Javier Lima Estévez. Graduado en
Historia por la ULL
Antonio
González González constituye una de las personalidades más representativas del
campo de la ciencia española del siglo XX. Nació el 27 de octubre de 1917 en el
municipio de Los Realejos “en el seno de una familia de agricultores
acomodados, propietarios de las tierras que cultivaban, que dirigen y trabajan
directa y personalmente”, según expone Enrique González y González en su obra Antonio González: profesor e investigador
canario. Siendo muy pequeño se
trasladó junto a su familia a La Laguna. Desde aquel momento, la vida de
nuestro biografiado fue adquiriendo una larga estela de calificaciones marcadas
por sobresalientes y matriculas de honor que auguraban los éxitos de un futuro
brillante. De esa forma, se convirtió en Catedrático de Química Orgánica y Bioquímica,
llegando a ser Rector de la Universidad de La Laguna en una época jalonada por
diversas dificultades. Además, fue Senador por Designación Real desde 1977
hasta 1979.
Su
presencia fue esencial en el ámbito de la enseñanza universitaria de Canarias,
pues supuso “un impulso de dimensiones irrepetibles” según manifestara Ángel
Gutiérrez Ravelo en la Laudatio con
motivo del homenaje desarrollado en torno al profesor González el 10 de julio
de 2001 en Lanzarote, resaltando el mismo ponente las innumerables cualidades
positivas del ilustre realejero marcadas por “la inteligencia, la perseverancia
en el esfuerzo, la ambición universitaria, la lucha constante que no ha cesado
en toda su vida y la rectitud personal”.
Tales
acciones y cualidades fueron reconocidas a través de diversos reconocimientos y
nombramientos honoríficos. De esa larga nómina podríamos destacar el Premio de
Investigación Alfonso X el Sabio (1959), Ayuda a la Investigación Química,
Física y Matemática, de la Fundación March (1961) o la Gran Cruz de Alfonso X
el Sabio (1966), junto otros reconocimientos recopilados por David W. Fernández
en su obra Diccionario biográfico
canario-americano. Sin embargo, el año de 1986 marcó un punto de inflexión
en su vida. En aquel momento, en el marco de los Premios Príncipe de Asturias,
Antonio González González lograba el galardón en la modalidad de Investigación
Científica y Técnica. El acta del jurado presidido por Severo Ochoa no dudó en
manifestar la elección del destacado investigador y catedrático “en atención a su labor desarrollada a lo
largo de una vida de intensa dedicación en el campo de la química de los
productos naturales. Ha identificado un extenso número de compuestos
metabólicos de vegetales y organismos marinos, realizando estudios sobre su
biogénesis, síntesis química y papel biológico. El profesor González ha creado
una escuela cuya labor tiene repercusión internacional y, en particular, en el
ámbito iberoamericano”. Concretamente en el ámbito iberoamericano alcanzaría un
notable prestigio participando en diversos congresos desarrollados a lo largo
de diversos países, así como a través de la realización de toda una serie de
trabajos en relación a la flora venezolana. Su presencia recorrió múltiples
rincones del ámbito americano, difundiendo su magisterio a lo largo de Panamá,
Costa Rica, San Salvador y México. Su legado, además, se materializa en
Canarias a través del Instituto Universitario de Bio-Orgánica “Antonio
González”, pues a su persona se debe la creación de un centro “que ha alcanzado
renombre internacional a partir de una situación muy difícil” tal y como reflejara
el por entonces director de tal institución científica, Víctor S. Martín, en el
prólogo de la obra escrita por Álvaro Díaz Torres con el título Antonio González González, uniendo a tal
acción una larga nómina de discípulos que trabajan siguiendo su estela.
En el año
2002, la muerte le sorprendió cuando se encontraba trabajando en su despacho,
“de una forma en consonancia a como había vivido, con discreción y en la paz de
su entrañable hogar lagunero”, según describe Álvaro Díaz Torres en la obra
anteriormente expuesta.
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