Lorenzo de Ara
Cuán aburrida tiene que
ser la vida de algunas personas. Una cámara, una obsesión, un levantarse y
salir en busca de lo peor de lo peor de lo peor de una ciudad. Una esquina, una
palmera, una papelera, un columpio, una pared, un borracho, un vagabundo, la deposición
de un perro. Así transcurren los días de las personas que han jurado a un dios
ciclópeo que el gobierno local es lo más pernicioso que le ha pasado a la
ciudad desde el asesinato de Caín. Todo mal. Pestilencia insoportable a
calamidad, nulidad, soberbia, fetichismo, ineptitud. No existe el espacio
necesario para observar los acontecimientos con serenidad y algo de
inteligencia. Una oposición desbocada y una tribu en las redes sociales que
perfora la paciencia de Job.
Una ciudad no puede
aspirar a mucho cuando son innumerables los ojos que sólo ven lo que la mentira
les proporciona. Se aferran al espejismo. Todo está mal y va a peor. Es un
oasis de calamidad donde beben los detractores del optimismo.
¿Ciudad sucia? La mía.
¿Gobierno inútil? El mío. ¿Ciudad muerta? La mía ¿Barrios abandonados? Los
míos. La lista de obscenidades políticas es infinita. O sea, que un gobierno,
con sus hombres y mujeres, han llegado con el objetivo de demoler la ciudad y
las vidas de los vecinos. En su día se
reunieron, naturalmente en una oquedad, sumidos en las tinieblas, y, a media
voz, dispusieron cómo hacer trizas las ilusiones de un pueblo.
El voto le condujo al
poder. Y la bienhechora oposición, cargada de proyectos regeneradores, se quedó
apartada, sin armamento, depuesta por los deshumanizados gobernantes que comen
niños, pero, sobre todo, se atiborran con sus propias mentiras y, así, ya van
más de dos años, viven destruyendo todo lo bueno que tiene la ciudad.
PD. Un alcalde habló en su
día de “pesimismo antropológico”. No se equivocó. Un día de estos alguien dirá
la verdad de cierta oposición (y de líderes en ella). Si llegara la oscuridad a
las redes sociales, la mudez, la clausura definitiva de tanto submundo
irracional, a lo mejor, quién sabe, esa ciudad, entre todos, tendría más fácil
recuperar, por lo menos en parte, el protagonismo perdido. Pero se confunde la
validez de una sociedad crítica con la moda de pertenecer a una manada de lobos
en busca de presa.
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