Lorenzo de Ara
El derrotismo tontolaba no desparece del Puerto de
la Cruz. ¡Qué cansino! Algunas noches, en duermevela, pienso (rareza) que el
Puerto de la Cruz necesita un gran barrido. Una sociedad enfebrecida
defendiendo con uñas y dientes el Puerto de la Cruz es mi anhelo. ¿Llegó el
momento? Para mí sí, por supuesto. Pero la fuerza se nos va por la boca. Muere
en esa boca que tantas veces se equivoca y tantas veces agota todas las fuerzas
del individuo.
El portuense, por desgracia, se acostumbró a criticar en plazas
y bares.
Maldecir como cuando un dolor de muelas anula los
sentidos.
Sin embargo, la acción es cosa que deben hacer
otros, por lo que se ve. Para mi desgracia, y porque voy recorriendo el camino
que me aproxima a los sesenta años de fracaso educativo y profesional, el
pesimismo aumenta y, cada día que el sol sale y termina poniéndose, mi fe se
debilita, aunque mantengo encendida la llama de la esperanza.
La esperanza está depositada en el buen hacer de
Lope Afonso, por ejemplo.
Sé que otros ciudadanos depositan esa esperanza en
Marco González, o sea, en el regreso del PSOE al poder local. Sé, también, que
una minoría quisiera ver a David Hernández, líder de Asamblea Ciudadana
Portuense, ocupando y tirando el crucifijo del despacho de la Alcaldía a la
plaza de Europa.
Sé que quedan almas en pena codiciando el regreso
a ese despacho de alguna persona de Coalición Canaria para desempeñar las
obligaciones de un cargo que, por ejemplo, en su día, Marcos Brito realizó con
sobrada eficacia.
Pero llevo tiempo haciéndome esta sencilla
pregunta: “¿Saben los jefes de Coalición Canaria en Tenerife que el partido
existe en el Puerto de la Cruz?
El PP canario (más allá del tinerfeño) tiene muy
claro que en la ciudad está Lope Afonso al frente del poder. El alcalde dirige,
ostenta la autoridad, sabe delegar, no ignora ni se arruga ante los problemas
que acechan a la vuelta de la esquina. Conocedor de muchos dislates cometidos
en el pasado lejano y reciente, es de los que en el santoral podría estar
dedicándose a protegernos a diario de cuantos bufan por las esquinas
promulgando que ellos son salvadores y mesías.
En el Puerto de la Cruz, el PSOE, desde el
alumbramiento de la democracia, ha parido hacedores de milagros que, a
posteriori, evidenciaron ser presuntuosos y vulgares magos del tres al cuarto.
Así le fue a la ciudad durante tantísimos años.
Hay que acostumbrarse a leer a Maquiavelo: “Si
toleras el desorden para evitar la guerra, primero tendrás desorden y después,
guerra”.
Esta es una recomendación dirigida a los
dirigentes de Coalición Canaria que, por no leer, seguro que ni siquiera de
niño leyeron “El Principito”, un manual muy útil para la CC abocada a día de
hoy a convertirse en un partido residual en el consistorio.
Lope Afonso es el único referente político capaz
de frenar abruptamente el pesimismo que aún pervive en el Puerto de la Cruz.
La rabia social –más que justificada- nacida por
el incumplimiento reiterado de promesas, se aplaca con liderazgo y cumplimiento
de los compromisos adquiridos.
Lope Afonso no debe jamás dejar que el Cabildo le
coma el terreno.
Debe, eso sí, quedar al margen de las absurdas
guerras por ver quién es el que más sale en la foto. Pero nuestro alcalde tiene
nombre y apellidos. Ni se apellida Alonso, ni se llama Carlos y, por supuesto,
no tiene un Aurelio Abreu pululando por los pasillos.
Coalición Canaria, mientras tanto, se
autodestruye. Ella solita.
El sensor de CC para detectar la sensibilidad de
la gente está averiado.
Menos mal que en la Alcaldía hay un político
imperfecto.
Después de tanta “perfección” ruinosa, lo
necesitaba la ciudad.
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