Isabel
Miranda De Robles
"Dios,
con nombre de mujer"; creo que la Esperanza es un Dios versión femenino.
Si ella no existiera cuántas vidas estarían ateridas de frío, esperando un
final conocido; cuando la esperanza nos promete un final inesperado, diferente
y feliz.
Será
que padezco de esperanza, de fe y de optimismo y siempre creo que todo tiene un
lado bueno, que de toda experiencia queda algo positivo, que nada en esta vida
sucede por suceder, que los encuentros no son casualidades, que somos lo que
atraemos, que llamamos las cosas buenas que nos ocurren. ¿Por qué entonces
pasan las cosas malas y no podemos evitarlas? Porque no existo solo yo en este
universo, porque a veces las malas vibras de otras personas interfieren con
nuestra buena comunicación con la fe.
Las
líneas para llegar al éxito no están muy saturadas de gente que lo busca; pero
sí, de gente tratando de evitar que otros lo consigan. Las almas buenas tardan
un poco más en llegar a la meta porque en su afán de no hacer daño a nadie
tienen que hacer algunos rodeos; pero llegan, siempre llegan. A la cita con el
éxito solo faltan los impuntuales y los descreidos.
La
esperanza es una cuenta inagotable de recursos, es un trozo de madera en el
mar, es una luz en el calabozo, es el todo del que nada tiene; y pienso yo:
entonces, ¿esperanza es sinónimo de adversidad? Quizás sí, porque el que todo
tiene, no la necesita, no se aferra a ella, no tiene la fe férrea de que todo
saldrá bien, porque todo está bien para él, porque no sabe que está solo, no le
duele nada, ve, oye, camina, puede adquirir lo que desea. Y de pronto llego a
otra conclusión porque toda moneda tiene dos caras, y me pregunto: ¿Que no son
ellos quienes más la necesitan? No están del nada preparados para cuando las
carencias lleguen, no tienen un paracaídas empacado por si la vida los arroja
al vacío de la necesidad.
Los que
nada o poco tenemos, sabemos torear la adversidad, la manejamos, la convivimos
y sabemos ser felices con tan poco, en cambio ellos, se quedan desnudos ante
los tantos fríos de la vida. Tendrán que
saber que muchos de sus amigos eran amigos de su prosperidad, que muchos con
los que compartían su pan y su vino no vendrán a invitarlos a su mesa, que
quizá, (y perdón por lo exacerbado de mi aseveración); habrá quien se alegre de
ello, porque de todo hay en la viña del Señor.
Mendígos
o presidentes, todos necesitamos guardar esa palabra en nuestra alcancía de
vida, porque igual, bajo un puente, en la banca de un parque o a la mansión
presidencial la adversidad llega y cambia todo de dueño.
Entonces,
creo, que en la más honesta prosperidad y en la más encarnada pena, hay que
hablar de esperanza, que aquel que la conoce, la presente a los demás, que le
hable de ella, que quizá en ese momento no le haga falta, no le interese, pero
que guarde en su memoria personal, como guarda un número en su celular o un
correo en su computadora, el nombre ESPERANZA, quizá que la lleve en un
papelito doblado en el bolsillo del corazón ,del alma, un día pueda que
necesite de ella y ella estará ahí, esperando la llamada.
La
Esperanza es un techo, bajo el cual, aguarda y se guarece el milagro que está
por sucederte si lo crees.
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