Evaristo Fuentes Melián
Tallinn
–en origen, con dos enes--es la capital de Estonia, que antes de la
desaparición de la URSS era un país satélite bajo su influencia. En Tallin han
jugado la final de la Supercopa de Europa de futbol el Atlético y el Real
Madrid. El hecho de jugar tan lejos de los centros futbolísticos europeos
conocidos, forma parte de la política de
expansión que inició el imputado (digo: el investigado) Platini y que continúa
el actual presidente de la UEFA, Alexander Ceferin.
Dice la
crónica, que el escenario del choque fue el Coq Arena, un mini estadio con
capacidad para once mil espectadores (equivalente a unir en uno solo, el
estadio Los Cuartos de La Orotava y El
Peñón del Puerto de la Cruz).
Tallin
es una pequeña ciudad coqueta con sabor medieval. Una exhibición folklórica
extraordinariamente bella y rítmica, y
bien ensayada, fue el prolegómeno del encuentro; me imagino maliciosamente a
algunos torpes grupos de folk canarios, tropezando y fracasando en tan magna
exhibición.
Por
otro lado, en otro aspecto del mismo partido, en Tallin no hay hooligans ni
gamberros, que armen desaforados follones con cohetería y bengalas ruidosas e
incendiarias. Algo bueno tenía que tener este escenario situado en el
extrarradio del Viejo Continente.
Una de
mis nietas estuvo allí el año pasado, en una excursión crucero en barco, y
durante el partido televisado se dio cuenta
inmediatamente de que había estado en Tallin, que se encuentra situada a
un tiro de piedra -– como de Tenerife a Gran Canaria-- de Helsinki por el norte, y a unos cuatrocientos
kilómetros de Estocolmo, por el oeste, en el mar Báltico.
Espectador
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