Salvador García Llenos
“Si nos autocensuramos en la ficción, tenemos un
problema”, dijo el escritor y periodista Carlos Cruz García, en el curso de la
original presentación de su tercera novela, Todos los días son de Raquel (Del
Medio Ediciones), en el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias (IEHC) del
Puerto de la Cruz. Original porque consistió en un diálogo que mantuvo con la
periodista Estíbaliz Pérez, de RadioTelevisión Canaria, apoyado en la
proyección de imágenes televisivas del incendio y posterior hundimiento en aguas
al sur de Gran Canaria del barco ruso Oleg Naydenov; y en un sorpresivo
testimonio de audio grabado de la mujer que da título al libro. En las
postrimerías, se unió uno de los editores, Manuel Pérez Cedrés, quien acuñó una
expresión muy curiosa para definir la obra que veía la luz: “Historia real
ficcionada”.
Aquel suceso, en efecto, es la base de la tercera
entrega de Cruz. Antes, había aparecido con H (Editorial Dilema) y No es la
noche (Idea Ediciones), novelas con las que dejó una muy grata impresión, la
antesala de una producción que se adivina exitosa. El autor rezuma talento y
audacia, cualidades propias de quien ha optado por la conciencia crítica para
interpretar la realidad que nos envuelve, aunque ello signifique abonar el
terreno donde se cultiva lo que escapa a la sociedad, lo que no se cuenta o lo
que cuesta que trascienda. El sino de Canarias.
Carlos Cruz García escribió su obra en dos partes:
la primera, en las islas; y la segunda en la península, donde posiblemente fue
incorporando perfiles y matices a los personajes y a sus interrelaciones.
Raquel es el leit motiv de la historia, “que pasó y no pasó”, uno de los muchos
juegos de palabras con los que el autor fue definiendo su trabajo. “Un juego de
la realidad negra de aquellos días”, por ejemplo.
Pero Cruz bebió de fuentes oficiales para ir
encajando sus piezas, para hacer más verosímil su relato. Al editor se presentó
con el texto terminado y con una copia del informe CIAIM-01/2016, del
ministerio de Fomento, donde se plasmaba lo ocurrido. Rebuscó también en el
informe de la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de Canarias. Con ellos
cimentó una trama, un thriller que también podría ser una novela social en la
que se mezclan las pugnas de los círculos de poder, el fútbol, el periodismo...
“Yo fabulo, sin ser conspiranoico”, afirmaría el autor quien confesó que había
redactado para exorcizar de alguna manera los años que se dedicó a la política
local.
Preguntado, lógicamente, si esperaba que algunos
de los personajes de su novela se sintiera identificado, dijo desconocerlo;
pero precisó que los había creado para que lucharan por una justicia: “No hay
personajes buenos ni malos. Creo en los personajes de la vida real”. ¿Los
identificables?
Fue cuando apareció, para animar la distensión del
diálogo y avivar el misterio, el mensaje de audio de Raquel. Un testimonio
descarnado, entre dolido, paradójico y sarcástico: “Me tratas como si no fuera
nadie... Necesito tiempo para mí... Deja la verdad tranquila, escritor...”. Era
una suerte de arenga para que las raqueles del mundo hablen alto y claro, ahora
que el feminismo y la dignidad de la mujer parecen haber eclosionado. Raquel,
junto a Julia y Jeniffer, otros personajes de la novela, coadyuvan en el texto
a alimentar la conciencia crítica, el empeño personal de su autor, para quien
“leer es un acto que nos ayuda a a interpretar mejor la realidad y las
relaciones de una sociedad heterogénea”. Quizás por ello desveló su querencia
por los finales abiertos, de modo que “la historia continúe en la mente de los
lectores”.
Con Todos los días son de Raquel lo consigue,
desde luego.
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