Iván López Casanova
Escribe Julián Marías en su Antropología
metafísica que todos los planteamientos filosóficos son artificios
intelectuales para vivir y entender mejor algo que nos supera, lo real: «Se
trata de entender la realidad. Con otras palabras, eso que hay». Porque los
esquemas intelectuales son universales y «las cosas humanas a las cuales tengo
que orientarme son individuales y sensibles», afirma. Ahora bien, el maestro
aclara que si advertimos esto, lo artificial de las propuestas antropológicas,
podemos utilizarlas sin dogmatismos para que nos aporten claridad.
Por eso, la perspectiva de género resulta un
instrumento intelectual que ilumina muchas cuestiones sobre nuestra condición
sexuada. Sobre todo, subraya que parte de las conductas y sentimientos
considerados como estereotipos de lo femenino o lo masculino no son más que
eso, construcciones culturales; también, nos ofrece claridad sobre las
injusticias para la mujer que se ocultan en costumbres, leyes y estructuras
diversas. Asimismo, destaca la atención sobre las orientaciones sexuales no
heterosexuales. Y más.
Pero una cosa es la perspectiva de género, que se
puede sumar a otras como la perspectiva familiar −y que nos ayuda a mejorar las
relaciones entre mujeres y varones− y otra, muy distinta, la ideología de
género. Esta, como toda ideología, comporta una idea intelectual rígida y única
con la que se interpreta lo real a martillazos para que todo lo expliquen sus
categorías, totalizando la realidad en relación a las cuestiones sexuales y de
género, y olvidando que solo es un constructo intelectual.
Porque cada vez veo más personas que emplean los
conceptos derivados de la perspectiva de género como si fueran estatuas de
piedra sólidas y reales. Por ejemplo, cuántas, como videntes iluminadas,
exponen sus opiniones −respetables, por supuesto− como si fueran las de todas
las mujeres del mundo. (Cada vez que oigan expresiones como “nosotras, las
mujeres, tenemos, sabemos, decimos…”, sepan que se está manipulando el
lenguaje: ¿de qué mujeres se habla, de las que van a misa diaria; de las del
partido feminista de género que, pechos en ristre, asaltan capillas; de las
madres de familia…?).
«Las ideas inventadas no son algo inútil. Son
precisamente ellas las que hacen de nuestras casas hogares», escribe Milan
Kundera en La broma, su libro donde una carta particular con una broma crítica
sobre el comunismo es detectada por los comisarios, y ya no habrá manera de
detener las consecuencias negativas para toda la vida del protagonista.
Insisto: la perspectiva de género es una «idea inventada», un esquema
antropológico, que puede aportar luces; pero si se convierte en ideología, se
luchará por ella con fanatismo y se llegará a un totalitarismo similar al de
las ideologías del siglo XX, con sus Auschwitz y Gulags.
Presentar las relaciones mujer-varón como una
lucha de poderes, y constatar tanta violencia sexual a diario, puede hacer
olvidar su núcleo antropológico: la entrega llena de libertad y alegría, la
felicidad del darse. También puede contribuir a olvidar nuestra vulnerabilidad,
ese necesitar totalmente del amor de los demás y de dar la ofrenda del nuestro;
entonces se iluminan los valores: intimidad, delicadeza, ternura, regalo,
sinceridad, educación, pudor…
También, me parece decisivo enseñar a amar con el
cuerpo a los hijos y educar para la entrega, olvidando, en estas edades, la
violencia sexual y el marco de derechos y deberes; y formarles desde una
antropología de la donación, porque las personas son plenas al darse y formar
una familia.
«A veces, cuando duermes, yo te miro. / Mis manos
acarician, muy despacio, / los bordes apacibles de tu rostro. / Los párpados se
cierran y me quedo / dormida con la mano en la caricia. / Quizá tú te
despiertes y me encuentres / rendida al sueño, frágil como un niño. / A veces
entre sueños he creído / que tú también me miras cuando duermo», canta Corina
Dávalos.
Y esta música, que conlleva amar a contracorriente
del discurso dominante, vale la pena escucharla.
Iván López Casanova, Cirujano General.
Escritor: Pensadoras del siglo XX y El sillón de
pensar.
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