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sábado, 13 de febrero de 2016

LA VIDA POR DELANTE 1956


Evaristo Fuentes Melián

En la película ‘La vida por delante’ (Fernando Fernán Gómez y Analía Gadé, 1956) hay críticas para las viviendas colectivas con dimensiones mínimas casi irrisorias por no decir inhabitables.  En una secuencia jocosa a más no poder, el vecino de la vivienda de enfrente, sentado en su salita comedor, a escasos tres metros de distancia al otro lado del patio de vecindad, se pone a intervenir sin nadie pedírselo en la conversación de Fernando y Analía, como si fuera un familiar más dentro de la vivienda de éstos.  En otro plano, en el vestíbulo de un ascensor, se ve un letrero: “Sí funciona” (afirmativo), que evidencia con gracejo y algo de mala uva, que los ascensores se averiaban con mucha frecuencia. Por otro lado, el protagonista mientras no termine la carrera solo será despectivamente “un chico del SEU”, que era el Sindicato Español Universitario de obligatoria filiación.   En el tema de la palabrería política había censura: a los exiliados políticos los llamaban “evacuados políticos”, imposición de carácter semántico y eufemístico, con tal de no decir “exiliados”. Vaya usted a saber el motivo ahora tantas décadas después.

Se puso de moda en la Península por entonces el biscúter, un cochecito utilitario tan pequeño y tan bajito, que corría este chiste: para avisar un cambio en tu dirección, tenías que tener cuidado al extender el brazo, pues tu mano podía tropezar con una caca de perro que pudiera haber en la acera más cercana… ¡jope!

Para el mundo del lujo recreativo, de un Madrid que aún en el año 56 se estaba reponiendo de la posguerra, estaba de moda, en exclusiva para ricachones residentes y visitantes de postín, una célebre sala de fiestas, el cabaret Pasapoga.

En conclusión: lamentablemente, con la película ‘La vida por delante’,  uno comprueba “con lágrimas en los ojos”—frase que usaba en el antetítulo de sus artículos un colaborador  habitual de la revista de humor La Codorniz-- que determinadas  deficiencias y carencias del sistema y la vida cotidiana, pasado más de medio siglo, están todavía vigentes.


Espectador

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