Teresa
González
No
quiero pensarte siquiera,
es
mejor así.
No
quiero recordar la temperatura
de tu
palma unida a la mía,
muy
fría.
Jamás
debimos mirarnos como lo hicimos…
No, no
debimos observarnos diferente
de lo
que éramos…
Ahora
tu muralla de ausencias
me
ayuda a borrarte.
Haces
bien.
Ser
indebido
que te
metiste
en los
laberintos de mi desvarío
por la
puerta principal.
Solo
pasó…el amor…
a
incendiarnos la piel…
sin
pecado…
Asesinos
nos miramos
de este
sentimiento genuino
que –a
pulso de pudor─
resiste
morir.
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