Tanto nos ha seducido el concepto de grandeza
que ya no nos conforman las pequeñas cosas
que la vida y la naturaleza ofrecen.
Y ahí vamos agrandando a fuerza
hasta los alimentos que consumimos
para satisfacer las exigencias
de esa falsa creencia
de que lo más grande es lo mejor.
Fertilizantes para la tierra,
no sé qué sustancias para los pobres animales,
estimulantes para las sensaciones,
mentiras para los sentimientos.
Todo se infla con métodos artificiales
cuando la verdad de la vida
es algo tan pequeño como una semilla
y su natural crecer depende del amor
y el cuidado que se le brinde,
y eso aplica a todo en la vida.
Pero, claro, es pecado saber conformarse,
es de perdedores ser feliz con poco.
Y ahí vamos poniéndole sobreprecios a la
existencia.
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