Evaristo
Fuentes Melián
La
película ‘Viridiana’, Buñuel, 1961, Palma de Oro del Festival de Cannes, está
basada en una novela de Benito Pérez Galdós. En España no pudimos verla hasta
que falleció en 1975 el dictador Francisco Franco.
Una
monja novicia, interpretada por la guapa actriz mejicana Silvia Pinal, sale del
convento unos días, para ir a vivir en la mansión de su tío, un morboso
sinvergüenza con pinta de caballero, encarnado en Fernando Rey. El tío
cabroncete le da un brebaje en el café para que quede dormida y entonces abusar de ella… Después le hace creer a la
monja que la ha violado, y por ello la monja no quiere regresar al convento. El
malvado caballero termina por ahorcarse
cargado de culpa. Y se ahorca, en un gran árbol, con la soga de saltar de una
niña (Teresa Rabal) hija de la sirvienta. ¡El morbo hecho esencia!
Asumida
la tragedia, la monja hace una llamada a un grupo de pobres, física y
mentalmente tarados, para que vivan en la mansión señorial y sus extensos
jardines. Pero en su ausencia, se apoderan de la sala principal de comensales y
se montan un festín desmesurado y salvaje. Lo cual da lugar a algunas de las
secuencias más impactantes por pecaminosas de la historia del cine universal de
todos los tiempos: ¡son trece, una parodia sacrílega de la Última Cena de
Jesucristo y sus apóstoles!
El
grupo de menesterosos tiene en conjunto una mala uva reconcentrada, cada
acción, cada frase, cada diálogo, es un metafórico latigazo. En el apogeo del ágape sin mesura, hay un
ciego entre los pobres de solemnidad y una de las mujeres lo cita al oído y lo
conduce de la mano para ir a fornicar tras de un mueble… En otra secuencia distinta, el ciego es objeto inmisericorde de
burla por uno de sus compañeros de fatigas, que le pregunta con sorna: “¿Cómo
haces para rascarte cuando te pica, si no ves dónde está la herida?”… La
contestación del ciego no se hace esperar: “¡Llamo a tu madre para que me
rasque!”
Espectador
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