Iván López Casanova
A todos los postulados teóricos de ese feminismo
que aplaude las afirmaciones de Simone de Beauvoir sobre «la trampa de la
maternidad» o «la mujer casada es esclava», a todas las teorías y acciones
contra la natalidad, se las puede rebatir simplemente explicitando lo que todo
el mundo lleva en el corazón: ¡gracias, mamá!
Basta de engaños y consideraciones abstractas, de
ensayos irreales o tramposos en los que todo se enfoca en clave de derechos y
deberes, de dominios y luchas o bajo la mirada resentida de la revancha
histórica contra la misoginia: así solo se accede a dimensiones superficiales
del misterio de la maternidad. A lo profundo se llega desde lo real, por
ejemplo lo que cuentan las enfermeras de guerra de los soldados rusos heridos
en Afganistán, recogido por Svetlana Aliexiévich, Premio Nobel de Literatura en
2015. Cuando estaban a punto de morir, muchos exclamaban: «¡Mamá!¡Mamá! −Estoy
aquí hijo, les decíamos, los engañábamos. Nos convertíamos en sus madres».
Gracias, madres, por vuestro tiempo. Lo refleja
bien el comienzo de un poema de Melissa Castro, poeta tinerfeña con mucho
futuro. «Y de tener es, por seguro, / que no existe labor más honrosa, / que la
que tú has hecho, haces y harás por mí». Porque la dedicación de las madres merece un
reconocimiento mayor, por la donación de un tiempo de oro en la plenitud de sus
vidas.
Gracias, madres, por vuestro sacrificio, por
vuestra entrega. «Y que no existe amor tan puro, / ni tarea más dolorosa / que
los tuyos para traerme hasta aquí. / Pues no hay crítica más necesaria, /
entrega más sincera / Y abrazo más cálido que los que tú me das. Siempre
empujando por detrás / y allanando la frontera», continúa la joven poeta
canaria. Reflejando maravillosamente que el amor en la vida real se entrelaza
con el dolor, pero que así se aprende la lógica del amor, de la entrega y la
donación; así también se recibe la educación necesaria, y se interioriza una
antropología fraterna y de amparo para una humanidad sin fronteras.
Gracias, madres, por vuestra educación, por
vuestro coraje. Sigue el poema de Melissa Castro: «Tu perfección: / a veces
sino, a veces lección. / Pues me enseñaste con mesura, coraje y corazón / a ser
fiel a mi camino. Y que conozco de la prevención / de los azares / y de la
voluntad del destino / gracias a tus cantares». Porque solo la maternidad sabe
corregir cantando, esculpir el corazón para afrontar la vida que es tarea
abierta, vocación para cada uno.
Gracias, madres, por vuestra impagable
generosidad. «Y que no encuentro suficientes presentes, / para devolver tu
constancia y gratitud. / Pues ni piano, ni trompeta, ni laúd / clarifican,
sanan o armonizan / como lo hacen tu consejo, tu regazo y tu voz / con mi mente». Así finaliza el
poema, cristalizando sentimientos universales y transculturales.
Me parece una tarea intelectual importante la de
realzar la maternidad en el tiempo actual. Por una parte, superando esa especie
de teórico antagonismo absurdo entre varones y mujeres. Por otra, encontrando
lo que Janne Haaland Matláry llama el eslabón perdido del feminismo, «una
antropología capaz de explicar en qué y por qué las mujeres son diferentes a
los hombres». Y para ello, dos sugerencias valiosas de Blanca Castilla de
Cortázar quien escribe que «la única defensa eficaz de la maternidad es que
haya varones que descubran su paternidad».
Y también: «Se trata de aprender del sexo opuesto, cosa que es tan
natural en la familia sobre todo donde hay hermanos y hermanas».
«Madre, a tu edad, / cerca de los ochenta / me
hablabas hoy de un mar / vibrante de belleza. // Es tu legado, madre: / pese al
dolor y al tiempo, me hablabas de esta tarde / y un mar intenso», canta Antonio
Moreno. Maravillosa maternidad: belleza, dolor y tiempo. ¡Gracias!
Iván López Casanova, Cirujano General.
Escritor: Pensadoras del siglo XX y El sillón de
pensar.
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