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sábado, 27 de febrero de 2016

UNA EDITORIAL DE BANDERA


Isidro Pérez 

Sólo son tres colores en los cuales se ensartan por lo pronto siete, pero espero que en breve sean ocho. Estrellas que circundan el centro de una bandera que a pesar de su inicio violento creo que con los años transcurridos y experimentados ahora envuelve a una parte de este pueblo canario que por encima de rivalidades provincianas, pugnas políticas, económicas y partidistas cree en el fin común de una comunidad apartada del estado que desde miles de kilómetros intenta gobernar la vida social y económica de estas islas africanas.

Quizás porque su uso ha sido el inadecuado, porque la consigna era hasta hace poco el romper, insultar, maldecir, disgregar, separar, por todo ello en realidad no se conoce su nacimiento, su sentimiento, sus principios democráticos y de amor a la tierra y a la gente que vive en ella. Está en su esencia primigenia la presencia de Secundino Delgado, quien luchó toda su vida, a través de los ideales del progresismo y de la independencia nacional que adquirió en Cuba, por su pueblo canario con el objeto de que despertara de aquel largo letargo de injusticias que le obligaban a emigrar o a malvivir en una sociedad injusta y clasista. De todo ello, y a pesar de los logros alcanzados en una España democrática, con valores integradores y reconocimiento de derechos históricos, todavía subyace en la sociedad de las Islas Canarias una situación de desventaja, de realidades incumplidas que nos convierten en ciudadanos de segunda, (según unos pocos) en españoles a los que se les subvenciona el transporte, a los que se les permite gobernar más dinero porque llevar las cosas desde el continente les sale más caro, porque la distancia es costosa, porque lo que se emplea aquí se puede emplear allí. Sí, ya sé que son pocos los peninsulares que piensan así, pero tampoco somos muchos los canarios que aquí nos quejamos, los que nos revelamos contra lo establecido, lo asumido con resignación, las injusticias obreras, legales y sociales que tenemos todavía alojadas en nuestros pueblos por el único hecho de ser parte de la ultra periferia, siendo gobernados aquí por una élite que gasta sus fuerzas más en pelearse entre ellos que unirse para hacer frente a lo anteriormente expuesto.
La valía de nuestra naturaleza, fósil en Europa, pero vivita y coleando en los montes, bosques, costas y montañas de este archipiélago, amparado durante milenios por los vientos alisios, por el anticiclón de las Azores, por esa benignidad atmosférica que permitió que muchas plantas que vinieron de América se aclimataran aquí antes de llegar a Europa. El sol, el viento, el mar, las estrellas, son valores que de por sí pueden generar energía por si mismos o atraer a un turismo interesado en tener una calidad de vida, a la cual muchas veces no tienen acceso en sus países de origen. Y…, no sé si ustedes se habrán dado cuenta, curiosamente esa riqueza coincide con los colores que se reflejan en nuestra querida bandera: el amarillo de nuestro sol, el azul de nuestro mar, reflejo de nuestro limpio cielo, el blanco de la espuma que se teje en nuestras costas, y lo más importante, las estrellas que simbolizan al pueblo que habita en estas islas.

Por eso y por mucho más la bandera de las tres franjas de color con las estrellas verdes simboliza algo más que el pasado, aquellos lamentables sucesos donde incluso hubo muertos y heridos, y creo fervientemente que si hicieran una encuesta tendría incluso más seguimiento que la oficial, la que tiene los perros a ambos lados, más elitista, más políticamente trucada, más burocrática pero menos apegada al canario de a pie.

Entiéndase que antes de ir contra nadie hay que ir a favor de todos, del conocimiento de nuestra cultura, nuestra geografía, historia y tradiciones. Basado todo ello en los pueblos que nos han conformado como comunidad humana, isleña: el guanche, el español, el portugués, el inglés, el alemán, etc.

¡Qué no se hacen las cosas rompiendo con todo sino evolucionando con el presente para poder tener en común un futuro!

Un día hubo alguien que me dijo que no debería ponerla en la parte trasera de mi coche, que no debería marcar mis preferencias e inclinaciones políticas porque eso me quitaría posibilidades en el trabajo y en la economía, a lo menos que me rallarían el coche (como lo hicieron). Pero, a pesar de sus buenos consejos, este amigo de infancia no se dio cuenta que no sólo en el coche, en mi Facebook, en mi programa, en el nombre de mis hijos, en la cultura que prodigo desde hace 25 años, aquí, en Radio Realejos, en las escasas apariciones televisivas, sino también en el alma y el corazón del que esto escribe está firmemente anclada.

Anoche cogí mi zurrón y me fui a buscar las estrellas. Y subí al padre Teide para verlas en lo más alto del firmamento, ese lienzo azul celeste con ese amarillo canario y la blancura de sus nubes isleñas...Eran ocho, sí, donde había una que tenía un cierto aire de graciosa, lo que la hacía más grande y más hermosa...Y allá en la lejanía, donde el Caribe tiene su coto, un corazón que a ritmo de tajaraste latía, como queriendo canturrear a modo de folía, que es la octava aunque haya ocho,...No es de nadie, pero pertenece a todos... ¡Ay cómo te quiero bandera de la tierra mía!

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