Juan Antonio Gómez Jerez
Quizás nunca nos hemos
planteado cuanto poder tienen las palabras que decimos y las que nos dicen,
pero, es cierto que muchísimas veces ejercen gran poder e influencia en
nosotros; tanto si somos nosotros los que las emitimos, como los que las
recibimos. No importa lo grande o pequeña que sea una palabra para que pueda
ejercer un daño terrible.
El poder de la palabra es
tremendo. Aunque parezca que no, cualquier cosa que podamos decir, se puede
convertir en un arma terrible que tintinea en nuestro pensamiento y nos puede
llevar a un montón de situaciones no deseables.
Hay que recordar e
insistir en que las palabras, mal dichas y emitidas en un mal momento, pueden
llegar a herir sin darnos cuenta de las consecuencias que ello puede traer.
La fuerza que pueden tener
las palabras, es tal, que a veces no son necesarias una gran cantidad para
causar un verdadero tsunami de emociones en nuestro corazón.
¿De dónde pueden venir esas palabras?
Una persona cercana a nosotros,
sea cual sea su relación con nosotros, si se trata de una persona tóxica, puede
validar cualquier emoción que nos aflija o afecte, porque ataca en nuestro
punto débil. Puede llegar a ser descorazonador y destructivo.
Todos, en algún momento de
nuestras vidas, hemos podido recibir palabras ensangrentadas, llenas de dolor,
de rechazo, de resentimiento, de ira. Es absolutamente devastador.
Los seres humanos hemos
desarrollado el lenguaje para comunicarnos, y hemos ido aprendiendo con el
tiempo, que utilizado en forma negativa y en el momento justo contra alguien,
puede ser un ataque certero contra una persona.
Claro que, empleando un
lenguaje limpio, claro, asertivo, educado, justo, y cariñoso, podemos
conseguir, no sólo que se nos entienda, sino que además podemos defender
nuestros derechos sin la necesidad de ofender ni humillar a las otras personas.
Todo lo que podamos decir,
queda dicho y aunque digan que las palabras se las lleva en viento, la verdad
es que si están envenenadas y bien
dirigidas, llegan a su diana.
Siempre podemos decir las
cosas mejor de lo que creemos, basta con pensar y ponerse en el lugar de la
otra persona, para darse cuenta que en la palabra hay un gran poder, que puede
ser destructivo, o por el contrario, puede ser positivo y confortable.
El amor, como sentimiento
fraternal, lo podemos demostrar con esas palabras de aliento y de cariño que
muchas personas necesitan y aunque parece que no sirven para nada y que van a
un saco roto, lo verdadero es que se quedan en nuestro corazón y nos
reconfortan.
¿Sería posible concebir el
amor como sentimiento sin el uso de la palabra?
Dado que somos seres
sociales, y socialmente estamos influenciados los unos por los otros, tenemos
la responsabilidad propia a la hora de utilizar el lenguaje, tanto como armas
con las palabras cuales dagas envenenadas, o por el contrario encontrar el
equilibrio adecuado al utilizarlas.
Podemos construir, crear,
acariciar, compartir, abrazar, dar felicidad…
…Siempre que nuestras
palabras vayan en el sentido contrario al de la agresión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario