Isidro Pérez
Sólo son tres
colores en los cuales se ensartan por lo pronto siete, pero espero que en breve
sean ocho. Estrellas que circundan el centro de una bandera que a pesar de su
inicio violento creo que con los años transcurridos y experimentados ahora
envuelve a una parte de este pueblo canario que por encima de rivalidades
provincianas, pugnas políticas, económicas y partidistas cree en el fin común
de una comunidad apartada del estado que desde miles de kilómetros intenta
gobernar la vida social y económica de estas islas africanas.
Quizás porque
su uso ha sido el inadecuado, porque la consigna era hasta hace poco el romper,
insultar, maldecir, disgregar, separar, por todo ello en realidad no se conoce
su nacimiento, su sentimiento, sus principios democráticos y de amor a la
tierra y a la gente que vive en ella. Está en su esencia primigenia la
presencia de Secundino Delgado, quien luchó toda su vida, a través de los
ideales del progresismo y de la independencia nacional que adquirió en Cuba,
por su pueblo canario con el objeto de que despertara de aquel largo letargo de
injusticias que le obligaban a emigrar o a malvivir en una sociedad injusta y
clasista. De todo ello, y a pesar de los logros alcanzados en una España
democrática, con valores integradores y reconocimiento de derechos históricos,
todavía subyace en la sociedad de las Islas Canarias una situación de
desventaja, de realidades incumplidas que nos convierten en ciudadanos de
segunda, (según unos pocos) en españoles a los que se les subvenciona el
transporte, a los que se les permite gobernar más dinero porque llevar las
cosas desde el continente les sale más caro, porque la distancia es costosa,
porque lo que se emplea aquí se puede emplear allí. Sí, ya sé que son pocos los
peninsulares que piensan así, pero tampoco somos muchos los canarios que aquí
nos quejamos, los que nos revelamos contra lo establecido, lo asumido con
resignación, las injusticias obreras, legales y sociales que tenemos todavía
alojadas en nuestros pueblos por el único hecho de ser parte de la ultra
periferia, siendo gobernados aquí por una élite que gasta sus fuerzas más en
pelearse entre ellos que unirse para hacer frente a lo anteriormente expuesto.
La valía de
nuestra naturaleza, fósil en Europa, pero vivita y coleando en los montes,
bosques, costas y montañas de este archipiélago, amparado durante milenios por
los vientos alisios, por el anticiclón de las Azores, por esa benignidad
atmosférica que permitió que muchas plantas que vinieron de América se
aclimataran aquí antes de llegar a Europa. El sol, el viento, el mar, las
estrellas, son valores que de por sí pueden generar energía por si mismos o
atraer a un turismo interesado en tener una calidad de vida, a la cual muchas
veces no tienen acceso en sus países de origen. Y…, no sé si ustedes se habrán
dado cuenta, curiosamente esa riqueza coincide con los colores que se reflejan
en nuestra querida bandera: el amarillo de nuestro sol, el azul de nuestro mar,
reflejo de nuestro limpio cielo, el blanco de la espuma que se teje en nuestras
costas, y lo más importante, las estrellas que simbolizan al pueblo que habita
en estas islas.
Por eso y por
mucho más la bandera de las tres franjas de color con las estrellas verdes
simboliza algo más que el pasado, aquellos lamentables sucesos donde incluso
hubo muertos y heridos, y creo fervientemente que si hicieran una encuesta
tendría incluso más seguimiento que la oficial, la que tiene los perros a ambos
lados, más elitista, más políticamente trucada, más burocrática pero menos
apegada al canario de a pie.
Entiéndase
que antes de ir contra nadie hay que ir a favor de todos, del conocimiento de
nuestra cultura, nuestra geografía, historia y tradiciones. Basado todo ello en
los pueblos que nos han conformado como comunidad humana, isleña: el guanche,
el español, el portugués, el inglés, el alemán, etc.
¡Qué no se
hacen las cosas rompiendo con todo sino evolucionando con el presente para
poder tener en común un futuro!
Un día hubo
alguien que me dijo que no debería ponerla en la parte trasera de mi coche, que
no debería marcar mis preferencias e inclinaciones políticas porque eso me
quitaría posibilidades en el trabajo y en la economía, a lo menos que me
rallarían el coche (como lo hicieron). Pero, a pesar de sus buenos consejos,
este amigo de infancia no se dio cuenta que no sólo en el coche, en mi Facebook,
en mi programa, en el nombre de mis hijos, en la cultura que prodigo desde hace
25 años, aquí, en Radio Realejos, en las escasas apariciones televisivas, sino
también en el alma y el corazón del que esto escribe está firmemente anclada.
Anoche cogí
mi zurrón y me fui a buscar las estrellas. Y subí al padre Teide para verlas en
lo más alto del firmamento, ese lienzo azul celeste con ese amarillo canario y
la blancura de sus nubes isleñas...Eran ocho, sí, donde había una que tenía un
cierto aire de graciosa, lo que la hacía más grande y más hermosa...Y allá en
la lejanía, donde el Caribe tiene su coto, un corazón que a ritmo de tajaraste
latía, como queriendo canturrear a modo de folía, que es la octava aunque haya
ocho,...No es de nadie, pero pertenece a todos... ¡Ay cómo te quiero bandera de
la tierra mía!
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