Evaristo Fuentes Melián
Que en
España llevamos atraso en todo, es tan evidente como que, en el célebre mayo
del 68, al menos en la España insular canaria, no se rompió un plato ni una
escudilla, ni se protagonizó manifestación subversiva alguna capitaneada en cabeza
por algún revolucionario convencido. Lo que pasó en Canarias en relación con
ese original mes de mayo francés del 68, fue tan parecido como un huevo a una
castaña, o sea, no pasó nada digno de mención.
En
Canarias, estábamos implicados en el desarrollo turístico, que, en mi ciudad de
residencia, Puerto de la Cruz, estaba creciendo desmesuradamente, con hoteles y
apartamentos tan altos como el edificio Belair o el hotel San Felipe.
Los más afortunados entre la gente joven se abrían
camino como técnicos u obreros de la construcción, o camareros en la
hostelería; no había tiempo ni lugar apropiado para andarse con andrajos,
melenas y otras cacharrerías más allá de las del día víspera de San Andrés.
La falta de desarrollo intelectual, cultural y
hasta de alfabetización, en resumen, de formación profesional asimilada en la
gente nacida en estas islas macaronésicas, era un evidente, palpable déficit
general, que se notaba. La mayoría del personal laboral cualificado en
construcción y en hostelería venía de fuera (Península, Baleares o extranjero
europeo).
Los peninsulares, en todos los sectores, venían
mejor preparados, y lo peor es que algunos de ellos ejercían de godos y podían amargarte
la vida con sus imposiciones.
Recordemos fechas concretas en Tenerife: El
Primero de Mayo del 68, dentro de las fiestas principales de la capital Santa
Cruz, hubo corrida de toros en la plaza que, medio siglo después, ha quedado
tan obsoleta como cuestionada. El primer domingo, día 5 de mayo del 68, hubo
partido de baloncesto de infarto, en la cancha nauta de la avenida de Anaga: el
CB Náutico, ya primer divisionario, se jugaba la permanencia, y la consiguió
solamente por dos puntos de ventaja. Fue un partido memorable.
Y en lo más familiar de mi existencia, el domingo
siguiente, día 12 de mayo, hubo una excursión a Santiago del Teide, y baño en
la playa de La Arena con mi hija, una preciosa niña que solo tenía un añito de
edad. Al domingo siguiente, día 19 de mayo,
programamos una excursión alrededor de la isla, cuando aún no había autopistas,
lo cual, tomado con calma y sosiego, era mucho más reconfortante y ensoñador.
Itinerario: Puerto de la Cruz, Candelaria, Granadilla y regreso por Las Cañadas
del Teide; todo el trayecto por carreteras sinuosas llenas de encanto. Se nos
hizo de noche al regreso por la zona teideana; y se atravesó en la carretera y
quedó paralizado, deslumbrado por las luces de mi coche, un conejo de monte. Y
lo atrapamos. Fue el único acto seudo revolucionario, fuera de norma, que
cometimos en mi mayo del 68. No somos nadie. Pero el conejo en salmorejo estaba
exquisito.
Espectador
No hay comentarios:
Publicar un comentario