo más
bajo de la política y de la sociedad española canta victoria.
Pero el PP no merece el perdón. Los vendidos a
Génova 13, o los que escriben pensando que el PP es España, hoy lloran por las
esquinas y glorifican la figura de Mariano Rajoy Brey.
El hombre que se ausentó del Congreso para pasar
ocho horas en un restaurante en la buena compañía de un whisky, mientras en el
hemiciclo España se lo jugaba todo, se despidió sereno, con palabras sensatas,
pero su traición (sí, traición) merece quedar para siempre cincelada en la
memoria de España.
Pedro Sánchez ya es mi presidente. Un hombre que
no quiere acercarse a las urnas. Que desprecia a los españoles porque jamás
tendrá el apoyo de los votantes.
El PSOE vuelve a La Moncloa. Muchas tareas por
delante. El PSOE sabe, como ningún otro partido en este país, que el poder se
mantiene de dos maneras. Ganándote la confianza absoluta de los españoles, o
bajándote los pantalones ante los enemigos de España.
Sánchez llega a La Moncloa sin pantalones.
La vaselina en la mano izquierda.
Siempre con el odio visceral hacia la derecha
democrática española.
O sea, Marco González, uy, perdón, Pedro Sánchez,
ya tiene lo que quería. ¿Y qué quería? El poder a toda costa.
Sin pantalones, naturalmente, el poder entra
mejor.
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