Salvador
García Llanos
Desazón
coincidente hasta el fastidio en la conversación doméstica del sábado tarde a
propósito del contenido de los noticiarios televisivos.
-Aparte
de que es verano, lo sé, pones la tele a cualquier hora y está tan mala...
Encima, llegan las noticias y entre tantas catástrofes, tantos accidentes,
tanta violencia y tantas amenazas, se va el alma a los pies-, dice la voz
pausada de la televidente que, desde temprana hora, se hace acompañar del
televisor y termina durmiéndose en la siesta y cuando ya la jornada no da para
más, ni siquiera con alguno de los concursos esos que conforman el
entretenimiento.
-No
hay que asombrarse. Siempre ha sido así. Desde hace muchos años, las imágenes
de los telediarios, salvo etapas más bonancibles y convenientemente 'teledirigidas',
solo provocan pesimismo y hastío. Eso sí, todos las vemos y todos convivimos
con ellas-, señala quien trata de aportar aristas del costumbrismo sociológico.
-Lo
peor es la repetición, las ves a cualquier hora. Y cambias de canal y no
encuentras nada atractivo-, indica quien, con ánimo de zanjar y lanzarse al
guasap nuestro de cada momento, resume atinadamente.
-¿Para
cuándo un informativo de noticias amables, blancas, gratificantes, sin sesgos
políticos ni interesados?-, se pregunta quien desconoce los intentos
fracasados, el devenir de los géneros y hasta el rechazo que impulsarían los
productores.
Hay
quien se atreve hasta con lo más cercano:
-Luego
pones las locales, y te das de bruces con la pregunta “¿cómo lo están
pasando?”, repetida hasta la saciedad en desfiles y romerías, o con tertulias
inaguantables o con personajes públicos reiterativos cuyas respuestas, salvo
excepciones, no son noticia ni para el propio medio.
En
fin, con cuitas y aflicciones televisivas, vienen a colación algunas consideraciones
hechas en este vacacional y festivo agosto, en el marco de la Confederación
Masónica Internacional, por el presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez, quien
aseguró que “el bombardeo de imágenes, escenas alusiones e informaciones
referidas a la violencia que recibimos día a día desde los medios de
comunicación es terrible, por no decir obsceno, y contribuye a generar
inseguridad y más violencia”.
El
presidente Vázquez apuntó que, así como en la naturaleza humana, son inherentes
el amor, la esperanza, la razón, el desánimo, la pasión, la resignación o la
voluntad de cambio, lo es también la violencia. Y hace una interpretación
positiva: “Aceptar que la violencia nos constituye, aunque nos duela, nos ayuda
en la difícil tarea de mitigarla”. Pero, como él mismo dice, no hay que
convertirla ni en un espectáculo ni en un negocio.
Es
como si el dignatario uruguayo nos invitara a contemplar las escenas de
violencia nuestras de cada noticiario con ánimo de combatirla y de superarla.
El asunto es complejo, no cabe duda, pero no imposible de conseguir a partir de
la construcción de acuerdos estratégicos que permitan diseñar políticas
sostenibles e instrumentar acciones concretas. Y nos da una clave que coincide
con uno de los aspectos señalados anteriormente en el resumen de la
conversación doméstica: “No debemos entretenernos intentando comparar si hoy
hay más o menos violencia que en el pasado”.
Por
consiguiente, ni esa opción ni el conformismo. La violencia es un proceso y
como tal requiere de un tratamiento apropiado, máxime si es analizado desde los
medios de comunicación. Los estudios y las investigaciones de instituciones y
expertos reflejan las repercusiones en los comportamientos individuales y
colectivos. Aún reconociendo su influencia, no se debe atribuir culpa a los
medios de lo que es responsabilidad de la sociedad en su conjunto.
Tabaré
Vázquez habló, en definitiva, de la violencia como una “relación social
particular”. En ese sentido, dijo que debe ser entendida “más allá del
comportamiento patológico de las conductas individuales y concebida a partir de
un tipo particular de relación social cuya sustancia es, al fin y al cabo, cómo
y sobre quiénes se manifiesta el poder”.
Mensaje
claro, pues: prevenir proactivamente para combatirla.
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