Agustín Armas Hernández
“El astrónomo británico Edmund Halley fue el
primero en calcular la órbita de un cometa y descubrir la periodicidad de estos
cuerpos celestes. En concreto, Halley afirmó que un cometa observado en de 1531
por Apiano y Fracastoro era el mismo que fue descrito en 1607 por Kepler y
Longomontanus, y también el que él mismo había observado personalmente en su
aparición de 1682. "Con toda confianza puedo predecir que retornará en
1758", pronosticó. Aquel cometa fue bautizado "Halley" en su honor
y, según ha revelado un reciente estudio publicado en la revista Journal of
Cosmology, todo apunta a que el primer avistamiento de la historia se produjo
en Grecia en el año 466 a.C., entre principios de junio y finales de agosto. El
siguiente avistamiento fue registrado por astrónomos chinos en el 240 a.C.
Desde entonces, el cometa ha reaparecido 29 veces.
La duración media del año del cometa Halley
-entendiendo por año del cometa el tiempo que tarda en dar una vuelta alrededor
del Sol- es de 75-76 años terrestres. La última vez que el cometa nos visitó
fue en 1986, cuando la sonda espacial europea Giotto se acercó para echar una
ojeada a su núcleo helado. Y no pasará de nuevo cerca de la Tierra hasta el año
2062.”
La organización de las Naciones Unidas, desde su
sede neoyorquina, decretó que aquel año de gracia 1986 fuera el «año de la
paz», «año de gracia» fue, como todos los otros en los cuales podemos conseguir
la salvación eterna. Pero ¿fue de veras
«año de paz?», ¿infundió acaso en mi inconsciente el fenómeno Halley?, pues,
según los antiguos, las cornetas son aves de mal agüero», y nada vale que lo
nieguen los científicos y escépticos. Por otra parte, ¿qué habrá decretado la
curia celeste, compuesta por ángeles y santas, más poderosa sin duda qué la
ONU? ¡Paz y amor!, sí, dos palabras muy sencillas de pronunciar, pero cuán
difíciles de realizar. Comencemos por La paz y pospongamos un momento lo más
sublime y especulativo: el amor.
Se nos dice
en el génesis (un libro histórico por más que muchos lo nieguen), que Dios creó
al hombre a su imagen y semejanza. Por tanto, si nosotros, los humanos, aunque
mortales, fuimos hechos según el molde divino, y él es puro amor y remanso de
paz, ¿qué ha sucedido entonces, pues tan lejos estamos de esa paz tan deseada?
Primeramente, Lucifer, con los suyos, perturbó el
orden celeste y tentando a nuestros primeros padres Adán y Eva (que sí
existieron) introdujo la guerra y rebelión en nuestro planeta. Desde entonces:
¿cuándo ha habido paz completa en la tierra?, ya en aquella época llamada edad
de oro por los poetas, Caín consumó su homicidio, y los hombres se dividieron
en «hijos de Dios» e hijos de los hombres.
Dejó el señor palar 4.000 años para que su hijo
unigénito se encarnase, tomando cuerpo mortal. Entonces, desde el paraíso, se
proclama de nuevo la paz en Belén por boca de los ángeles: «paz en la tierra a
los hombres de buena voluntad». Pasan casi 2.000 años de la era cristiana y
seguimos aun anhelando que se cumpla por fin ese mensaje de paz. Al tocar antes
en una puerta, se deseaba la paz. En la liturgia de la misa, los fieles se dan
y desean la paz; gobernantes, políticos, grandes y pequeños, todos hablan de
paz, ¿por qué, pues, no la conseguimos?
Quienes han
tenido y tienen oídos dóciles, siempre han sentido esa paz interior que Jesús
comunicó a sus apóstoles: «mi paz os dejo, mi paz os doy ¡no como la da el
mundo, sino como la doy yo!» (JN XIV, 27).
En cuanto a la paz externa y universal, la Virgen
de Fátima (en 1917) prometió: «por fin mi corazón inmaculado triunfará y el
mundo tendrá una época de paz». Todos saben que teníamos aquí a una persona,
quien no se cansaba de anunciar estas y otras profecías. (Hoy por desgracia ya
no está entre nosotros). Pasemos ya a la más elevada y metafísica idea del
amor. Sin cesar se habla sobre el amor a los padres, a los hijos, esposas,
novias, amigos, prójimos, etc., cosa notable en estos tiempos de incredulidad,
pasotismo e indiferencia religiosa. Se habla más de amor que en cualquier otro
tiempo de la historia humana; no obstante, se ama menos que nunca.
¿No es
cierto que la mayoría de los esposos no se aman con verdadero amor? ¿Cómo lo
habrá entonces entre los demás miembros de la familia?, y menos todavía entre
los demás humanos.
No, amigos, el amor de que tanto se habla es sólo
amor carnal, pasional; no el amor espiritual o caridad. El divino salvador
exhortaba continuamente, sabiendo que somos débiles y pecadores, a cumplir los
mandamientos y hacer penitencia. Casi solamente, en la última cena habló sobre
el "amor, y eso con sus apóstoles, con los elegidos de Dios. Amaos los
unos a los otros, como yo os he amado» (JN XV, 12) nótese que recalca: «como yo
os he amado». O sea, que, si no participamos de su amor, del amor divino, no
podemos amarnos con amor verdadero. Muy lejos está este amor del amor
pasional y corrupto. ¡Qué lleguen, pues, a nosotros esa paz y ese amor que sólo
Dios puede Comunicar, y ningún organismo ni autoridad humana!
¡A todos pues, paz y amor!
Centro
parapsicólogo “CRISIPO”
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