Lorenzo
de Ara
“El
reconocimiento de que hasta nuestro más visceral adversario tiene el derecho a
manifestar su opinión libremente y sin cortapisas es lo que ha hecho grande a
la democracia; su señalamiento y exclusión siempre ha sido la puerta de entrada
del autoritarismo”. (El País).
A
cierto personajillo del PSOE en el Puerto de la Cruz le viene como anillo al
dedo esta aseveración del editorialista del periodicucho al servicio del torpe
e inútil presidente que ahora tenemos correteando por la Moncloa.
Que se
entere bien. Hay una conversación pendiente. Yo no olvido.
Las
amenazas, la arrogancia de un perdedor, los nervios ante la triturada que le espera
en su propio partido, no van a impedir que el profesional diga lo que le salga
de los huevos (uy, perdón,); he de decir que el personajillo en cuestión, ante
expresiones así, experimenta tristeza, desolación, un grado de compungimiento
que provoca alucinaciones, amén de una desternillante apoplejía neuronal.
Tenemos
que hablar, usted. Pero muy seriamente.
Entre
zoquetes anda la cosa. ¿Recuerda?
Hace
años sufrí persecución directa de esa izquierda que vende humo y pregona a los
cuatro vientos que es hacedora de todo lo bueno. Y no. De nuevo no me rendiré.
Y no
acepto consejos de un aspirante que, tras perder, arrastra resentimiento y
soberbia venenosa.
Y quién
puede negar que los cochinos abundan por doquier en ciudades y pueblos de
nuestra Isla. También, naturalmente, en nuestra vendida casa (Puerto de la
Cruz).
Lo más
fácil es poner a caldo al concejal responsable de la limpieza municipal. Hacia
él van dirigidas todas y cada una de las palizas verbales. Pero casi nunca
hacemos gala de autocrítica. La culpa es del político pepero que no se entera.
Sin
embargo, el edil realiza un sano ejercicio de transparencia, subiendo a las
redes sociales una serie de fotografías con mucha mierda amontonada. Enseres lo
llaman los correctores del lenguaje.
A los
cochinos de nuestro pueblo hay que decirles a la cara que son lo que son porque
carecen de educación, de un mínimo de civismo, porque no les importa la ciudad
y mandan a tomar por el culo consejos y recomendaciones. ¿Saben leer?
Al
político hay que exigirle. Siempre. En todo momento.
Al
ciudadano (al que hace muy poco que descendió del árbol también) la misma
exigencia.
Y
cuando el cochino no responde satisfactoriamente, toca poner en marcha la
infracción más rigurosa. No más paños calientes.
La
ciudad es de todos. Cuidarla es cosa de todas.
El
cochino estorba.
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