Javier Lima Estévez. Graduado en Historia por la ULL
María Joaquina Viera y Clavijo nació en el Puerto de la Cruz
el 27 de marzo de 1737, siendo hija de Gabriel del Álamo y Viera y Antonia
María Clavijo Álvarez. El historiador y político portuense José Agustín Álvarez
Rixo (1796-1883) publicó en el periódico «El Time» los días 30 de abril y 7 de
mayo de 1868 una interesante descripción sobre nuestra biografiada, disponible
en la red gracias al portal Jable de la ULPGC. Al parecer, María era “de
estatura abultada, mas bien alta que baja, de rostro alegre, de color blanco
pálido casi siempre risueño con la viveza de los ojos y algunos otros rasgos de
sus facciones semejantes a su hermano D. José”. Su vida transcurrió en un
contexto marcado por el amplio movimiento cultural desarrollado en Europa
durante el siglo XVIII bajo el nombre de Ilustración, en los albores del inicio
de la Edad Contemporánea, siendo hermana del polifacético realejero José de
Viera y Clavijo (1731-1813). Ese contacto tendría una indudable influencia
sobre María, pues lograría tener acceso a una educación que le permitió dar un
paso más allá de la condición que la mujer experimentaba por entonces. Su
participación en la poesía dejó innumerables testimonios que poco a poco han
sido difundidos para la mayoría, destacando el trabajo desarrollado en su
momento por el historiador grancanario Agustín Millares Torres (1826-1896),
generándose con posterioridad múltiples aproximaciones a su vida y obra.
María es considerada por muchos investigadores como la
primera poetisa de Canarias, afirmando la notable poetisa y novelista cubana
Dulce María Loynaz (1902-1997) en su obra Un
verano en Tenerife que “debió tener fino temperamento artístico, porque a
más de la poesía cultivaba la escultura, aunque, en el decir gracioso de Padrón
Acosta, con más fortuna en ésta que en aquélla”. Junto a esa faceta, también
cultivó otros ámbitos como la pintura.
Conocedora de la realidad de su tiempo, se aproximó a la
lectura de libros prohibidos, llegando a exponer sus inquietudes políticas a
través de los versos que su pluma iba agrupando. Cuidó de sus padres hasta el
final de la vida de éstos, permaneciendo junto a su hermano José en Las Palmas
de Gran Canaria. La religión ocuparía una parte importante en la vida de
nuestra biografiada, tal y como se desprende de muchos de sus versos dedicados
a resaltar determinados hechos religiosos, así como destacar y recordar el
papel desarrollado por determinados personajes en pro de la fe católica. Sería
en Gran Canaria donde la vitalidad de una mujer excepcional para su época
encontró su descanso eterno el 25 de septiembre de 1819.
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