Isabel Miranda De Robles
A mí la vida no me mimó:
yo tuve que mimarla a ella.
Pocas veces se ocupó de mí,
pero yo la convertí en una fiesta,
aún en contra de su voluntad.
Sus migajas transformé
en el más divino manjar
y cada vez que sonreí,
le demostré,
que no es feliz
el que lo tiene todo,
sino el que quiere ser feliz.
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