Javier Lima
Estévez. Graduado en Historia por la ULL
La
llegada de Alfonso XIII a las Islas Canarias, en los últimos días del mes de
marzo de 1906, representó la primera visita de un monarca español a nuestro
archipiélago. Se cumplen 110 años de aquel acontecimiento, centrando el
siguiente artículo en su estancia en Tenerife entre los días 26-29 de marzo. En
ese sentido, analizaremos un extenso trabajo publicado en el periódico «El
Tiempo», en su edición del 29 de marzo de 1906, disponible en la red gracias al
portal Jable de la ULPGC. Alfonso XIII, tras su llegada al muelle, se
desplazaría hasta La Laguna. “La batería de Montaña, colocada en San Roque,
saludó al Rey con 21 cañonazos, mientras la banda dejaba oír los acordes de la
marcha real”. Su salida del municipio fue multitudinaria. Tacoronte sería otro
de los lugares donde Alfonso XIII fue gratamente recibido, confeccionándose a
lo largo de las carreteras numerosas alfombras de flores. El siguiente destino
sería el Sauzal. En aquel pueblo, el Ayuntamiento, las autoridades y numerosos
vecinos se agolparon para ver al joven monarca, creándose, al efecto, un
sencillo arco de bienvenida en el que se podía leer lo siguiente: “A. S. M el
Rey”. En La Matanza, las casas se decoraron expresamente con sus mejores galas,
lanzando las mujeres del lugar multitud de flores que inundaron el coche del
rey. El trayecto continuó y se detuvo en Santa Úrsula. En aquel rincón se
preparó uno de los recibimientos más emotivos, ofreciendo el pueblo un ambiente
de gran animación gracias a la multitud de banderas y gallardetes que se
distribuyeron, junto a la presencia de un hermoso arco triunfal y un precioso
templete. Apoteósico sería el recibimiento creado por Enrique Ascanio, decorando,
con gran belleza, la carretera que llegaba hasta su finca y los espaciosos
almacenes de empaquetado de plátanos, construyendo un total de diecinueve
arcos, definiendo el espacio entre uno y otro con multitud de gallardetes y
banderas. Nuevos arcos marcaron el rumbo de la comitiva con dirección al hotel
Humboldt Kurhaus (posteriormente, hotel Taoro). La población portuense acudió
con gran expectación para observar lo que allí ocurría. En la entrada del
edificio se confeccionó una alfombra marcada por diversas tonalidades, elaborándose
un arco en la entrada del hotel con la particularidad de estar realizado a
imitación de los “abanicos japoneses”. Allí, la comitiva disfrutó de un
agradable almuerzo en compañía de militares, personal autorizado y diversos
invitados. Tras el almuerzo, el maestro Agrícola E. García, entregó al monarca
un impreso del pasodoble Alfonso XIII, escrito
expresamente por tal músico para ser interpretado en su presencia. Desde el
hotel se trasladaron a observar y disfrutar de la presencia de diversas calles
del núcleo portuense. El muelle, la iglesia de Nuestra Señora de la Peña de
Francia y diversas calles del municipio fueron objeto de admiración del
monarca, atendiendo a la explicación del proyecto de un puerto en el lugar,
desfilando ante su presencia un numeroso grupo de niñas con edades comprendidas
entre 6 y 10 años llevando una divisa bajo el siguiente lema: “El Puerto de
Martiánez será nuestro porvenir”. En La Orotava, sería nuevamente objeto de
admiración. Las ventanas y balcones presentaron un aspecto único, engalanándose
con ricas colgaduras y numerosas flores. Se ofreció en torno a su persona una
misa en la Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, asistiendo la
corporación municipal y numerosos vecinos. El alcalde orotavense le entregaría
un plano de plata realizado en relieve de la isla de Tenerife, acordando el
pleno municipal cambiar la denominación de plaza de la Constitución por el
nombre de plaza Alfonso XIII. Numerosas muestras de afecto marcaron el regreso
a la capital tinerfeña, desplazándose hasta el muelle diversas personas para
ofrecer una calurosa despedida al primer monarca reinante que arribó a las
siete islas de nuestro archipiélago en su larga trayectoria histórica.
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