Javier Lima Estévez. Graduado en Historia por la ULL
El político e historiador José Agustín Álvarez Rixo nació en
el Puerto de la Cruz el 28 de agosto de 1796. Su primera formación transcurrió
en el Seminario Conciliar de Las Palmas de Gran Canaria entre 1807 a 1809,
desplazándose con posterioridad a la isla de Madeira. Tras vivir unos años en
Lanzarote fijó su residencia definitivamente en el Puerto de la Cruz. Sus
trabajos fueron múltiples y abarcaron diversos ámbitos del conocimiento,
destacando la labor iniciada a partir de 1828 en la recopilación de la
documentación más importante sobre el municipio del Puerto de la Cruz, trabajo
en el que continuó hasta que le faltó la vista. Murió el día 22 de septiembre
de 1883.
De su amplia obra destacamos una anécdota que viene a
describir la meticulosidad y precisión para recoger todo tipo de acontecimientos
que, de otra forma, hubieran desaparecido en la memoria colectiva. En ese
sentido, apunta que durante el siglo XIX existía en la calle de la Iglesia del
Puerto de la Cruz una cómoda casa terrera en la que residía el presbítero José
Socas, familiar del Santo Oficio y Síndico Personero del pueblo durante muchos
años. Al parecer, el mencionado individuo era muy aficionado a los dulces. Una
pasión conocida por muchos vecinos del pueblo que premiaban su talante humano
ofreciéndole toda clase de manjares dulces que el presbítero aceptaba gustosamente.
Sin embargo, debido a la gran cantidad de dulces que recibía, tenía que guardar
algunos en sus alacenas con la finalidad de conservar sus golosinas durante más
tiempo. Cuenta Álvarez Rixo que atraídas por el intenso olor de esos dulces productos,
acudieron hasta la casa una gran cantidad de hormigas “de color rubias y muy
pequeñas, las cuales, en los años en que vivía el Sr. Socas no tuvieron que ir
a mendigar el sustento a otras habitaciones”. Con el fallecimiento del
presbítero, las hormigas tuvieron que colonizar nuevas viviendas. Especialmente
significativo sería su impacto entre 1824-1826, pues a partir de entonces se
apoderaron de la casa del Beneficiado Manuel, situada en la misma calle del
anterior, “donde no faltaban bizcochos y dulces”. Lo mismo vendría a ocurrir en
la casa número 4 de la calle la Independencia, habitación en la que residió la
monja Santa Clara Pasley. Continuó la plaga en 1834 hacia la casa de la
Marquesa de Mejorada, situada en la calle Venus, avanzando de forma imparable
hacia Oriente y Occidente, llegando su presencia hasta las viviendas situadas
en el núcleo de La Ranilla, donde se aprovisionaron de diferentes alimentos en
los que se introducían y vaciaban por completo. Apunta A. Rixo que la peor
época discurría entre los meses de marzo y abril, cuando las hormigas
abandonaban sus hormigueros, recluyéndose luego con la llegada de las lluvias.
El picor intenso era una queja continuada de los vecinos, recurriéndose a
múltiples remedios para intentar terminar con esa molesta y dañina plaga. El
político e historiador portuense apuntaba que las hormigas rehusaban pasar por
“el alquitrán y la belmontine, aunque a nadie le es grato tener sus muebles y
alimentos oliendo a tales ingredientes”.
No cabe duda de que la obra de Álvarez Rixo nos traslada a
la trayectoria de un individuo que destacó por un intenso trabajo con la
finalidad de difundir todos aquellos aspectos relacionados con la historia, la
economía, la política, la sociedad y múltiples cuestiones de su tiempo.
Actualmente, la Biblioteca de la Universidad de La Laguna custodia su archivo
personal, gracias a la donación efectuada por sus herederos en el año 2014. Una
institución que actualmente se encuentra catalogando el impresionante legado de
un personaje único en el panorama del siglo XIX canario. Sin lugar a dudas, el
resultado marcará una oportunidad extraordinaria para comprender mucho mejor el
significado, la trascendencia y evolución de las Islas Canarias en siglos
pretéritos.
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