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sábado, 23 de abril de 2016

LA GUÍA INDISPENSABLE


Salvador García Llanos

Un comerciante indio, aquí presente, nos trasladaba hace pocas fechas su inquietud por la carencia de una señalética adecuada en el municipio. Desde los accesos a la movilidad interior, el visitante o el turista conduce o camina si no a ciegas, casi instintivamente, hurgando en su sentido de la orientación -que puede ser escaso- o ayudándose de preguntas en su idioma a los nativos que, no comprendiéndole, hacen todo tipo de gestos con tal de acreditar la amabilidad de la que aún se puede alardear y de guiar convenientemente al emplazamiento solicitado, desde la estación de guaguas al complejo 'Costa Martiánez', desde la Peña de Francia a la parada de taxis más cercana.

El comerciante cree que no es difícil, a estas alturas, dotar de ese recurso -porque se trata, en definitiva, de un recurso informativo- para facilitar el tránsito rodado o peatonal de quienes quieren descubrir y palpar los encantos que les han brindado. Si en otros lugares, de mayor superficie, de más alta densidad poblacional, lo han logrado y los visitantes no se pierden sino que encuentran, a poco que sigan las indicaciones apropiadas, ¿por qué no conseguirlo en esta pequeña gran urbe, apta para caminar, donde todo está al alcance, caracterizada a menudo por el cosmopolitismo, la multiculturalidad y la concentración en núcleos más reducidos o más localizados?

Hoy presentamos una publicación idónea para contribuir a enjugar ese déficit. Por eso, condensamos estas palabras bajo el título La Guía indispensable, obra de Nicolás González Lemus que desglosa tres conceptos básicos de la ciudad, Historia, Turismo y Patrimonio, hasta ofrecer una visión -no de urgencia ni apresurada- muy sintética y ajustada de elementos básicos de la realidad portuense desde esos ángulos. La Guía, editada por Le Canarien Ediciones, es un compendio de lo que fuimos y lo que somos, de nuestro ADN, de la evolución histórica desde entonces y de nuestro acervo patrimonial.

Más de ciento veinte fotos, gráficas, mapas, ilustraciones, localizaciones, fechas, datos y síntesis dan contenido a esta obra, hecha con una nítida vocación historicista. El comerciante aludido seguro que se sentirá más tranquilo ante la carencia que le aqueja porque la Guía propiciará un ‘tour’ por la ciudad, una caminata o un paseo por el Puerto de la Cruz… sabiendo a dónde ir. Para conocerlo mejor, para disfrutarlo con conocimiento y para sentirlo hasta el tuétano, si se nos permite la apasionada expresión, pero ya saben que cuando hablamos del Puerto es inevitable permitirse algunas licencias.

Aquí empezó el turismo, dicho sea sin exageración. El autor se remonta a 1886, año en que se registra formalmente la inscripción de una pomposamente denominada ‘Compañía de hoteles y sanatorium del valle de La Orotava’, para situar en el tiempo los orígenes. Lo que quiere decir que la aparición de esta publicación se inscribiría en el 130 aniversario del nacimiento del turismo.

Más de un siglo, entonces, creando, evolucionando, innovando, dotando, sobreponiéndose a adversidades y asumiendo, en los años de reconstrucción de la Europa castigada por las bombas y de la emergencia de una sociedad que experimentaba con el Estado del bienestar -el turismo venía a ser una de las derivadas de su concepción-, una indeclinable vocación turística.

Más de un siglo abierto al mundo, a sus corrientes, a sus flujos de viajantes y a la consolidación de un sostén fundamental en su economía productiva. El Puerto de la Cruz ha vivido esta centuria y pico con desigual dinámica, forzada por distintas circunstancias, pero siempre con el propósito de acoger y brindar sus encantos a quienes oían hablar de él o a quienes, una vez habiéndolo conocido, quisieron repetir la experiencia, como si siempre quedara algo por descubrir o volver a saborear.

Pero, cuidado: la historia no lo es todo. Está muy bien conocerla y apoyarse en ella, sobre todo para conservar cuantos elementos han coadyuvado a curtir una personalidad, la idiosincrasia misma. Cuanto más rigor se aporte a ese conocimiento -la Guía es una prueba de ello-, mejor en todos los sentidos. La historia, la nuestra, la de todos los sitios, se enriquece con lo que la sociedad, los pueblos, sean capaces de respetar y proyectar. Empero no cabe dormirse en los laureles ni vivir de la historia.

La crisis de los últimos tiempos ha hecho, entre otras cosas, que los portuenses añoren su pasado, la época dorada o de esplendor. Es legítima la nostalgia mas no solucionará. Porque esos días de vino y rosas, de extranjeras, de negocios fáciles, de ganancias sin importar mucho o nada el día después, no volverán. Hay que decirlo sin ambages. Es frecuente regocijarse en redes sociales con fotos de aquellos años como es inevitable, entonces, establecer comparaciones. Pero muchas cosas son irrepetibles.

Si se quiere recuperar pujanza, si se quiere estar en posiciones vanguardistas en el contexto turístico, si hemos de procurar avances sociales, es indispensable contar con modelo de ciudad, modularlo, desarrollarlo e implicar a los agentes de la sociedad. Si algo ha enseñado la crisis, si algo hay que aprender de las carencias y de los anquilosamientos, es que, en estos tiempos, nada se hace sin que la gente participe, se implique y haga suyos los planteamientos se supone mínimamente consensuados.
      
El Puerto de la Cruz vive uno de esos momentos en que no se sabe muy bien lo que los suyos quieren, hacia dónde deben caminar. Desean creer en algo, tener un horizonte que no sea un espejismo, vislumbrar una meta que signifique la culminación de un esfuerzo y la consecución del modelo válido para las generaciones futuras.

En fin, permitan esta digresión cuando en realidad habría que decir algo más de Nicolás González Lemus y su obra. Este amante de nuestro municipio, de sus hitos, este estudioso de sus próceres, de personajes cimeros y de las interioridades de su historia, aporta a su ya densa bibliografía esta obra, válida para consultar en cualquier momento.

Este ‘tour’, este paseo por el Puerto de ayer y también de hoy, se plasma en las páginas de la Guía que sugieren dos rutas generosamente aludidas como las edades de oro del turismo en la ciudad: una primera centrada en los orígenes y que engloba desde 1880 a 1930; y una segunda, referida a la consolidación, comprendida entre 1950 y 1975.

En el paseo se evoca a los hoteles que, como el Martiánez o el Taoro -aprovechemos para reivindicar, una vez más, el impulso a una alternativa para el que acogiera uno de los primeros casinos de juego de nuestro país, una vez recuperada la democracia- son pioneros de la industria turística local, mientras van desfilando por calles y plazas, entre hoteles distinguidos, señoriales y ajardinadas mansiones, casas comerciales y monumentos admirables personajes de la realeza europea que aquí disfrutaron de bondades y servicios como Leopoldo II, Federico Augusto III de Sajonia, Alberto I y los duques de Kent, sin olvidarnos del primer emperador de México, Ferdinand Maximiliam, ni de figuras literarias y artísticas como Dulce María Loynaz, Agatha Christie, Marianne North, Olivia Stone ni de celebridades como Alexander von Humboldt,  Bertrand Russell, Sir Winston Churchill, The Beatles, Eric Sventenius, Tony Curtis, Gilbert O’Sullivan o  Carlos Andrés Pérez… La mayoría de los citados son mencionados en las amenas páginas de la Guía.

Puerto de la Cruz, ¡cuánta historia por descubrir y valorar! Lugar de nacimiento de Agustín de Betancourt y Molina, Luis de la Cruz y Ríos, los hermanos Iriarte, Agustín Espinosa, Luis Rodríguez Figueroa, Antonio Ruiz Álvarez, Telesforo Bravo, Juan Cruz Ruiz y tantos otros cuya consignación sería muy prolija. Emplazamiento de consulados, sede aduanera, templos religiosos, joyas arquitectónicas, fortificación de defensa, monumentos naturales y vanguardistas complejos turísticos, como lo fue ‘Costa Martiánez’, popular Lago…


Las dos rutas sugeridas para este peculiar paseo son una invitación expresa a conocer y recordar. Nicolás González Lemus, con esta Guía, bien desglosada en sus apartados de Historia, Turismo y Patrimonio, viene a llenar un vacío, hecho que agradecemos todos los que amamos la ciudad y necesitábamos una obra así que se convierte, lo dicho, en la Guía indispensable.

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