Salvador García Llanos
El gobierno municipal (PP+CC) del Puerto de la
Cruz debería plantearse un análisis autocrítico, serio y exhaustivo de lo que ocurre
en el complejo turístico ‘Costa Martiánez’, en el popular Lago. Tan solo en lo
que va de mandato -¿qué fue de un acuerdo plenario para consensuar una solución
integral?- hay algunas situaciones que revelan una gestión insensible,
deficiente, desconcertante… Vivimos de cerca lo ocurrido con el 40 aniversario
-celebración con más pena que gloria, pese al empeño de la empresa
concesionaria de los servicios que se encargó prácticamente de todo- y hemos
asistido, no sin tristeza, a hechos más recientes que, prescindiendo de de las
connotaciones personales y habiendo trascendido en medios y redes sociales, han
alimentado sombras de desprestigio en el complejo, al poner de relieve que algo
no funciona bien y que prima la descoordinación, acaso por una distribución
competencial no muy afortunada y que se convierte, posiblemente, en el pecado
original.
Por si faltaran elementos de prueba, ahora se ha
sabido que una prueba atlética de fuste, que atraviesa el complejo y donde
tiene su final, corría peligro -al menos, en las vísperas- como consecuencia de
obras de mantenimiento no inacabadas sino ni siquiera empezadas. Son las
referidas al pintado del vaso y reparaciones concretas de desgaste y
desperfectos. Precisamente, lo que quieren los organizadores es que funcionara
y luciera la gran fuente central. El Lago lleva más de un mes cerrado y no han
empezado las tareas de pintura. Luego, eso no va a ser posible.
La demora en la tramitación previa correspondiente
-¿cuándo se inició la licitación para la adquisición de la pintura?- ya obligó
a modificar la fecha de reapertura, anunciada en los exteriores del Lago, de
modo que se pasó del sábado 9 de junio (día reservado para la prueba atlética)
al lunes 18. Se supone que debieron andar con prisas en el Ayuntamiento -no es
descartable una intervención de esas apurada y casi implorante por parte de
algún máximo responsable- para hallar alguna solución de emergencia. Con prisas
y tal, para evitar otro desafuero lacustre. Hasta habrá surgido un dilema: si
abren la fuente sin pintar, el descascarillado -ya apreciable- se agravaría. La
organización ¿será resarcida? ¿Habrá un cambio de escenario? ¿Y qué hacer con
el resto de las instalaciones? ¿Funcionarán las motobombas de captación de
agua, por solo citar un problema de los que abundan desde hace tiempo?
Se puede añadir más preguntas, desde luego
(horarios, jacuzzi, utensilios, accesos, prestaciones…), pero lo apremiante es
que la desidia o la insensibilidad, como dijimos, hayan propiciado una
disfunción que puede tener repercusiones. De ahí, el planteamiento inicial: más
fundamento, más dedicación, seguimiento de compromisos y de planes de obras. De
no hacerse así, el complejo seguirá languideciendo para desespero de unos pocos
que comprueban cómo no se cuida ni se atiende lo que es patrimonio colectivo y
tiene calificación de Bien de Interés Cultural (BIC).
Y luego hablando de plan integral. Un poquito de
por favor, aunque esto no sea para tomárselo a risa. Que esto duele, señoras y
señores.
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