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viernes, 5 de enero de 2018

REPASANDO AQUEL ARTÍCULO QUE DEDIQUÉ AL DOCTOR DON JOSÉ PÉREZ TRUJILLO

Agustín Armas Hernández.

En articulitos míos anteriores dedicados al Puerto de la Cruz con motivo de sus fiestas patronales, recopilé a vista de águila algunos datos de su historia. De entre ellas destaqué el fundacional, su medio de subsistencia —en otros tiempos— el hotelero —desde sus comienzos— y el cultural. Haciendo también mención a algunos de sus hijos más ilustres y a otros que con su intelecto y buen hacer en lo urbanístico y turístico lo hicieron grande.

Porque soy ranillero y mis progenitores (qepd) fueron pescador y pescadera, seré siempre contrario a todo lo que conduzca al deterioro de la costa y naturaleza marina. Ya sea construyendo edificios a la orilla del mar o vertiendo al mismo residuos tóxicos que puedan dañar su flora y fauna. De ahí mi ironía al aludir en uno de estos articuli-tos citados anteriormente y concerniente a las piscinas y Lago Martiánez, que sobre aquel prodigioso bajío se ubicaron y de la que de tal conducta discrepo.

 Pero, lo que es la vida!, hubo un tiempo en que el ser y sentir ranillero —para algunos— era una vergüenza. Pero ahora resulta que estos pudorosos portuenses tanto del mismo barrio como los del otro lado de la ciudad, se declaran —bien sea a trovés de los periódicos o por la dialéctica que sale de sus labios— como ranillero de toda la vida. No obstante lo dicho y hecho, tenemos que reconocer que el Puerto de la Cruz dejó de ser pueblo pequeño, para convertirse en gran ciudad. Y... ¿quién lo hizo grande? varios fueron los personajes que lo engrandecieron, y que mucho batallaron hasta lograrlo. Pero el Puerto de la Cruz, no siempre ha sabido corresponder a estos sus hijos como merecen, se entiende de los ya fenecidos. Tuvieron que ser un grupo de agradecidos portuenses los que, por mediación de una suscripción pública lograron erigir el busto de uno de estos hijos predilectos en la avenida de Colon (playa de Mar-tianez). Me hago —desde estas mismas páginas— emisor y eco de la voz de mi querido amigo Melecio Hernández Pérez al reivindicar para un querido e ilustre portuense, concretamente para D. Antonio Ruiz Álvarez, el nombre de una Calle. Pudiendo ser también en cualquiera de los recoletos rincones de nuestro Puerto de la Cruz de los que el tanto resaltaba en las tertulias con los amigos, o a troves de sus escritos periodísticos. Al Sr. Ruiz Álvarez se debe la erección en el Puerto de la Cruz del Insti-tuto de Estudios Hispánicos de Canarias (IEHC) centro de cultura desde entonces.


Pero el motivo de este escrito no es otro que traer a estas páginas a otro loable y querido conciudadano, también fallecido y como el anterior igualmente olvidado. Se trata del doctor en medicina don José Pérez Trujillo (1895-1968). Y digo olvidados, no por los ciudadanos  que los querían  muchísimo y siempre los tienen en mente y corazón, sino más bien por los llamados —como queda dicho— a perpetuar sus nombres en lapidas y monumentos, para que sirvan de perpetuo recuerdo y ejemplo del bien y del buen hacer a las generaciones presentes y venideras. Pues sí, el Puerto de la Cruz no comenzó su andadura con el boom turístico de los años 60, sino que empezó a caminar mucho antes, y en ese lapso de tiempo anterior, produjo también a grandes personajes. Como por ejemplo, al Doctor D. José Pérez Trujillo, medico que fuera muy apreciado y querido por lo generoso de su corazón y acertado de su medicina. Veámos algo de su vida y de so obra: afloró del vientre de su madre en el Puerto de la Cruz el 11 de agosto de 1895. Fue estudiante brillante, destacándose del común de los compañeros, hasta tal punto que logró en varias ocasiones hacer dos años, de estudios, en uno solo. Cursó la carrera de Medicina en Cádiz con la promoción de 1913 a 1920. Desde este ultimo año en que consiguió su licenciatura como médico, hasta el 22 de julio de 1936 en que fue encarcelado por ideales políticos, ejerció su profesión en su pueblo natal, el Puerto de la Cruz. Salió de la deprimente prisión el 22 de febrero de 1939, hasta el 1 de diciembre de 1968 en que paso a mejor vida, siguió ejerciendo su misma profesión atendiendo cariñosamente a sus queridos enfermos. Mas, ya no en el Puerto de la Cruz, de sus amores, sino que se vio obligado a instalarse en la capital, Santa Cruz de Tenerife. Donde también acudía la clientela de Puerto de la Cruz. Allí llegaron a quererlo tanto como en el Puerto; hasta tal punto, que, adelantándose a su ciudad natal, le erigieron un monumento con su busto en un entrañable rincón capitalino.


El ilustre doctor contrajo matrimonio con doña María Luz Pestana en la Parroquia de la Peña de Francia el 17 de octubre de 1923. De la apreciada pareja surgieron cinco brotes, a saber: Carmen Maruja, María Mercedes, Salvador, María Dolores y José; este último ya fenecido. Salvador sigue la profesión de su padre y, al parecer, imita sus virtudes. Como estas páginas son limitadas, sólo contaré una de tantas anécdotas relacionadas con dicho galeno.


Al consultorio de don José acudían muchos pacientes, unos adinerados, otros no tanto, pero a los más que apreciaba y tenía en estima era a los humildes pescadores de la Ranilla. Uno de aquellos días fue a la consulta un conocido pescador, que era  muy popular y simpático; no más abrir el doctor la puerta le dice: Don José, <<la may está mala>>; sabedor el galeno de lo que quería decirle le responde: y le tú << ¿qué mar tienes?». Después de explorarlo y darle los brebajes se acerca don José al ventanal, desde donde se  veía mar, mientras el marino dice: ¿que le debo D. José? Vuélvese el humanitario galeno y le replica: (es verdad el mar esta alterado, ¡vete con Dios!.

Dicen que para ser médico, hace falta, como para ser sacerdote, una verdadera vocación. El doctor Pérez Trujillo la tenía. ¡Que tengamos otros muchos emuladores de los antiguos médicos Hipócrates y Galeno!


P. D.: me comunican, y me alegra mucho saberlo, que,     el portuense D. Antonio Ruiz Álvarez ya tiene una calle que lleva su nombre. Sin embargo todavía no la hay del Prestigioso y humanitario doctor en medicina D José Pérez Trujillo. ¡Este olvido no tiene perdón! ¿Para cuándo ese nombre en el callejero Portuense? ¡Esperemos sea pronto!

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