Evaristo
Fuentes Melián
Martes
31 de julio de 2018. Un avión con ciento tres personas a bordo, despegó con mal
tiempo tormentoso desde el aeropuerto de Durango, al norte de Méjico. No pudo
levantar vuelo y tuvo que aterrizar de emergencia. El piloto avisó a los
pasajeros de tan terrible circunstancia, y tuvo la destreza de mantener el
avión en posición horizontal y nivelada. Se incendió al poco tiempo, los
bomberos del aeropuerto llegaron rápidamente. Todos los pasajeros y tripulación
consiguieron salir con vida y alejarse en medio del pánico. Milagrosamente.
Sábado
29 de septiembre de 1956.- Sesenta y dos años antes, un avión de pasajeros,
entre los que viajaban los componentes del equipo de fútbol de CD Málaga de
segunda división, intenta llegar y aterrizar en el aeropuerto de Los Rodeos,
para jugar su partido de liga contra el CD Tenerife. Pero en la maniobra de
acercamiento una fuerte racha de aire en remolino envolvente (eso manifestó
luego la tripulación) no permitió llegar a la aeronave (cuatro hélices) a la
altura de la pista. Entonces la pista principal de aterrizaje aún no se había
ampliado y el aparato tomó tierra en las cercanías de donde hoy se encuentra la
estatua del Padre Anchieta. Todos los pasajeros y tripulantes salieron por su
propio pie, no murió ninguno. Solamente fue víctima mortal una pobre viejita
que habitaba en una chabola en las inmediaciones.
El
miércoles día 3 de octubre siguiente, eran mis primeros días como
universitario, en el curso selectivo de Ciencias en la ULL. Un grupo de
estudiantes norteños nos acercamos andando por los andurriales a ver los restos
del avión. Mis recuerdos por la impresión son borrosos, el aparato quedó
totalmente calcinado. Milagrosamente, no hubo víctimas entre los ocupantes del
avión.
Sesenta
y dos años separan a ambos accidentes, pero los resultados, uno despegando, el
otro aterrizando, uno en Méjico, el otro en Tenerife, fueron muy similares.
Espectador
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