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sábado, 16 de enero de 2016

EL HATILLO UN PUEBLO PUERTORRIQUEÑO CON HONDAS RAÍCES CANARIAS. LA PERVIVENCIA DE SU CARNAVAL TRADICIONAL.


Manuel Hernández González

Profesor Titular de Historia de América de La Universidad de La Laguna.

Según cifras aportadas por la profesora Cifre de Loubriel aparecen registrados en Puerto Rico entre 1830 y 1839 182 inmigrantes canarios, cifra que plantea que se debía doblar en la realidad. La inmensa mayoría de ellos se dedicarían al trabajo agrícola, lo que contrasta con el resto de las migraciones, cuyo porcentaje más alto es el de los vascos, que no llega sino al 5´8% del total. Fueron, por tanto, los isleños los que contribuyeron al auge agrícola puertorriqueño de mediados del XIX. El 57´2 de los inmigrantes se distribuyeron por el llano costero del país. La proximidad de los poblados favoreció la endogamia y los vínculos familiares y de paisanaje. Desde la segunda década del siglo XIX, con su mayor auge en la década de los cuarenta, este sector casi vacío se vio reforzado por familias canarias que venían en grupo, mientras que la presencia de otras áreas fue muy reducida. Las restantes regiones, aunque en menor medida tuvieron aportes pobladores de familias isleñas. Sólo las colinas semiáridas del sur no les atrajeron, mientras que en las montañas húmedas del este central su número fue escaso.

Los canarios contribuyeron a expandir las áreas de cultivo, a aumentar la producción agrícola y a proveer de mano de obra a la isla para mejorar las vías de comunicación. A ellos está ligado una parte de la expansión cafetalera puertorriqueña y prácticamente la totalidad del campesinado blanco que conformó uno de los mitos seculares de identificación de la isla, el jíbaro que en sus costumbres y tradiciones, su forma de hablar y expresiones de su cultura popular tuvo un denso sedimento isleño. La notable migración isleña de la primera mitad del siglo XIX, anterior a la incentivación de la emigración foránea de su segunda mitad contribuyó, junto con la de épocas anteriores en buena medida a la formación de la etnicidad y la cultura popular isleña, especialmente en el medio rural en las áreas donde la esclavitud tuvo una importancia prácticamente nula.

El Festival de Máscaras del pueblo del Hatillo en Puerto Rico tiene su origen en Canarias. En este carnaval participaban en exclusiva personas de origen canario. Ha sobrevivido hasta nuestros días tras estar al borde de desaparecer en la década de los 60 y hoy es la fiesta principal del pueblo. La emigración canaria, que explica el espectacular crecimiento de la isla en el siglo XVIII, continuó a lo largo del siglo XIX. Determinante en su primera mitad, fue de menor trascendencia en la segunda. Sin embargo, y esto es su característica esencial, lo que explica su permanencia a lo largo de la historia y su estrecha ligazón con el mundo agrario es que fue esencialmente campesina y familiar. De esa forma los pueblos fundados por isleños en el siglo XVIII recibieron nuevos aportes demográficos que resaltaron esa estrecha relación cultural entre el jíbaro puertorriqueño y el campesino canario. En un área tan distante de la capital como el Hatillo se establecieron numerosas familias unidas por estrechos lazos de parentesco y origen geográfico. Entre 1840 y 1860 un amplio número de ellas emigraron a sus campos huyendo de la miseria que les atenazaba en sus islas natales. Como ha estudiado Enrique Delgado Plasencia, siguieron manteniendo las costumbres de sus islas de origen. Entre ellas la de visitar a sus familiares y amigos disfrazados con trajes de mujer, tacos, medias largas, sombrero ancho y un disfraz o antifaz de cartón. Este les permitía comer y beber lo que le ofrecían sus anfitriones, que se esforzaban en adivinar quienes eran. Llevaban un bolso en el que echaban las monedas que les ofrecían.

La gran mayoría de los inmigrantes canarios que arribaron a este pueblo entre 1840 y 1860 procedían casi todos de la isla de Tenerife, y particularmente de San Miguel de Abona. También los hubo de Los Realejos. Utuado. Café Aguadillas La gran mayoría eran analfabetos. Los canarios en el mundo rural. Su actividad anterior eran las labores del campo. Adquirieron con el tiempo grandes extensiones de tierra. Eran conocidos por su incansable labor y por su trabajo constante hasta el anochecer. Sus costumbres eran cristianas y rezaban el rosario todos los días. Su establecimiento principal fueron los barrios de Carrizales, Naranjito, Capaez, y Corcovadas de Hatillo y Hato Debajo de Arecibo, que estaba contiguo a los anteriores. Celebraban como en su isla natal ceremonias marcadas por el calendario agrario, que les obligaba a festejar durante la noche. Entre sus celebraciones destacaban las Navidades, el Carnaval y la Semana Santa, teniendo un carácter de continuidad. La continuidad de las Navidades y el Carnaval como en su tierra natal explica que se enmascarasen en el Día de los Inocentes, vestidos tal y como la hacían en San Miguel de Abona. Son llamativos los trajes de máscaras por sus vivos colores con pantalones que llegaban hasta las rodillas.


El recorrido de las visitas se hace a pie, pero para poder visitar mayor número de casas, se suele hacer a caballo. En nuestros días los centros culturales locales han tenido gran interés en su pervivencia. Estas máscaras de hombres vestidos de mujer se extendieron por otros lugares de Puerto Rico donde había concentración de canarios. En el barrio Piletas de Lares se celebraba. Otro tanto ocurría en el barrio Sama de Jayuya y en Manatí. Pero sólo han continuado en nuestros días en El Hatillo y en el Hato Arriba. 

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