Agustín
de Armas
Las campanas al vuelo y el compañerismo de los
cañonazos en su sonar asincrónico era la tónica agradable de cada tarde desde
que comenzara el tan esperado mes de julio. Estos sonidos ansiados unidos al
tardío verano alegraban el corazón y elevaban el espíritu de todos los
portuenses nacidos a la ribera de la mar y también de los más alejados. Se
acercaban las fiestas mayores en honor del Gran Poder de Dios y la Stma. Virgen
del Carmen; de ahí nuestra alegría teniendo en cuenta lo difícil de aquellos
años de la década de los cincuenta y de las pocas fiestas de las que podíamos
disfrutar – lo contrario de hoy en día – veríamos lo coherente de dicha alegría
y ansia de estas fechas tan importantes para los portuenses.
Veamos:
en aquellos años que sucedieron a nuestra guerra civil fueron difícilmente
críticas para las arcas del Gobierno Español y por ende para la de todos los
hogares de nuestra patria. La economía quedó por los suelos, y la crisis se
acentuó y prolongó con el conflicto bélico mundial. Los gastos que se
ocasionaron con esta guerra dejaron secuelas de variada índole, algunas de
ellas aún perviven, sobre todo en lo familiar. La austeridad que le siguió fue
grande, hasta tal punto que los diferentes municipios de nuestra maltratada
geografía no podían – por este motivo – gastar mucho dinero en fiestas. Pero…
como dice el refrán: “no hay mal que por bien no venga”. La crisis monetaria
fue el estímulo para que todos los vecinos de un mismo pueblo colaboraran con
los ayuntamientos y comisiones de fiestas para que las mismas se llevaran a
cabo. En aquel entonces el ayuntamiento portuense tenía – hoy creo que no – su
comisión de fiestas y sus componentes se alternaban en sus funciones todos los
años. El presidente solía ser el alcalde, que en aquel tiempo era D. Isidoro
Luz Cárpenter. Recordemos a continuación los nombres de algunos de estos
comisionados, todos ellos ahora desaparecidos: D. Miguel Miranda, D. Juan y D.
Rafael Oramas, D. Pedro Pérez Noda, D. Pancho Galindo (el bicho), D. Darío
Franco, etc., este último organizador de las carrozas que intervenían en las
sortijas, batalla de flores, confetis y serpentinas. A las carrozas mejor
engalanadas se les solía premiar con dinero. Veamos la cuantía de los premios
que estableció la comisión de fiestas del año 1950: 1er premio – 1.000 ptas.,
2º premio – 500 ptas., y 3er premio – 250 ptas. Una nota aclaratoria en dicho
programa dice lo siguiente: “si a juicio del jurado los automóviles presentados
no reúnen el suficiente mérito en su decoración y atavío de las señoritas
ocupantes, el primer premio se considera desierto”.
Las
cintas para las sortijas solían donarlas las firmas comerciales y señoras de
esta localidad, siendo pintadas y bordadas por conocidos artistas portuenses.
Destacamos a algunos de ellos: Dña. Manuela Miranda, Dña. Clorinda Padrón, D.
Jerónimo Rodríguez, etc. El coso donde se corrían las populares sortijas era en
la Plaza del Charco, y la meta donde se colocaban las cintas estaba ubicada en
la desembocadura de la calle Quintana con dicha plaza. Las carrozas eran sin
lugar a dudas de una exquisitez artística de muchos quilates, famosas en todas
las Islas y fuera de ellas. Su fama le viene desde las que antaño hacían nuestros
abuelos en los también famosos carnavales del Puerto de la Cruz.
Por las
razones expuestas, los lunes de las fiestas del Puerto se veían invadidas de
gentes venidas de los pueblos adyacentes y también de los más alejados de la
Isla.
Expongo
a continuación los nombres de algunos artífices y colaboradores de estas
artísticas carrozas. Hélos aquí: D. Benito Hernández (zapatero), D. Paco Ortiz
(cartero), Dña. Etelvina Martín Padrón, etc. Siendo sus colaboradores más
destacados: Pedro Ángel Gómez, Pepe Fregel (fotógrafo), Aurelio González
Perdigón, Isidoro Herrera, etc. Colaborando también con los constructores todas
las jóvenes que participarían más tarde en el coso citado. He aquí los nombres
de estas bellezas que eran el toque final y la gracia de las carrozas en las
batallas de flores: Cándida Rosa e Hilda González Perdigón, Conchita y Armenia
Carrillo, Catuja Tamajón, Rosa y Carmita Palenzuela, Mª Adela Hernández,
Carmela Suarez, Zenaida González, etc. Todas ellas actualmente madres de
familia de una nueva generación de portuenses.
El
carpintero que solía colaborar en el ensamblaje de las carrozas era también el
desaparecido D. Ángel Barroso Obrante (Barroso), siendo su ayudante el
conocidísimo Pepe Castilla (Pepín), los chasis automovilísticos para las
carrozas los aportaba la firma Hernández Hermanos; la madera, Las Afortunadas y
la Vda. Yanes; y el papel, los distintos empaquetados de plátanos, el pegamento
para pegar el papel se hacía con los restos de harina de trigo que gentilmente
cedían las panaderías de las familias Torrens.
Al
amanecer del lunes de las fiestas las carrozas ya estaban terminadas y a punto.
Sólo quedaba que las guapas que las ocuparían fueran a dormir un poco, para
después dirigirse a las dos únicas peluquerías que habían asignadas en aquel
entonces, la de Marina Acosta y hermanas Carrillo, las cuales se distinguían
con sus especialidades en peinados femeninos.
Tengo
en mi poder los nueve programas de las fiestas de julio correspondientes a la
década de los cincuenta, cedidos por el Sr. D. Andrés Carballo, poeta y
colaborador de este distinguido rotativo EL DÍA. Aunque de aquellas fiestas me
quedan algunos recuerdos – pues era muy joven – visualizando estos programas y
viendo los actos culturales y artísticos que se efectuaron entonces y los
intervinientes en los mismos sólo me sale esta expresión: ¡Aquellas sí que eran
fiestas!, teniendo en cuenta que este escrito se hará demasiado largo si entro
a detallar cada uno de estos programas; solo mencionaré algunos de los
personajes intervinientes en los actos del año 1950, dejando para otra ocasión
el resto, donde está escrita una parte importante y maravillosa de la vida
cultural y artística del Puerto de la Cruz.
“Frontispicio
y Glosa” es el escrito que dedica al Puerto de la Cruz, D. Luis Álvarez Cruz;
“Callad, silencio”, de D. Martín Pérez González y que dedica al Señor del Gran
Poder; “Spes Vitae et Virtutis”, de D. Luis Membiela de Vidal, y “La Plaza del
Charco” de D. Antonio Ruiz Álvarez, tres poesías contiene este programa dos de
D. Tomás de Iriarte y Nieves Ravelo, “La criada y la escoba” y “La rana y la
gallina” correspondiendo la tercera doña Victoria Ventosa y Cullen de Pérez.
No
quiero concluir este articulito sin destacar de este programa el anuncio de la
entrada en el templo parroquial de Nuestra Sra. De la Peña de Francia del
ilustre y Rvdo. Obispo de la diócesis Dr. D. Domingo Pérez Cáceres, acompañado
de las comisiones eclesiásticas. Esto ocurría a las 10 de la mañana del día 10
de julio. Y a las 10:30 comenzaría la solemne función religiosa de medio Pontifical
dedicado al Gran Poder de Dios ocupando la sagrada Cátedra el MID Leopoldo
Morales Armas; la música sacra estuvo a cargo del orfeón “La Paz” …
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