Antonio-Pedro Tejera Reyes
La ignorancia y la falta del conocimiento, entorpecen
la labor del profesional del turismo condicionando su gestión y relegándole en
sus aspiraciones de progresión.
SITUACIONES INEXPLICABLES
Algunos párrafos, de un artículo aparecido hace algún
tiempo, original del educador Eduardo Jordá, en el digital del diario LA
PROVINCIA, Las Palmas de Gran Canaria. (29-10-2015) nos llamó poderosamente la
atención ya que se ocupaba de un tema que desde tiempo inmemorial nos viene
preocupando, por tratarse de algo íntimamente relacionado con la actividad
profesional del turismo.
Hace bastantes años, en el programa de los estudios
turísticos en España, teníamos incorporadas las asignaturas de Religión y de
Política. Ni que decir que los mismos estaban encaminados a las directrices
marcadas por el régimen político que nos dominaba.
En este acontecer, nos percatamos del interés y la
necesidad evidente de que nuestros alumnos conociesen –aunque fuese
superficialmente – las distintas historias que, tanto en las religiones como en
la política mundial, les pudiesen ser necesarias para desempeñar con éxito
profesional sus labores directivas en la gestión turística.
Convencimos a nuestros profesores de la necesidad de
que un profesional de turismo tuviese los conocimientos necesarios de los
distintos elementos culturales y sociales que los viajeros del mundo poseían y
profesaba. Hicimos los arreglos necesarios en los programas, naturalmente a
espaldas de la legislación establecida. Sabio instructor y director de toda
esta trayectoria y totalmente introducido en su filosofía, fue durante muchos
años, el catedrático Leoncio Afonso Pérez, a quien recordamos con profundo
cariño y reconocimiento, en toda una brillante labor educativa, no solo en
Canarias, sino en los distintos países de nuestra América donde nos acompañó
con sus sabias y documentadas lecciones.
Viene todo esto a cuento, porque encontramos
memorables párrafos en ese artículo que mencionamos al comienzo de estas
líneas, con el que, no es que estemos de acuerdo, sino que lo suscribimos en
todo su contenido.
“Una vez, no
sé a cuento de qué, les pregunté a mis alumnos americanos si conocían la
historia del Diluvio Universal. Todos contestaron que sí. Después les pregunté
si sabían quién era Noé, el constructor del Arca. También me contestaron que
sí, y algunos hasta me dieron explicaciones muy divertidas sobre el patriarca
bíblico (“La Biblia dice que Noé llegó a vivir 950 años, y eso que le gustaba
mucho el vino y se emborrachaba a menudo. Procuraré seguir su ejemplo por el
bien de mi salud”, me dijo un chico de New Jersey que estudiaba Economía). Esos
alumnos venían de lugares muy distintos – Carolina del Sur, Arkansas, Colorado,
Manhattan – y habían estudiado en centros de todo tipo – públicos, privados,
laicos, cristianos, judíos -, pero todos demostraron conocer muy bien la Biblia
y todas las historias y personajes que conforman uno de los mayores tesoros de
la cultura universal. Pero si se hiciera esa misma pregunta a universitarios
españoles, habría un porcentaje muy alto que no tendría ni idea del Diluvio ni
de Noé. De hecho, les pregunté una vez a unos estudiantes de Derecho si habían
leído el mito evangélico de los Reyes Magos y me contestaron que no. Y lo único
que sabían de los Reyes Magos era lo que habían oído en la televisión o les
habían contado sus amigos y familiares. Es decir, que todo lo que sabían se
reducía a la parte anecdótica y comercial de la cabalgata de Reyes y los
regalos para los niños. Y nada más.”
Nada más real y verdadero que lo que aquí expresaba
este documentado comentarista, sobre lo cual tenemos las más amplias anécdotas
a través de nuestra dilatada experiencia profesional.
DE LOS MITOS A LA REALIDAD
“Hay gente que pensará que ese desconocimiento de todo
lo que se refiera a la Biblia y a la tradición cristiana es un gran logro de
nuestro sistema educativo, pero cualquier persona con dos dedos de frente sabrá
que es una catástrofe. Ni Dante ni Rembrandt ni Miguel Ángel se pueden entender
si uno no conoce bastante bien las enseñanzas bíblicas. Y no me refiero, y que
quede claro, a la enseñanza obligatoria de la doctrina religiosa en los
colegios como simple adoctrinamiento moral. Para nada. Me refiero a que
cualquier estudiante mínimamente preparado debería cursar una asignatura de
Historia de las Religiones. Y lo mismo que se debería enseñar la historia de la
religión cristiana, también se deberían enseñar la judía y la musulmana y la
budista. E insisto una vez más en que esa enseñanza se debería hacer de forma
razonada, o incluso crítica, y sin hacer proselitismo alguno a los estudiantes.
El mito de Adán y Eva, la torre de Babel, el Diluvio, la peregrinación de
Mahoma a La Meca, la reencarnación de las almas o el Talmud: todos estos mitos
religiosos deberían resultar familiares para cualquier alumno medio.”
Así continúa Eduardo Jordá, su comentario. Más claro
no canta un gallo.
Para un profesional del turismo, el desconocer las
realidades políticas del mundo o el gran problema de sus religiones, es una
laguna imposible de llenar, ya que son la parte más importante de la actividad
cívico-social que le toca desarrollar, en la cual su habilidad y su diplomacia
juegan un importantísimo papel. De ahí, que tengan un valor determinante para
su proyección profesional, la amplitud de su cultura, por supuesto, por lo que
hoy tenemos: la historia de las religiones y ¿Por qué no? de la política
mundial.
Sigue Jordá, refiriéndose a España – a alguien hay que
poner de ejemplo- : “Ya sé que lo que estoy pidiendo es imposible y que
probablemente seguirá siéndolo durante muchos años. Tal como está concebido
nuestro sistema educativo – uno de los peores de Europa, se mire como se mire –
es imposible que unos alumnos que apenas saben leer diez líneas sin sufrir una
conmoción cerebral, puedan adquirir unos conocimientos mínimos sobre los mitos
bíblicos que nos han enseñado a entender el mundo.” No sirven las leyes, aunque estén cargadas de
buenas intenciones, si son demasiado ingenuas como para no tener en cuenta la
importancia de la lectura comprensiva y desdeñen la memorización o el
afianzamiento de los aprendizajes básicos, porque los consideren reaccionarios,
sigue diciendo Jordá.
Ninguna propuesta educativa -venga de donde venga –
tendrá sentido si no se propone un gran pacto mundial que cambie el modelo educativo
de arriba abajo, desde la enseñanza preescolar hasta la universitaria, desde
los temarios de las facultades de magisterio y pedagogía… Este nuevo modelo,
inspirado en los sistemas educativos que deberían de funcionar bien en todo el
mundo, tendría estar en vigor al menos 30 años, para que pueda ser efectivo, y
no debería olvidar la historia de las religiones, ni la filosofía, ni la
historia, ni cualquier otra faceta de las humanidades que nos hagan un poco
menos burros y un poco menos salvajes de lo que somos.
Indudablemente estas últimas consideraciones del
articulista encierran una auténtica realidad sobre la cual muestra una razonada
opinión crítica que, como decimos suscribimos, ante la incomprensible realidad
que nos muestra un escenario en el cual parece increíble que hasta al más
simple obrero de la actividad turística, no se le enseñe las distintas
religiones y regímenes políticos imperantes en el mundo, que pueden formar
parte y condicionar, para bien y para mal, sus desempeños profesionales.
Un señalado trabajo que publicaremos próximamente nos
acerca a este extraordinario tema, una de las grandes preocupaciones de nuestro
actual Papa Francisco, el cual está inmerso en una inmensa labor con el fin de
cambiar los modelos mundiales de la educación sin los cuales, según sus propias
consideraciones, no podemos transformar el mundo en ese paraíso de paz, por el
cual luchamos los que creemos que turismo, es su solución.
*(Del Grupo de Expertos de la Organización Mundial del
Turismo)
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