Víctor Manuel Cabo García
OLOR A GOFIO Y LUZ DE FIESTA
Olor a gofio y penumbra
para llegar a la TIENDA de Dionel.
Estos son los primeros
recuerdos que me llegan a la memoria. Recuerdos de una infancia vivida, en
parte, en la calle Olivera de nuestro querido barrio de La Vera.
Cada domingo, mi madre,
mis hermanas y yo, veníamos a ver a mi abuela Ángela y al abuelo Alberto.
Eran épocas de trabajo y
pocos recursos... Recuerdo que subíamos en taxi hasta la parte alta de la calle
nueva, en aquel entonces, de doble vía. Normalmente utilizábamos este medio. Mi
madre, nunca supe porque, no era muy amiga de las guaguas.
Cuando llegábamos a casa
de mi abuela aquello era un hervidero de gente, había tenido quince hijos, de
los cuales guareció trece, Imaginen la cantidad de gente que se congregaba cada
fin de semana en aquella pequeña casa... Mi madre era la mayor de las hembras y,
por tanto, la que antes se casó y antes tuvo hijos. Intentó seguir la increíble
cifra de hijos de mi abuela Ángela, pero sólo se quedó en siete, que ya era una
cantidad importante para la época...
Doña Ángela Pérez
Montelongo y Don Alberto García de Franco. Estos son mis abuelos maternos y los
que en realidad nos unió al barrio de La Vera.
Mi abuela, ama de casa,
mi abuelo Alberto, el panadero de la zona. Me cuentan los más viejos del lugar
que cada día salía con un carro tirado por una mula a repartir el pan por todo
el barrio… Mi abuela contaba que trabajaba durante toda la noche para
seguidamente repartir el pan a primera hora de la mañana. Parece ser, que el
apodo de "los carreros" viene de esa época, donde un joven inmigrante
retornado de Cuba, repartía cada día el alimento básico de la mesa.
Volviendo a los domingos familiares
rodeado de primos, tíos y amigos del barrio, me viene a la memoria aquellas
tardes-noches, que, a partir de la puesta de sol, la oscuridad era máxima. En
aquella pequeña calle que terminaba en el muro de la platanera con callejón
incluido, no había luz. La Calle Olivera, solo tenía una pequeña farola que
proyectaba una luz blanca e iluminaba una parte de la misma y que conforme te
ibas alejando, el miedo se apoderaba de uno… Cuando te ibas acercando al
callejón, la cosa se ponía peor porque no sabías si te iba a salir el famoso
“hombre del saco” que juro que nunca vi, o el famoso “grupo de chicos que te
pegaban una cuerada a la primera de cambio” (esto era lo que me decía mi madre
para meterme miedo y que no me fuera más allá de la puerta de la casa de mis
abuelos). Lo mismo, no valía, cuando te enviaban a un mandado, en esos casos no
había ni “hombre del saco” ni “grupo de chicos malos” Tenías que ir a comprar y
punto…
Les puedo asegurar que
bajaba cagadito de miedo rumbo a la tienda de Dionel, a la pequeña ferretería o
a la tienda de Doña Juana, según el recado que tuviera que hacer… Caminaba todo
valiente hasta llegar a la curva del callejón. Una vez allí, salía corriendo
hasta la otra luz que estaba justo debajo de la casa de los padres de la actual
concejala, Sandra Rodríguez. Para mí, aquella luz era como ver nuevamente la
salvación, ver la luz al final del terrible túnel. Me habían metido tanto miedo
con aquella zona, que hasta soñaba por las noches con los terribles hombres del
saco y los supuestos chicos malos…
Los domingos, eran otra cosa, llegábamos a media
tarde y nos quedábamos todo el día en casa de los abuelos. En la azotea, el abuelo, tenía conejeras, palomas
y algún que otro animal… Aquel lugar era maravilloso, me encantaba compartir
esos ratitos con él que, aunque no hablaba mucho, desde que le nombrabas o
preguntabas algo sobre sus grandes o robustos conejos, se explayaba a contar,
con todo tipo de detalles, la crianza de los mismos.
Recuerdo que era un hombre serio y de pocas
palabras, siempre con un sobrero y sentado en el centro de la mesa como el buen
patriarca que era.
La casa de mi abuela
tenía un gran pasillo lleno de fotos de toda la familia. No es por exagerar,
pero se podían contar más de 100 cuadros… Cuando terminabas de pasar por aquel enorme
pasillo, llegabas a la cocina. Una cocina pequeña pero que, un sábado normal o
un domingo cualquiera, podría haber una media de 30 personas. No me pregunten
cómo, pero allí cabíamos todos, y siempre había algo que comer “unas galletas,
unas tortitas hechas por mi tía, un queque, etc.…
Mi abuelo falleció cuando
yo era muy pequeño, creo que tendría unos 8 años o así. Poco recuerdo de él. Sé que era un gran hombre y muy querido.
Cuando falleció se colapsó la calle debido a la cantidad de vecinos que
quisieron acompañarlo en aquella despedida. Como anécdota de aquel triste
hecho, me quedó en la memoria la imagen de la salida del ataúd. Los Señores que iban a proceder al traslado del
féretro no podían sacarlo por la puerta y tuvieron que ingeniárselas para poder
sacarlo por la ventana. Esa imagen nunca se olvidará. Es algo que llevaré en el
corazón hasta el final de mis días, sobre todo la cara de mi querida madre tan
entristecida con la pérdida de su padre. Nunca me lo dijeron, pero sé, que la
niña de sus ojos, era mi madre, y para ella, su padre, era Dios. Lo adoraba y
admiraba tanto que durante toda su vida no había un solo día que no lo
nombrara. Siempre lo ponía de ejemplo, era su gran hombre…
Con el pasar de los años
y por aquello que las familias crecen, se reproducen y en muchos casos, se
distancian, y no por discusiones o malos entendidos sino porque la vida es así,
cada uno tiene su nido, nos vamos acomodando y dejando de hacer cosas por la
propia sinergia del tiempo.
Las últimas aventuras por
la zona, creo que acabaron tras la pérdida de mi abuelo. A partir de aquel
momento veníamos algo menos a la Vera, aunque eso sí, mi madre, seguía haciéndolo,
pero nosotros íbamos cumpliendo años y buscando nuestras propias vivencias y/o
entretenimientos.
Mi familia materna tiene
una especial relevancia en la historia del barrio, pues incluso antes de la
construcción de la zona de las barriadas, donde vivo en la actualidad, estaban
vinculados y participaban activamente en las actividades del barrio.
Permítanme hacerles este
pequeño homenaje. -Tío Chano; fue durante
muchos años el presidente del C.D Vera, dicen las malas lenguas que fue una de
las mejores épocas de este gran equipo que tantas alegrías dio a los portuenses.
Tío Miguel “el carrero”;
fue presidente de las fiestas de La Vera y uno de los primeros atrevidos que se
embarcó en la aventura de traer a cantar a Diango, José Vélez o Pimpinela. Me
cuentan que en algún caso y debido a que las pesetas no eran las suficientes,
tuvo que poner perras de su bolsillo para poder pagar a aquellos cantantes que
eran los más importantes del momento.
Tía Sangeles, que aparte
de ser una devota máxima de la Virgen de Candelaria y una mujer entregada a la
Iglesia y sus actividades parroquiales, fue la primera mujer en dar el saque de
honor en la inauguración del antiguo campo de fútbol del Vera… Ella, aunque
está feo que lo diga yo, era una mujer guapísima. Aún hoy se conservan las
fotos de aquel atrevido momento (una mujer, en un campo de fútbol, allá por los
60, no era lo más normal del mundo) y menos haciendo un saque de honor, pero
ella fue pionera en esto… Posteriormente y cada año por las fiestas, la elegida
Reina, tenía el honor de hacer el saque dando comienzo al campeonato de fútbol…
En la calle Olivera se
realizaba una “papada” por las fiestas.
La Virgen del Candelaria, en procesión magna, bajaba hasta el final de
la calle y allí hacía un pequeño descanso para luego seguir posesionando por
los diferentes rincones.
Las fiestas de la Vera
eran las mejores de la ciudad, siempre comparadas con las patronales. Quién no
ha oído decir aquella frase “muchacho, las fiestas de la vera este año, mejor
que las del puerto” … Eso lo hemos oído decir todos y quizás, no sin poca razón.
Cuando pequeño, y de cara
a las fiestas del puerto, mi madre nos compraba la ropa o, en el caso de mis
hermanas, se las hacía ella misma… Había que estrenar, eso sí, una vez
terminada la festividad volvían al armario y hasta el mes de agosto, fecha en
la que nos volvíamos a poner la “ropa nueva” porque eran las fiestas del barrio
de mi madre y había que ir impoluto.
La pequeña noria, los
cochitos desmoche, las tómbolas, las manzanas de caramelo rojo, las nubes de azúcar,
el olor a almendras con caramelo y la luz, sobre todo eso, la luz de las
fiestas….
Qué maravilla era cruzar
el antiguo puente entre la Calle Nueva y la Plaza de la Iglesia. Ver aquellas
luces que terminaban en un solo punto lleno de miles de pequeñas banderas, era
una auténtica fiesta del color y la alegría… Era un gran recreo, mi gran
fiesta. ¡¡¡¡Como recuerdo aquellos momentos!!!!
En realidad, las fiestas
de la Vera formaban parte del calendario festivo de la familia, porque, aunque
éramos y somos “ranilleros”, teníamos nuestra parte materna que, en nuestro
caso, era muy importante. En casa vivíamos un matriarcado puro y duro, mi
madre, la que mandaba, y allí ni dios rechistaba.
Ya de mayor la
implicación con el barrio fue incrementándose. A los 19 años, recién terminado
el servicio militar, un grupo de madres del Colegio de la Vera que pertenecían
al AMPA del momento, necesitaban a un profesor de mecanografía para que diera
clases en el centro. Afortunadamente y desde muy pequeño acudí a las clases de
tía Lucrecia, profesora de mecanografía,
esto me facilitó mucho la tarea para poder aspirar a conseguir la plaza.
En resumidas cuentas,
comencé a dar clases en el colegio durante un corto periodo de tiempo, pero eso
me sirvió, entre otras cosas, para conocer de cerca a los vecinos y vecinas del
barrio.
Hoy por hoy, muchos de
aquellos niños, ya hombres y mujeres, recuerdan esa época. Al poco de comenzar
con aquellas clases de refuerzo educativo tuve que renunciar a la plaza porque
me había salido un trabajo, un poco más estable, en el sector seguros… Tía Mari,
fue mi sustituta y allí estuvo durante muchos años hasta que prácticamente
desaparecieron los mecanógrafos y comenzó la era informática. Tengo un
gratísimo recuerdo de aquellos días.
Aproximadamente a los 23
años vine a vivir al barrio, y a los 28 ó 29 años ya estaba metido en jaleo, y junto
a los vecinos de diferentes edificios, comenzamos a preparar la puesta en
marcha del programa “dinamizando la vera” donde participé como gestor para la
constitución de las comunidades y los seguros de las mismas.
Más tarde, cuando la consejería, de la mano de
nuestra vecina, Milagros Luis Brito, consiguió que las viviendas VPO-SOCIAL
pasaran a propiedad de cada uno de los inquilinos, allí estuvimos para echar
una mano con tantas y tantas solicitudes... Esto fue un gran logro para el
barrio, y una proeza, que nunca dejaremos de agradecer a nuestra querida
Milagros Luis que, como viceconsejera de vivienda del Gobierno de Canarias,
trabajó por hacer realidad, una petición popular.
Otros de los proyectos que puso en valor la
unidad de los vecinos fue cuando conseguimos acabar con la zona de las mesitas,
la construcción de la acera en calle Manuel Antonio de la Cruz o el asfaltado
de la Calle Juan de Tejera que, cuando nos dieron las viviendas, era de tierra.
No quiero olvidarme de
los años que pasé presentando las fiestas de La Vera y participando de las
mismas gracias a Felipe y todo su equipo que me dio la oportunidad de presentar
la primera gala de los mayores. Una
experiencia que nunca olvidaré y que paso a contarles de forma resumida;
Felipe me contrata para
presentar el evento; cuando llegué a la plaza, 20 minutos antes de comenzar, no
había guión, ni candidatas, ni flores, ni nada que se le pareciera, y para
colmo, remata la faena diciendo “En un rato di que suben al escenarios “Doña hedionda, Doña hermoso conejo y Doña Esther
colero, entre otras candidatas…” Aquello era todo un desastre, me juré a mí
mismo que nunca más me cogería en esas… Finalmente, ya en el escenario, presenté lo que me dijo… Mi sorpresa fue mayúscula,
las candidatas eran los miembros de la comisión de fiestas vestidas de mujer y
representando, cada una de ellas, a una zona determinada de la vera. Las flores
las cogieron del barrando, era “rabo de gato” y las candidatas, a reina de la
tercera edad, del mismo público, vamos, todo un desastre magnífico… A pesar de
tanto despropósito, creo que fue una de las mejores galas que hemos tenido en
nuestras fiestas…
Luego vinieron las galas
infantiles y las adultas, allí también estuve presente durante algunos años
bajo la dirección del amigo Sito Rouvas, Marcos González o Jonay Díaz, de este
último tengo otra anécdota que es para olvidar…
Les explico; Pepe Benavente
anunciado en el cartel, gala a celebrar en el polideportivo, aquello a reventar
de gente, dos minutos antes de subir al escenario llegó Jonay y comenta; “sube
al escenario, comienza a presentar y di que Pepe Benavente no puede actuar y
que el que quiera recuperar las perras, que hable conmigo”… a mí me temblaban
las piernas, tal fue así, que cuando subí al escenario, en vez de decir “a la
reina se le entregará cetro y corona” dije “féretro y corona”… finalmente y
como la gente de la vera somos como somos y nos gusta más una fiesta que comer,
nos dio igual, Pepe Benavente y todo lo demás, el caso fue que terminamos
bañados en sudor debido al calor que hacía en aquel recinto cerrado, y con una
flamante reina, tras una gala llena de contratiempos…
Unos años más tarde se
nos ocurrió la idea de crear un nuevo evento “1,2,3,4 responda usted en este
rato” en principio, Felipe se negaba. Cuando le hicimos la propuesta nos espetó;
“yo no tengo un duro, imposible hacerlo” … Nos negamos a tirar la toalla y
junto a la hermana de Felipe, mi amiga Davinia, comenzamos a trabajar en el
proyecto.
Ella estaba embarcada en
unas clases de teatro en el Centro cívico del municipio de Santa Úrsula y se
ofreció para hacer de las “Supertacañonas” y de los personajes que participaban
del 1,2 3, con los sketch… Luego tocó buscar las perras para los premios, el
decorado, la pancarta, los vestuarios, etc.
finalmente se celebró el
concurso y fue todo un éxito de participación. Los concursantes consiguieron el
premio mayor, valorado en unos 600 euros, para cabreo de Felipe, tenía que
desembolsar 600 euros, y no tenía perra chica. Espero que algún día podamos
recuperar ese concurso que tantas alegrías nos dio.
Son muchas las anécdotas
que puedo contarles, pero quiero ir terminando este humilde y les prometo que
cariñoso pregón.
Durante todos estos años
hemos trabajado unidos por mejorar el barrio, creo que formamos un gran equipo
de vecinos inconformistas que vamos a más… Hoy por hoy disponemos de una
Guardería gratuita, La Ludoteca infantil el caracol referente en Canarias, un
centro para la formación de adultos. Uno de los mejores institutos formación
secundaria de Canarias. Un magnífico colegio. Una oficina de la policía
descentralizada. La unidad de tramitación de los servicios sociales. La unidad
de formación de la búsqueda activa de empleo que dirige la Fundación Don Bosco.
El colegio para niños con diversidad funcional. Diferentes asociaciones
CULTURALES, VECINALES O DE MAYORES, y muy recientemente el Centro para personas
con la enfermedad de Alzheimer.
Creo, sin temor a
equivocarme, que juntos hemos trabajado por mejorar nuestro entorno a nivel
social y laboral, creando oportunidades de negocio en nuestro barrio con
pequeños y medianos comercios. Los temas relacionados con las adicciones y
gracias a la concienciación y colaboración de todos, ya no es un problema para
el barrio, si bien hay algún foco localizado, ya no es, ni por asomo, lo que
fue en su día… Tenemos y debemos sentirnos orgullosos de pertenecer a uno de
los barrios con más solera y tradición del norte. Con trabajo, y siempre de
frente, como diría mi amigo Juan Carlos Marrero, hemos realizado una labor
incansable en la construcción de nuestro lugar de convivencia. Tenemos que
seguir reivindicando acciones para nuestro barrio, estar unidos, contar nuestra
historia “de dónde venimos y a donde vamos” …
Vivir en la Vera me ha
dado muchas satisfacciones, entre otras, conocer a mis queridísimas vecinas;
Pirula la gitana “ella sabe que lo digo cariñosamente” lo mismo te vende una
camisa de “Lacoste” que un mantel para la mesa con cientos de bordados. Mi gran
amiga Lidia. Lidia es como mi supermercado 24 horas, si me hace falta un
tomate, sal, cebolla o lo que sea, allí está mi vecina para facilitármelo.
Siempre le digo que se lo devuelvo, pero la realidad es que nunca lo he hecho.
Gracias por todo querida Lidia. Mis vecinas Fifí y Fefa, con sus anécdotas y
siempre dispuesta a echar una mano a quién sea y para lo que sea. Mi vecino Julián,
Mari, Doña Nieves, Pili, Esther, se han convertido en parte de mi familia.
La vida finalmente me ha
dado la oportunidad de compartir con magnificas personas sus vidas, los
momentos buenos y los no tan buenos. Escuchar sus necesidades, sus anhelos. En
definitiva, estar presente.
Hoy quiero más que nunca
poner en valor lo que somos, nuestra idiosincrasia creada y forjada a base de
experiencias, vivencias y trabajo, mucho trabajo. No puedo bajar de este
escenario sin dar las gracias, en primer lugar, a la comisión de fiestas 2018
por permitirme estar aquí, Gracias Felipe... A mis padres y en especial a mi
madre, por ayudarme a ser quien soy hoy. A mi gran familia que, con sus defectos
y virtudes, es mi familia y eso no es cuestionable… A ustedes, queridos vecinos
de La Vera, tengo un compromiso vital con este lugar, un compromiso que va más
allá del momento que estoy viviendo ahora como responsable público, tengo un
compromiso con mis raíces, con mi infancia, con mi propio yo…
Hoy toca pregonar,
pregonar con el corazón. Hoy comienzan las fiestas de La Vera. Que se enciendan
las luces, que cuelguen las banderas, que todo el mundo festeje en sus casas,
que se diviertan en las calles. Que procesiones nuestra Madre la Virgen de
Candelaria. Que los niños corran por la plaza, que comience la música el baile,
la verbena… AMIGOS, AMIGAS. VECINOS, VECINAS; QUE COMIENCE LA FIESTA Y LA
ALEGRÍA… EN DEFINITIVA, “QUE COMIENCE LA
VIDA” … MUCHAS GRACIAS.
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