Antonio Pastor Abreu
¡Es
Nuestra Hispanidad! Por eso. Al dirigirme a los hermanos de América, yo, que
jamás representé el tipo de los hispanófilos aduladores, con toda la modestia
que exige mi insignificancia, pero con todos los títulos que me da mi conducta
pasada, he de decirles: al hablar a España, reconociendo su saldo inextinguible
a nuestro afecto y la realidad de nuestras vinculaciones, no olvidéis nunca reivindicar
nuestro propio tipo.
Los
españoles actuales, esta juventud brava y fuerte que llega a sustituir a los
que nos vamos, precisamente porque ha reivindicado su propio destino, porque
ama su tradición como unidad, no como reacción, saben oír la verdad, y mucho
más cuando esa verdad honra a la máxima obra española, ya que dar tipo propio a
lo que formamos o engendramos es un verdadero éxito, humano y social.
Decía,
el mejicano Doctor Rodolfo Reyes Ochoa, de la Comisión de Cultura, de la
Asociación Cultural Hispano Americana el 12 de junio de 1940. Nosotros, a
nuestro turno, y como sinalagmático deber y clara exigencia de nuestro ser,
debemos dar su lugar fundamental a <Nuestra Hispanidad>; sin ella
seríamos bárbaros sencillamente, así puedan espigarse bellos trozos de ruinas
de civilizaciones precolombinas y algo entre los escombros de la conquista, que
estaba aún vivo.
El
hispanismo no es precisamente aliento racial. España es de los pueblos que
menos puede hablar de raza definida. Su tipo, su fuerza y su abolengo están
también en ser fruto de amplio y extenso mestizaje. Y si esto lo trasladamos a
nuestro mundo, la confusión resulta aún mayor. Por eso pude un día escribir,
hablando de por qué cabía estudiar la figura de Juárez en una colección
española llamada, Hombres de Nuestra Raza: <Nosotros siempre hemos creído
que el mestizaje obra por caminos fisiológicos o espirituales, y por ambos.>
El
español, sobre las razas aborígenes, fue fisiológico y espiritual o meramente
espiritual. Pero en modo alguno quedó como mero accidente de función sexual.
Hijos de indias fecundadas por españoles produjeron mestizos que llegaron a
formar parte de la familia humana occidental civilizada por una fe y una
cultura superiores. Pero muchos aborígenes, sin mezcla de sangre, recibieron
asimismo esa fe y esa cultura, que es nuestra deuda y nuestra afinidad hacia
España; las leyes de Indias, las misiones, que tanto dulcificaron y compensaron
los desmanes de vulgares fanáticos, no tuvieron otro empeño. (Los más
beneficiados fueron, piratas, asesinos,
usurpadores…anglosajones).
Así
nació ese mestizaje espiritual mediante el cual, tan sólo en mi patria, han
podido ir al martirologio católico San Felipe de Jesús, al Parnaso Ignacio
Altamirano, a la cátedra y a la tribuna hispánica Ramírez, a la supremacía
cívica Juárez, todos con predominio de sangre india. Ese hispanismo que está
todavía en marcha, sobre todo en países como Méjico, de recio elemento
aborigen, es el que debe activarse, porque es el que cae en el campo educativo
y social y el que más interesa, y, para lograrlo, nos importa la ayuda de
España el contacto con ella, su conocimiento, su estimación y comprensión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario