Iván López Casanova
¿Por qué se llenan los periódicos con noticias
diarias de conductas inmorales, de violencia, corrupción y falsedad? Me parece
que son los frutos amargos del árbol cuyas raíces se nutren de lo que Václav
Havel denominaba «vida en la mentira». Contrariamente, este autor afirmaba de
la Checoslovaquia que venció la tiranía política, con su revolución de
terciopelo, que se debía a individuos
«que incluso en los momentos más duros lograron vivir en la verdad».
En su célebre ensayo de 1978 “El poder de los sin
poder” −faltaban once años para que cayera la dictadura comunista−, Havel
describía que la «vida en la mentira» producía una profunda crisis de identidad
personal, y que esto conducía a una profunda crisis moral de la sociedad. Y
apuntaba algo que parece escrito para el tiempo presente: «El hombre que ha
elegido la escala consumista de valores, es un hombre desmoralizado».
Havel sabía que solo era posible vivir en la
verdad sumando dignidad, compromiso y sacrificio personal. Así, en el ensayo
referido, recoge el testimonio de otro checoslovaco, compañero de prisión:
«“Hay cosas por las que vale sufrir”, escribió Jan Patocka poco antes de
morir». (Este filósofo había fallecido en 1977 como consecuencia de los
brutales interrogatorios policiales a los que fue sometido como portavoz de un
movimiento cívico en favor de los derechos humanos).
En definitiva, Havel propugnaba que para resistir
a las debilidades de las sociedades de consumo actuales, y para atajar las
miserias de las democracias parlamentarias y de sus sistemas de partidos, la
clave estaba en la conducta personal individual. En definitiva, sostenía que
con una «vida en la verdad» se logra sustentar una vida de resistencia al mal y
que cada persona sea capaz de «sacrificar cualquier seguridad material en
nombre de su integridad espiritual y moral».
El intelectual checo se daba cuenta de la pobre existencia −falsa− de
tantos que han «perdido el sentimiento de responsabilidad que tenían respecto
de algo trascendente, y han renunciado a un significado superior ante los
atractivos superficiales de la civilización moderna», como resume Belén
Becerril el núcleo de su pensamiento.
Lo que necesita la persona para ser digna, y la
sociedad para superar su oscura crisis de valores, es enamorarse de la verdad.
Y para ello, postulo la comprensión nueva de una de sus dimensiones: la verdad
enamorada. Significa que solo quien posee una actitud enamorada, quien mantiene
una idea afectuosa del mundo como hogar propio y de la sociedad como preciosa
tarea común, será capaz de buscar la verdad y superar el escepticismo. También,
que para desvelar −alétheia− el curso de acción verdadero y bueno, hay que
afrontar con ternura de enamorado los problemas éticos; se necesita un sensus,
una mirada esperanzada, ya que el resentimiento ciega los valores, como aclaró
genialmente Scheler.
También la verdad enamorada resulta pieza clave
para superar la superficialidad, pues la reflexión sobre el bien requiere
hondura. Afirmaba Ortega y Gasset que existen realidades simples que se nos
imponen fácilmente, pero que hay otras complejas: «estas realidades superiores
son más pudorosas»; y para penetrarlas, «para hacerse patentes nos ponen una
condición: que queramos su existencia y nos esforcemos ante ellas». O sea,
cualidades de enamorados, de nuevo.
Afirma Octavio Paz que «hay una conexión íntima y
causal, necesaria, entre las nociones de alma, persona, derechos humanos y
amor». En consecuencia, para percibir la bella luz de la verdad se necesita un
corazón enamorado, con ideales, sin el que no existe capacidad crítica.
«Solo con una vida mejor se puede construir un
sistema mejor», escribió Vaclav Havel. Propongo rechazar con asco «la vida en
la mentira». Y una existencia en la verdad enamorada para continuar «ese
incesante dar vueltas a la verdad en que consiste la historia del espíritu
humano» en palabras de Javier Gomá. Verdad enamorada para decidir una firme determinación
ética personal y para trabajar por la mejora existencial y moral de la
sociedad.
Iván López Casanova, Cirujano General.
Escritor: Pensadoras del siglo XX y El sillón de
pensar.
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