Evaristo Fuentes Melián
La TVE está reponiendo por LA2 cada noche películas
españolas antiguas. Hace poco dieron ‘La vida por delante’, dirigida e
interpretada, en el año 1956, por un siempre actorazo Fernando Fernán Gómez,
con una guapísima Analía Gadé. Examinada la película golpe a golpe vemos que
donde la santa censura ponía más control y énfasis era en el tema del erotismo
y el sexo. Los besos y los arrumacos que se dan estos dos pipiolos que pronto
se unirán en matrimonio, son besos diríase que santos, pulcros, no hay
restriegos, no hay lametones…Y a veces uno bendice el que haya algo de censura
para evitar el cachondeo y la basteza, la mala uva y la ordinariez en que se ha
convertido un buen porcentaje del cine de pantalla grande y las series
televisivas que hoy se fabrican en España. De pena.
En ‘La vida por delante’ cabe destacar la crítica
intrínseca que uno observa a lo largo del desarrollo de la trama; por ejemplo,
los viajes en grupo de vacaciones, en autobús o autocar. En este caso, vemos
que nuestra pareja de recién casados se montan en un desvencijado autobús y van
desde Madrid hacia la Costa Brava, que era entonces el sueño de todo españolito
del interior en su viaje-- que le llaman—de luna de miel. El autobús no llega
por avería a la Costa Brava, y al distribuir a los viajeros en habitaciones
improvisadas de un hotel en ruta, casi meten a una tercera persona en el mismo
dormitorio que el matrimonio en su presunta luna de miel… Al regreso a Madrid,
el autobús viene dando fogonazos y brincos cual caballo salvaje y desbocado del
típico rodeo americano, y llega con retraso de varias horas. Los presuntos
felices ‘lunamielistas’ y el resto de pasajeros salen del autobús molidos, con
un andar titubeante, como si les hubieran dado una paliza. En fin: La crítica
no puede ser más evidente contra los viajes en grupo mal organizados.
Hay una película (Made in USA, 1969) titulada ‘Si hoy es
martes, esto es Bélgica’, en la que un grupo de estadounidenses recorren siete
países europeos tan rápidamente que pierden la noción de tiempo y lugar, y no
saben en qué país se encuentran cada día.
Por su parte, nuestro genial inolvidable Miguel Gila
critica también estos viajes en sus monólogos por teléfono: “No sé para que
fuimos a Grecia, ¡si estaba todo roto ¡”.
O cuando comenta que una señora pasajera quiere ir al WC, pero el guía
le responde: “¡Ahora, eso es imposible, señora!; ir al WC está previsto en
Austria ¡y aún estamos en Holanda!”.
No hace falta decir que este problema de los viajes
precipitados en grupo está en plena vigencia actualmente, año 2016. Hace poco
me ofrecieron uno, pero vuelas por la mañana Tenerife-Madrid, y nada más llegar
hay un tentempié y ¡hala!, esa misma tarde está programado saborear las
maravillas del vino típico famoso del pueblo de Chinchón, a casi un centenar de
kilómetros de Barajas. ¡Uf!
ESPECTADOR
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