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martes, 11 de octubre de 2022

TÉCNICOS

Evaristo Fuentes Melián

UNA HISTORIA ESTRAMBÓTICA ENTRE TÉCNICOS

  Para desahogar mis pensamientos pecaminosos, ya cabalgando sobre más de ochenta años de edad, he de contar una historia, digamos de mi vida laboral, hace de ello más de medio siglo.

    La contaré a modo de pieza teatral. 

   Se sube el telón. El panorama que se divisa es hermoso y grandilocuente. Eran los tiempos en que se fraguaban y fructificaban en cantidades a veces exorbitantes, las construcciones de edificios dedicados al alojamiento turístico, durante cuya época, que duró en Canarias un par de decenios, se forraron, se enriquecieron algunos constructores, contratistas y también titulados doctores arquitectos y aparejadores, ahora denominados también ingenieros de la edificación.

    Vayamos al grano: Un dueto de arquitecto A y aparejador B residían en la zona Norte de Tenerife, pero también solían conseguir obras en la zona Sur. Y algunos lograban—como el caso de A y B-- ser contratados como técnicos municipales en un municipio sureño, cuando su residencia y vivienda habitual se hallaba en la zona norte tinerfeña, a más de sesenta (60) kms. del otro municipio sureño, el lugar de las obras.

    Ellos dos, A y B,  solían viajar al Sur al menos una vez cada semana, para atender, vigilar, informar, calificar y autorizar la construcción de las obras que firmaban otros técnicos. 

    El aludido técnico municipal B, iba a revisar—repito-- las obras que estaban realizándose bajo la dirección de otros técnicos, en el caso que nos ocupa, el técnico C. 

   Pero al técnico B, del cuento que estoy contando, le gustaba poner pegas, en ocasiones exageradas, como un profesor de Primaria minuciosamente enfermizo, sin motivo suficiente, a las obras que estaban construyéndose en el municipio sureño, bajo la dirección de otros compañeros, en este caso C.

    Pues bien: Este otro técnico C, que trabajaba en el Sur, empleado en la empresa del señor  D, un poderoso empresario residente en Santa Cruz capital, concejal municipal en tiempos de los últimos años de cuando Franco el Generalísimo seguía vivito y coleando, se  vio injustamente afectado en sus obras sitas en el municipio sureño antes aludido, debido a las pegas técnicas que le ponía  sistemáticamente sin motivo suficiente, este otro técnico B.

    Pasaron un par de meses, cuando al técnico C,  afectado en sus obras injustamente por estos informes de B, le ofrecen un estupendo proyecto y la dirección técnica de una obra de gran volumen, de nueve pisos o plantas de altura, en el municipio norteño Puerto de la Cruz. Entonces la empresa del técnico  C le encarga la confección del proyecto al arquitecto A, residente en el municipio portuense. 

   Pero cuando el aparejador B, que le había puesto sin motivo  suficientemente justificado las pegas en sus obras del Sur, quiere intervenir como técnico en esta nueva obra en el Puerto, el técnico C le niega rotundamente, en justa venganza, que forme parte de la dirección técnica de la referida obra surgida en el Norte.

    Esta obra portuense de oficinas y apartamentos se hizo realidad en cuestión de un par de años, en un solar bastante céntrico de la ciudad turística norteña, en una calle donde se ubica, frente por frente, la Torre del llamado Edificio Belair, de 22  plantas de altura.

   El técnico D, que había sustituido al interfecto B, a instancias del técnico C, terminó la obra y fue a cobrar sus honorarios a la oficina del gran empresario, residente y concejal en Santa Cruz de Tenerife, capital, ubicada dicha oficina en una calle lateral del Parque García Sanabria. Cobró sus suculentos honorarios – ¡unas cien mil pesetas del año 1969!—y asunto concluido. 

    Y aquí paz y en el cielo gloria. 

   Se hizo justicia ya otra cosa mariposa

(Se baja el telón. The End.)

Firmado: Un Técnico de Grado Medio.

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